Ejemplos con noté

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El funcionario fue citado diciendo: Noté que las declaraciones formuladas durante los últimos días a los medios de comunicación indican las pruebas de continuar con la lealtad a su padre, y su presencia en el Reino Unido podría, por tanto, causar considerable preocupación pública.
Noté algo que me llamó mucho la atención: me traían un chico con fiebre y si la madre se desahogaba el niño se normalizaba.
Por lo demás no noté nada que merezca seros escritos.
A mí no me la pegó con su serenidad porque cuando me dijo: Sardiola, me acompañarás esta noche a velarla , me acordé, ¡mire usted, señorita, qué tontería! pues me acordé de un corneta de nuestras filas, que tocaba unas dianas famosas con su instrumento, que era tan claro y tan lleno y tan hermoso y un día tocó mal, y como nos burlásemos de él, cogió la corneta, y sopló y nos dijo: Chicos, ha tenido una pena y se ha reventado la pobrecilla mía Pues mire usted, la misma diferencia de son que noté en la corneta de aquel majadero de Triguillos, noté en la voz del señorito usted ya sabe que la tiene muy sonora, que daría gozo oírle mandar la maniobra y aquel día estaba reventada la voz, vamos.
Noté, además, que, contra el uso común de las iglesias mexicanas, en ésta había bancos para los asistentes, bancos que entonces se habían duplicado para que cupiese toda la concurrencia, de modo que ninguno de los fieles se veía obligado a sentarse en el suelo sobre el frío pavimento de ladrillo.
Yo, que la observaba atentamente, noté a mi vez sus lágrimas y el movimiento simultáneo de labios, lengua y garganta, rechazando aquello.
Desde el primer momento noté que Vezzera ardía en fiebre.
Algo noté entre el Montero y el oficial de guardia, que me indicó la connivencia de este.
Desde que la vi, me fue atrozmente antipática, por su ceño displicente, la sequedad de su trato, y algo que en ella noté, como sombra o trasluz de un brutal fanatismo.
En la calle nos encontramos y yo, y apenas tomamos la dirección que ella indicara, noté que su persona se iba despojando de la dignidad señoril, y su vestimenta desluciéndose hasta tomar las apariencias humildísimas con que la vi en la gruta de Graziella.
En esa tarjeta se hallaban juntos nuestros nombres, como en un parte nupcial, ¡estaba escrito! Tampoco entonces pensó con precisión que un día hubiéramos podido unirnos como estamos ahora, pero noté, sí, que nuestros nombres estaban en el mismo trozo de cartulina, que él era quien los había juntado, que me había llamado Su Gracia, y sentí que el corazón me latía con fuerza, con mucha fuerza.
Recorrí de grupo en grupo todo el terreno ocupado por los defensores del Mogreb, vi miles de miles de musulmanes de distintas castas y familias, y en ningún rostro noté señales de desaliento.
Todos tenemos aquí los mismos intereses, y se puede hablar claro De ser cierto lo que Isabel dice, el tal nombramiento traerá cola Lo de la abdicación es exacto, pero fue un olvido, yo estaba allí también, y me lo contó Pepe Cerneta, y la misma señora me lo repitió, lamentándose de ello Por eso, cuando noté que Currita se había resentido, escribí yo mismo a la reina, aconsejándola que la desagraviara.
Desde lejos noté que se sonreía al verme.
Ayer noté yo bien marcadas en el felpudo de la entrada las suelas de unas botas de persona fina.
Le dieron congojas tan fuertes, que se le acababa la respiración Noté también que su voz parecía salir del hueco de un cántaro muy hondo, y sonaba como lejos La cara la tenía muy arrebatada, y los ojos hundidos, pero muy brillantes.
Una idea era lo que yo necesitaba, y más que una idea, valor, sí, valor para lanzarme De repente noté que aquel valor tan deseado entraba en mí, pero un valor tremendo, como el de los soldados cuando se arrojan sobre los cañones enemigos Trinqué la mantilla y me eché a la calle.
Noté que la traperita arrojaba sobre aquella mujer y sobre mí, una mirada llena de ansiedad.
Amparo había dejado de comer, y noté que había perdido enteramente su tranquila confianza, que estaba preocupada, disgustada, pesarosa de haber ido a almorzar conmigo.
Y aprovechando el estupor que había causado en mí el extraño aspecto, la profunda conmoción que noté en ella, al expresarme su deseo de ser monja, escapó.
Me asomé a la ventana para ver el baile de tambor por un instante, cuando sentí que Pedro se movía, volvía la cara y noté que se andaba en la boca con los dedos.
¿Ves cuán larga ha sido mi plática? ¿Ves mis muchos y diversos sucesos? ¿Consideras mis caminos y mis amos tantos como han sido? Pues todo lo que has oido es nada comparado a lo que te pudiera contar de lo que noté, averigüé y vi desta gente, su proceder, su vida, sus costumbres, sus ejercicios, su trabajo, su ociosidad, su ignorancia y su agudeza, con otras infinitas cosas, una para decirse al oido, otras para aclamallas en público y todos para hacer memoria dellas, y para desengaño de muchos que idolatran en figuras fingidas, y en bellezas de artificio y de transformacion.
¡Oh cuántas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipion amigo, desta morisca canalla, si no temiera no poderlas dar fin en dos semanas! Y si las hubiera de particularizar, no acabara en dos meses, mas en efeto habré de decir algo, y así oye en general lo que yo vi y noté en particular desta buena gente.
Veinte dias estuve con ellos, en los cuales supe y noté su vida y costumbres, que por ser notables, es forzoso que te las cuente.
Bajó la varilla, y salté yo, y noté sus malas entrañas.
—No me tenga vuesa merced por tan ignorante, replicó Campuzano, que no entienda que, si no es por milagro, no pueden hablar los animales: que bien sé que si los tordos, picazas y papagayos hablan, no son sino las palabras que aprenden y toman de memoria, y por tener la lengua estos animales cómoda para poder pronunciarlas, mas no por esto pueden hablar y responder con discurso concertado, como estos perros hablaban, y así muchas veces despues que los oí, yo mismo no he querido dar crédito a mí mismo, y he querido tener por cosa soñada lo que realmente estando despierto con todos mis cinco sentidos, tales cuales nuestro Señor fué servido dármelos, oí, escuché, noté, y finalmente escribí sin faltar palabra por su concierto, de donde se puede tomar indicio bastante que mueva y persuada a creer esta verdad que digo: las cosas de que trataron fueron grandes y diferentes, y mas para ser tratadas por varones sabios, que para ser dichas de bocas de perros: así que, pues yo no las pude inventar de mio, a mi pesar y contra mi opinion vengo a creer que no soñaba, y que los perros hablaban.
Llegué con Guillarte mi criado a un lugar que se llama Aquapendente, que viniendo de Roma a Florencia es el último que tiene el Papa, y en una hostería o posada donde me apeé, hallé al conde Arnesto, mi mortal enemigo, que con cuatro criados disfrazados, y encubierto, mas por ser curioso que por ser católico, entendí que iba a Roma, creí sin duda que no me habia conocido, encerréme en un aposento con mi criado, y estuve con cuidado y con determinacion de mudarme a otra posada en cerrando la noche: no lo hice ansí, porque el descuido grande que noté que tenian el conde y sus criados, me aseguró que no me habian conocido, cené en mi aposento, cerré la puerta, apercebí mi espada, encomendéme a Dios y no quise acostarme, durmióse mi criado, y yo sobre una silla me quedé medio dormido, mas poco despues de la media noche me despertaron para hacerme dormir el eterno sueño cuatro pistoletes que, como despues supe, dispararon contra mí el conde y sus criados, y dejándome por muerto, teniendo ya a punto los caballos se fueron, diciendo al huésped de la posada que me enterrase, porque era hombre principal.
Díjome asimesmo que, andando el tiempo, se me daría aviso cómo habían de ser desencantados él, y Belerma y Durandarte, con todos los que allí estaban, pero lo que más pena me dio, de las que allí vi y noté, fue que, estándome diciendo Montesinos estas razones, se llegó a mí por un lado, sin que yo la viese venir, una de las dos compañeras de la sin ventura Dulcinea, y, llenos los ojos de lágrimas, con turbada y baja voz, me dijo: Mi señora Dulcinea del Toboso besa a vuestra merced las manos, y suplica a vuestra merced se la haga de hacerla saber cómo está, y que, por estar en una gran necesidad, asimismo suplica a vuestra merced, cuan encarecidamente puede, sea servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo, de cotonía, nuevo, media docena de reales, o los que vuestra merced tuviere, que ella da su palabra de volvérselos con mucha brevedad.
Vi y noté la ocasión que allí se perdió de no coger en el puerto toda el armada turquesca, porque todos los leventes y jenízaros que en ella venían tuvieron por cierto que les habían de embestir dentro del mesmo puerto, y tenían a punto su ropa y pasamaques, que son sus zapatos, para huirse luego por tierra, sin esperar ser combatidos: tanto era el miedo que habían cobrado a nuestra armada.

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