Ejemplos con ocultándose

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Este tema fue sobre Los Perros de Tindalos, que fue otro loco delirio sobre esos lobos que acechan en las pesadillas y la única forma de escapar de ellos es ocultándose en los ángulos.
Un temporizador de cuenta regresiva, recargado al limpiar un area de enemigos, ya que cuando el tiempo del reloj corre hacia abajo causa al instante el juego se termina, el jugador debe tomar riesgos, disparando a los enemigos y ocultándose cuando sea necesario.
Las más comunes tienen una forma parecida a los modernos imperdibles, ocultándose la aguja por debajo de un disco o de una plaqueta arqueada de oro, plata o bronce.
Vicente Guerrero fueron derrotados por las fuerzas realistas, Guerrero, víendose amenazado por las fuerzas realistas que querían capturarlo y logró salvarse saltando a un precipicio y ocultándose en la serranía del actual estado que lleva su nombre.
La Cruz está asentado a las orillas de lo que se conoce como Mirador la Cruz, desde donde se aprecian maravillosos e impresionantes atardeceres, con el sol ocultándose en el mar pacifico, bajo la amplitud del horizonte.
Lisa se defiende ocultándose por la casa hasta que se encuentra con Jackson, ambos se enzarzan en una pelea y al final, Jackson, oye las sirenas de la policía, con lo que decide irse pero Lisa le dispara varios clavos que le dejan inconsciente.
Para tocar la temática, la película se enfoca además en mostrar el contraste entre las dos formas contrarias de ver una relación de este tipo, muchas veces considerada tabú: Yossi intenta encontrar su lugar dentro de un sistema rígido, de modo que pueda vivir su amor sin tener que mostrar su inclinación sexual abiertamente, ocultándose detrás del compañerismo y la camaradería, Jagger, por su parte, está dispuesto a dejarlo todo e ir donde sea necesario para vivir su amor con libertad.
Y Antonia temía asomarse a las ventanas de su cocina, y las monjas que ocupaban una parte del antiguo palacio mostraban un instante sus tocas blancas, ocultándose inmediatamente como palomas amedrentadas por el continuo tiroteo.
Huían los pájaros con medroso aleteo, trepaban por los agrietados muros verdosos lagartos, ocultándose entre las capas de hiedra, trotaban los gatos por las avenidas con un galope de terror.
Una luz venía al encuentro del buque al ras de las aguas, una luz que se agitaba locamente en continuo balanceo, ocultándose con frecuencia al interponerse una ola entre ella y el navío.
Pero al volver a encogerse en uno de los mástiles horizontales de carga que servía de asiento a él y a Fernando, ocultándose con modestia detrás de su amigo, redoblaron furiosas las peticiones del público.
Por encima de las cumbres iba pasando la caperuza nevada del Teide como una cabeza curiosa, ocultándose o apareciendo, según el buque marchaba cerca o lejos de la costa.
Por la parte exterior se deslizaban de ventana en ventana los bustos de unos paseantes, siempre los mismos, ocultándose para volver a aparecer con regularidad casi mecánica, como si se moviesen en un espacio reducido, con los pasos contados.
Iba con el mismo recelo que el ladrón que va a asaltar una casa, ocultándose detrás de las paredes de la carretera en cuanto sentía pasos, estremeciéndose si escuchaba una voz, por lejana que fuese.
Por supuesto, sin billete, los compañeros querían pagárselo, pero él había protestado, ocultándose para viajar sin que los burgueses le explotasen.
Los ricos que podían proporcionarse las dulzuras amorosas con su más seductora decoración, entraban al amparo de la noche, ocultándose como criminales en casas frecuentadas por soldados y marineros.
Los cisnes graznan asustados, ocultando la cabeza bajo las alas como si pasase un peligro: los peces despiertan en el tazón de la fuente, ocultándose temblorosos: las flores caen deshojadas, las piedras crujen como si las pisasen unas plantas de inmensa pesadumbre y sin embargo no se ve a nadie.
Su cabeza se había despoblado en algunos puntos, ocultándose la calvicie bajo largos mechones de pelo rubio, restos de su pasada hermosura, que ella peinaba con arte.
Pero la catedral, insensible a las vicisitudes humanas, estaba allí como siempre, y a ella se agarraba, ocultándose en sus entrañas para morir tranquilo, sin más anhelo que ser olvidado, pereciendo antes de hora, gustando la amarga felicidad del anonadamiento, dejando en la puerta, como una bestia que se despoja de la piel, aquellas rebeldías que le habían atraído el odio de la sociedad.
Fue de un extremo a otro de la Península, mendigando entre los suyos y ocultándose de la policía.
Por fin realizaba el deseo de acabar sus días en un rincón de la soñolienta catedral española, única esperanza que le sonreía cuando caminaba a pie por las carreteras de Europa, ocultándose del guardia civil o del gendarme, y pasaba las noches en un foso, apelotonado, con la barba en las rodillas, creyendo morir de frío.
En la barraca quedaba la pobre muchacha ocultándose en su para gemir, haciendo esfuerzos por no mostrar su dolor ante la madre, que, irritada por tantas contrariedades, se mostraba intratable, y ante el padre, que hablaba de hacerla pedazos si volvía a tener novio y daba que hablar con ello a los enemigos del contorno.
Horrible es esto, pero hay allí lucha, y donde hay lucha hay siempre una esperanza, una probabilidad de vencer Por eso sobrepuja a este horror aquel otro horror que suele encontrarse tras aquellas pupilas vidriosas, aterradoras en esos momentos, cual la puerta siniestra ante la cual se sintió Dante desfallecer y vacilar: el marasmo, la quietud horrible de un alma que se hunde poco a poco en lo eterno, dándose cuenta de ello, pero sin que crucen por su mente más que ideas triviales, bagatelas con que procura distraerse y divertirse, ocultándose a sí propia el abismo, hasta que la muerte descarga de súbito la guadaña, y despierta de improviso aherrojada ya en lo profundo del infierno.
Currita abrió la gran tapa delantera, cuyas bisagras y cerrajas doradas dejaban ver, a través de sus artísticos calados, un fondo de terciopelo rojo, y entonces apareció el interior de aquel precioso mueble, compuesto de bellísimos arquitos, de galerías en miniatura en que encajaban infinidad de cajoncillos, ocultándose los unos a los otros, con múltiples secretos.
Volvióse rápidamente, y a la difusa luz de las estrellas creyó ver un bulto negro saliendo del camino con silencioso salto y ocultándose detrás de un ribazo.
Mas la gentil aldea se resistía a la inspección, ocultándose a medias detrás de los árboles, que le servían en toda su extensión de poético baluarte.
Las azucenas, con su túnica de blanco raso, erguíanse encogidas, medrosas, emocionadas, como muchachas que van a entrar en el mundo y estrenan su primer traje de baile, las camelias, de color de carne desnuda, hacían pensar en el tibio misterio del harén, en las sultanas de pechos descubiertos, voluptuosamente tendidas, mostrando lo más recóndito de la fina y rosada piel, los pensamientos, gnomos de los jardines, asomaban entre el follaje su barbuda carita burlona cubierta con la hueca boina de morado terciopelo, las violetas coqueteaban ocultándose para que las denunciase su olorcillo que parecía decir: ¡Estoy aquí! , y la democrática masa de flores rojas y vulgares extendíase por todas partes, asaltaba las mesas, como un pueblo en revolución, tumultuoso y desbordado, cubierto de encarnados gorros.
El sol iba ocultándose lento y majestuoso en un abismo de oro, entre montañas de brillantes nubes, a través de las cuales pasaban las últimas ráfagas que subían divergentes a perderse en los espacios, o bajaban a iluminar con misteriosa claridad purpúrea las solitarias dehesas, los gramales de las laderas, los plantíos de caña sacarina, los carrizales cenicientos del río, las arboledas que dividen las heredades, y el tupido bosque de una aldea cercana, cuyo campanil recién enjalbegado surgía de la espesura como un pilar ruinoso.
Perucho se coló en la habitación, ocultándose tras del biombo.
Aceptada la idea, Margarita dejó al duque continuar su examen del reglamento de la alta Cámara, y vuelta a su cuarto, después de haber cerrado cuidadosamente las puertas para evitar verse de pronto sorprendida, se dejó caer en un sillón, apoyó en uno de sus anchos brazos los codos, y ocultándose el rostro con las manos, dejando rebosar el llanto por entre sus sonrosados dedos, fruncido el ceño y enrojecidos los párpados, se quedó pensativa, sin que nadie al verla hubiera podido averiguar si aquella dama era una madre que se imponía un sacrificio, o una mujer a quien los celos hostigaban.

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