Ejemplos con odios

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La primera de ellas narra una historia que gira en torno al amor, con historias paralelas, odios, celos, lealtades y traiciones, Así son Ellas cuenta una conmovedora historia de seis mujeres maduras que se reencuentran.
Los odios tradicionales de separación no caían vencidos.
Al iniciarse los odios religiosos, los hebreos más ricos y astutos de la isla habían sabido convertirse a tiempo, voluntariamente, fundiéndose con las familias del país y haciendo olvidar su origen.
Había navegado mucho, había vivido largas temporadas en Inglaterra y los Estados Unidos, y de la permanencia en estas tierras de libertad, insensibles a los odios religiosos, traía una franqueza belicosa que le impulsaba a desafiar las preocupaciones de la isla, tranquila e inmóvil en su estancamiento.
Hasta las criadas que acompañaban a las niñas emprendían peleas, asumiendo los odios y preocupaciones de sus amos.
Esas alianzas podían ser en el resto del mundo, pero Mallorca, la amada , tenía un alma todavía viva, el alma de otros siglos, cargada de odios y preocupaciones.
Unas veces risueño, como en , acompaña el idilio amoroso de Andrés, otras veces es campo de palestra virgiliana para las barcas del cabildo de Abajo y del de Arriba, y en la prodigiosa final parece que lleva consigo, al estrellarse contra las y salpicarlas de rabiosa espuma, todas las iras, todos los odios y todas las venganzas de los personajes.
Podían los hombres seguir matándose, la tierra nada tiene que ver con sus odios, y no por ellos va a interrumpirse el curso de su vida.
Ahora todos sus odios los concentraba en él.
Sus odios se concentraban sobre su propio país.
En efecto, lo hice llamar, lo traté con amistad, le dí excelentes consejos, él se conmovió de verse tratado así, pero me contestó que su mal no tenía remedio, y que había resuelto mejor desterrarse para no seguir siendo el blanco de los odios del pueblo, pero que era difícil para él cambiar de conducta.
Cuando se arrojó a decírselo a su tío, no le sonó mal al marino el nombre de ingeniero, pero el calificativo de industrial volvió a despertar en su espíritu la misma tempestad de odios y rencores que le había producido la cerveza.
Este hombre, sin embargo, no concitaba los odios del vecindario contra sí, como podía suponerse.
No hay para qué decir la tempestad de odios y amenazas que contra él se levantó por tal motivo entre los partidarios de don Rosendo.
¡Debía terminar aquel carnaval de la Fortuna, que sólo servía para dar nuevas fuerzas al fanatismo religioso y para irritar a la miseria, con el alarde de una concentración loca de la riqueza, que avivaba los odios sociales!.
Era una amalgama de todos los odios contra aquella Bilbao dominada por la Compañía de Jesús y formada a su imagen.
Únicamente por la noche, en el silencio del claustro alto, aquellos matrimonios que se reproducían y morían entre las piedras de la catedral osaban repetirse las murmuraciones del templo, la interminable maraña de chismes que crecía sobre la monótona existencia eclesiástica, lo que los canónigos murmuraban contra Su Eminencia y lo que el cardenal decía del cabildo, guerra sorda que se reproducía a cada elevación arzobispal, intrigas y despechos de célibes amargados por la ambición y el favoritismo, odios atávicos que recordaban la época en que los clérigos elegían a sus prelados, mandando sobre ellos, en vez de gemir, como ahora, bajo la férrea presión de la voluntad arzobispal.
Era la sumisión de los hombres de Iglesia, acostumbrados desde el Seminario a una humildad aparente que encubre rencores y odios de una intensidad no conocida en la vida vulgar.
Mientras las bandas de muchachas despeinadas salían de la fábrica a la hora de comer para engullirse el contenido de sus cazuelas en los portales inmediatos, hostilizando a los hombres con miradas insolentes para que les dijesen algo y chillar después falsamente escandalizadas, emprendiendo con ellos un tiroteo de desvergüenzas, Roseta quedábase en un rincón del taller sentada en el suelo, con dos o tres jóvenes que eran de la otra huerta, de la orilla derecha del río, y maldito si les interesaba la historia del tío y los odios de sus compañeras.
Sin acuerdo previo, como si los odios de sus familias, las frases y maldiciones oídas en sus barracas surgiesen en ellas de golpe, todas cayeron a un tiempo sobre la hija de Batiste.
En su voz, trémula de rabia, vibraban condensados todos los odios de la huerta.
¡Qué amable, qué simpática me parecía la unión de todos estos escritores, algunos contrarios en ideas políticas, todos amigos sinceros en literatura y en arte! Así debía ser, así me imaginé siempre la república literaria, sin odios, sin envidias, sin rencores.
Y sí se hace, pero por debajo cuerda, a la calladita, de modo vergonzante, sin riesgos ni peligros, sin temor de verse derrotados y blanco de odios, rencores y venganzas.
, hasta cuando es ! ¡Enseña de una guerra sin cuartel! ¡Símbolo de amores a vida o muerte!—¡Bandera tan negra como los odios, como los celos, como las trenzas de pelo regaladas a media noche y los demás enseres del guarda-ropa de las pasiones meridionales! ¡Bandera tan negra como los ojos de las mantenedoras y como la sangre de los que penan por su querer! ¡Bandera negra que no arrancarán de los hombros de nuestras andaluzas todas las y del !.
Guardo la fatídica yema para otro, sí, para otro, en quien ahora recaen todos mis odios.
Pero sus renovados odios trataban de envenenar la admiración: ¡Oh!, sí, señorapensaba.
Desde la restauración de su legalidad doméstica había abandonalo por completo las lecturas filosóficas, reverdeciendo en su alma el mal curado dolor de su afrenta y los odios vengativos.
Claro ¿A qué vienen esos odios y esas venganzas de melodrama?dijo gozoso don Evaristo.
Si unas elecciones durasen mucho, acabarían con quien las maneja, a puro cansancio, molimiento y tensión del cuerpo y del espíritu, pues los odios enconados, la perpetua sospecha de traición, las ardientes promesas, las amenazas, las murmuraciones, las correrías y cartas incesantes, los mensajes, las intrigas, la falta de sueño, las comidas sin orden, componen una existencia vertiginosa e inaguantable.
Las ideas no entran en juego, sino solamente las personas, y en el terreno más mezquino: rencores, odios, rencillas, lucro miserable, vanidad microbiológica.

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Ariiba