Ejemplos con murmurando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hijos de Dios se abrazan y besan en la mejilla, murmurando: Salud, hermano, salud, hermana, el Señor sea con nosotros.
Aquí distraigo el aburrimiento murmurando y sacando tiras de pellejo.
Quedóse el botarga mordiendo la carta por un pico y murmurando:.
Lucía seguía inmóvil, murmurando palabras en voz baja, divagando un poco aún, pero ya con más ilación, y discurso más claro.
Un cuarto de hora lo menos quedaba Pilar murmurando de las petimetras y de alguien más también.
Artegui se quedó mirándola tan fijamente, que Lucía sintió, digámoslo así, el peso y el calor de aquellos ojos en sus mejillas, y encendiose toda en rubor, murmurando:.
Los labios amoratados, con profundas grietas, se movían quejumbrosos, murmurando siempre la misma palabra:.
Arriba, el viento tibio pasaba murmurando entre las grandes rejas que servían de jaulas a las campanas.
El pobre viejo dejó caer entonces los brazos abatidos, bajó tristemente la cabeza, y entróse en la capilla murmurando:.
El agua saltaba en las fuentes y corría por los pilones murmurando, oíanse alegres voces de niños en lo interior del edificio, gorjeos de ruiseñores y jilgueros en los árboles, y más allá, pasada la verja, ni niños, ni agua, ni flores, ni pájaros Una llanura estéril, un pueblo de barracas, y allá en el horizonte, lejos, lejos, Madrid, la corte de España, asomando sus cúpulas y sus torres entre esa neblina que pone más de relieve la limpidez de la atmósfera, esa especie de vaho que se levanta de las grandes capitales, semejante a las emanaciones de una hedionda charca.
A pocos pasos, por el borde del camino, pasaba murmurando la acequia, henchida de agua roja.
Teresa le acostó en su cama al ver que el pobrecillo seguía temblando entre sus brazos, agarrándose a su cuello y murmurando con voz semejante a un balido:.
Los hombres iban en busca de sus sombreros y las señoras besuqueábanse al despedirse, murmurando todas el mismo saludo:.
Es verdad que dictaba sin tropiezos ni vacilaciones, sin que fuera preciso repetirle la frase anterior, sin que el amanuense le hiciera eco, murmurando entre dientes la última silaba de la palabra final, pero así salía aquello.
Mientras que cada corazón va murmurando sordamente:.
Después se frotó mucho las manos, murmurando:.
El sonaba cada vez más cerca, se le sentía subir la escalera entre un traqueteo de pasos, después llegaba a la puerta, vibraba más fuerte en el pasillo entre el muge-muge de los latines que venía murmurando el acólito.
Y era pendiente de veras aquel repecho del camino real de Santiago a Orense en términos que los viandantes, al pasarlo, sacudían la cabeza murmurando que tenía bastante más declive del no sé cuántos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante dirección, ya sabrían los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje político, alguna influencia electoral de grueso calibre debía andar cerca.
A tiempo que la comitiva entraba en la cocina, hallábase acurrucada junto al pote una vieja, que sólo pudo Julián Álvarez distinguir un instantecon greñas blancas y rudas como cerro que le caían sobre los ojos, y cara rojiza al reflejo del fuego, pues no bien advirtió que venía gente, levantóse más aprisa de lo que permitían sus años, y murmurando en voz quejumbrosa y humilde: Buenas nos dé Dios , se desvaneció como una sombra, sin que nadie pudiese notar por dónde.
Julián se apresuró a ponerse el levitín, murmurando:.
Los señores de los Pazos no protestaban: eran marqueses por derecho consuetudinario, y cuando un labrador, en un camino hondo, se descubría respetuosamente ante don Pedro, murmurando: Vaya usía muy dichoso, señor marqués , don Pedro sentía un cosquilleo grato en la epidermis de la vanidad, y contestaba con voz sonora: Felices tardes.
Cuando el padre se retiraba ya, murmurando Adiós, Nuchiña, hija querida , la novia le asió la diestra y se la besó humildemente, con labios secos, abrasados de calentura.
Colgó la Cañizares el candil en la pared, y con mucha priesa se desnudó hasta la camisa, y sacando de un rincon una olla vidriada, metió en ella la mano, y murmurando entre dientes, se untó desde los piés a la cabeza, que tenia sin toca: ántes que se acabase de untar me dijo, que ora se quedase su cuerpo en aquel aposento sin sentido, ora desapareciese dél, que no me espantase, ni dejase de aguardar allí hasta la mañana, porque sabria las nuevas de lo que me quedaba por pasar hasta ser hombre.
Quedé yo del caso como pasmado, el autor desabrido, los farsantes alegres, y el poeta mohino, el cual con mucha paciencia, aunque algo torcido el rostro, tomó su comedia, y encerrándosela en el seno, medio murmurando dijo: No es bien echar las margaritas a los puercos, y sin decir mas palabra, se fué con mucho sosiego: yo de corrido ni pude ni quise seguirle, y acertélo, a causa que el autor me hizo tantas caricias, que me obligaron a que con él me quedase, y en ménos de un mes salí grande entremesista y gran farsante de figuras mudas: pusiéronme un freno de orillos, y enseñáronme a que arremetiese en el teatro a quien ellos querian, de modo que como los entremeses solian acabar por la mayor parte en palos, en la compañía de mi amo acababan en zuzarme, y yo derribaba y atropellaba a todos, con que daba que reir a los ignorantes, y mucha ganancia a mi dueño.
Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y, leyendo en su manual, como que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada, un gentil espaldazaro, siempre murmurando entre dientes, como que rezaba.
Iban los encamisados murmurando entre sí, con una voz baja y compasiva.
El cura, que vio el peligro que corría su invención de ser descubierta, acudió luego a las barbas y fuese con ellas adonde yacía maese Nicolás, dando aún voces todavía, y de un golpe, llegándole la cabeza a su pecho, se las puso, murmurando sobre él unas palabras, que dijo que era cierto ensalmo apropiado para pegar barbas, como lo verían, y, cuando se las tuvo puestas, se apartó, y quedó el escudero tan bien barbado y tan sano como de antes, de que se admiró don Quijote sobremanera, y rogó al cura que cuando tuviese lugar le enseñase aquel ensalmo, que él entendía que su virtud a más que pegar barbas se debía de estender, pues estaba claro que de donde las barbas se quitasen había de quedar la carne llagada y maltrecha, y que, pues todo lo sanaba, a más que barbas aprovechaba.
Abrióle, y estuvo un buen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes.
Entonces la hermosa Quiteria, sin responder palabra alguna, turbada, al parecer triste y pesarosa, llegó donde Basilio estaba, ya los ojos vueltos, el aliento corto y apresurado, murmurando entre los dientes el nombre de Quiteria, dando muestras de morir como gentil, y no como cristiano.
Y ya, en esto, se venía a más andar el alba, alegre y risueña: las florecillas de los campos se descollaban y erguían, y los líquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban.

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