Ejemplos con mozuelo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Siguiéronse después ojeadas de uno a otro, frecuente volver de cabeza, recíprocas sonrisas, y, por fin, palabra y conciertos matrimoniales, de parte de ella quizá no vituperables, pero para Sila, aunque se enlazó con una mujer púdica e ilustre, el origen de este enlace no fue modesto ni decente, dando lugar a que se dijese que se había dejado enredar, como un mozuelo, de una mirada y un cierto gracejo, de que suelen originarse las pasiones más desordenadas y vergonzosas.
Era un mozuelo alto, paliducho y estrecho de hombros, un que aún no había llegado a los diez y ocho años.
Síguenle otro hombre y un mozuelo, entrambos de blusón blanco, con sendas banastas sobre la testa.
En las vacaciones posteriores a los dos primeros cursos, y aun en las del tercero, Angustias era todavía una chiquilla, y yo, aunque prematuramente apersonado con mi temo de paño negro, un mozuelo.
Creía oír aún los gemidos del mozuelo pataleando en la cubierta: ¡Yo no quiero morir! ¡Yo quiero ir a Buenos Aires!.
Sólo habían transcurrido unos minutos, y se preguntaba con extrañeza si era él mismo el que danzaba abajo, enloquecido por el perfume de una señora a la que sólo conocía desde unas horas antes, balbuceando como un mozuelo atrevidas proposiciones.
En las paredes, entre los estantes, lucen dos grandes litografías lyonesas, en la una pone: , y representa un mozuelo ensimismado, compuestito, que se aleja con una muchacha hacia un baile, en la otra dice: , y figura dos niñas que oyen embelesadas la dulce música de un garzón lindo.
A nosotras nos conoció cuando era mozuelo, pues en Peralvillo vivió con su tía, Casiana Conejo, apodada , de quien te acordarás.
Tomás, el antiguo criado del marqués, vivía en la casa solariega con un mozuelo que le ayudaba a cuidarla y a cuidar también el hermoso caballo negro de la señorita.
Un mozuelo trigueño, vivaracho, de simpático aspecto, salió al frente.
Sólo turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con los ojos a la novia.
En casas como la de Amparo no se concibe la visita de un mozuelo.
La verdadera causa de la resistencia de este mozuelo a ingresar en la orden gloriosa es no sólo la holgazanería, sino también que las distracciones de un amor tan violento como bien correspondido, le tienen embebecido y trastornado.
Trocarle, después de veinticinco años, por este mozuelo sin respetabilidad.
es una casualidad, créalo usted, que se encuentre aquí este mozuelo.
En efecto, cuando estuvimos cerca, no nos quedó duda de que el mozuelo bailarín era D.
-Estoy entusiasmado -repuso el mozuelo-, y deseo que nos manden cargar sobre las filas francesas.
-¡Tío Roque! -grita un mozuelo con el pelo muy atusado-, ¡la mi ''Gallarda'' trae el campano del lugar.
Cuando me cansé de dibujar, di en el ansia de reparar en los transeúntes, si eran rubios o trigueños, si altos o bajos, si pobres o ricos, en qué iría pensando el de la cara hosca y encorvada cerviz, de dónde vendría la que a tales horas tan menudito pisaba, y con empeño recataba la faz, adónde iría a comer, qué comería, qué habría cenado, en qué lecho dormiría aquel infeliz de rostro macilento, mal calzado y peor vestido, en cuya mirada triste y angustiosa parecía reflejarse el deseo de trocar la memoria de pasadas abundancias por un mendrugo de pan y una camisa, cómo y de qué viviría el exótico chulo de ceñidos pantalones, charolada bota, rizada pechera, relumbrante leontina y exagerado chambergo, por qué funesta preocupación juzgaría un mozuelo sin chaqueta y desaseado, que el ser descortés y blasfemo, al pasar por delante de mí, le daba gran importancia y respetabilidad, por qué no hay leyes que castiguen a los blasfemos como a los ladrones, mientras llega a ser un hecho que la cultura no es enemigo mortal de la taberna, como aseguran los que dicen entender mucho de achaques de moralizar sin Decálogo ni carceleros.
En las primeras casas, arrimado a la esquina de una de ellas, encontró a su amigo y contemporáneo Gildo Rigüelta, hijo del buen Patricio, mozuelo presuntuoso con aires macarenos sin más oficio ni beneficio que seguir a su padre en sus correrías y trapisondas: llamábanle de mote el Letradillo por sus alardes de pendolista y sus pujos de resabido.
Díjole cual era su legítima, a fin de que más tarde no se llamara a engaño el mozuelo, púsole, a cuenta de ella, en un colegio de la ciudad, a estudiar filosofía, con la condición de que no volviera a casa hasta que fuera bachiller, y así se cumplió.
Este síntoma, con otros que el mozuelo venía notando desde algún tiempo, como el desprestigio de su padre y de don Gonzalo, le demostraban que la indisciplina más anárquica iba asomando la oreja allí, y que el hato de borregos, tan dócilmente conducidos hasta entonces, se transformaba en tropel de bestias bravías, muy dispuestas a devorar a sus pastores.
Allí estarían ya, dejando escapar las suyas, recientemente adquiridas, el mozuelo imberbe, más cargado de vicios que de años, y el viejo disipado centelleando lascivias y torpezas por sus ojuelos lacrimosos, y mascullando obscenidades entre los pedruscos de su dentadura postiza.
Mientras fue mozuelo, no se le conocieron otras aficiones que el atril del escritorio, el fisgoneo de las vidas ajenas y la compañía de los «señores mayores.
Estando, pues, en su faena la real panadera, cuantas veces cocía el pan para su criado y mozuelo Perdicas, levantábasele tanto el horno que venía a salir doblemente mayor de lo que correspondía.
Pues el diablo del mozuelo, que estaba mas enamorado, que otro tanto, y estaban sobre las afufas, como se vió señor del argamandijo, no hacía más de atrochimoche escribirla billetes, y más billetes, y ella leer, que leerás, á tontas, y á locas.
El bribon, que vió que esto iba de capa caída, y que iban de romanía, y que el mozuelo traía la soga arrastrando, y que la muchacha no era amiga de recancamusas, y que tenia garabato, díxola: aquí no hay sino sus, y alto á casar, que estas son habas contadas.
Venció por fin Antígono, y queriendo probar a los Macedonios, les preguntó por qué se había movido la caballería sin su orden, y como para excusarse respondiesen que habían venido a las manos con los enemigos precisados por un mozuelo megalopolitano, que acometió primero, les dijo sonriéndose: “Pues ese mozuelo ha tomado una disposición propia de un gran general”.
Tenía éste consigo un mozuelo a quien amaba, y que le siguió al ejército en sus expediciones y también a la provincia mientras mandó en ella.

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