Ejemplos con mismos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y el caso es que el Platerillo del cuento, aunque tiene mucho de un burro de verdad, nos parece más bien un asnillo soñado y fantástico, como si fuera sólo una ilusión en la que estuvieran fundidas la ilusión que los niños se hacen de los burros y la que los burros deben hacerse de sí mismos en sus horas de ensueño.
Esto se explica porque en España se conceden las cátedras por amistad, parentesco o bandería, antes que por mérito, de donde se aprende más y mejor de los opositores que de los mismos catedráticos.
Pero más que los mismos sucesos le admiraba el poco rastro que dejaban en aquella casa.
Y cuando estas tempestades no son metafóricas, cuando real y verdaderamente despliega el mar todas sus furias, y no por excepción, sino constante y diariamente, va educando el mar en los pueblos que le ciñen y sin cesar le hostigan y provocan a desafío, una raza tan entera, tan indomable y tan bravía como los mismos huracanes, cuyo rugido acaricia su sueño, tan áspera como las puntas de la costa, sin cesar invadidas, salpicadas y agrietadas por la deshecha espuma, tan amarga y tan acentuadamente salina en la voz y en los ademanes, como que la comunicaron su penetrante acritud las ondas mismas, tan avezada a mirar la muerte de frente, que ni cabe en su ánimo el temor pueril, ni la alegría insensata, ni el fácil y liviano contentamiento, sino una cierta melancolía resignada, un cierto modo grave, llano y sereno de mirar las cosas de la vida como si fuese palestra continua, en que el brazo se fortifica y se dilata el pecho, y la batalla se acepta cuando viene, sin provocarla estérilmente.
En cuanto a Daudet, los mismos naturalistas no le cuentan entre los suyos sino con muchas atenuaciones y distingos, teniéndole más bien por un aliado útil que por un partidario fervoroso.
¡Muérete, muérete, miserable! Dígase, en honor de la verdad, que en aquellos mismos instantes, Belarmino, el reptil, practicaba peregrinos arpegios con su silbo, pero era en el lecho, durmiendo y roncando a pierna suelta, a par de Xuantipa, y soñando que sostenía un coloquio exquisito, sentados entrambos sobre las nubes, con Meo de Clerode, el distinguido filósofo de Kenisberga.
Sin dudaentró a decir un dentista apellidado Yagüe, ese zapatero sabe lo que dice y emplea siempre las mismas palabras para los mismos objetos.
Y prueba de que la cazuela es también paraíso la ofrecen los mismos teatros de este mundo, en los cuales se dice indistintamente paraíso y cazuela.
Hacemos voto de pobreza, es decir, nos libertamos, ya para siempre de la preocupación económica, y nos consagramos a la contemplación, a la predicación, a la caridad, ora pasiva, ora activa, mendigando y dando ocasión a los demás para que se muestren caritativos, como hace la Orden franciscana, o bien socorriendo y mostrándonos nosotros mismos caritativos, al estudio, a la enseñanza, a la misión apostólica y conversión de gentiles, a un sinfín de obras largas y duras, egoístas y a la par desinteresadas, que nos absorben de la mañana a la noche, gracias a que estamos seguros de que tenemos siempre una cama, aunque dura, so un techo, y la mesa, aunque sobria, aparejada a hora fija.
Aquellos mismos conceptos se los había oído ella infinitas veces a su padre, don Teodosio, y a su hermano, don Deusdedit.
Los mismos incidentes cotidianos, repetidos mecánicamente, van tomando diferente semblante y adquiriendo valor más preciso.
Su vida externa, el curso y movimiento de su vida social, era al modo de una rueda dentada, en engranaje con otras, esta rueda cada día realizaba mecánicamente una vuelta completa, entreverando sus dientes con los dientes de las demás ruedas, siempre los mismos y siempre de la propia forma y disposición, y de suerte que no cabía averiguar si ella hacía girar a las otras o las otras le hacían girar a ella, o si la una y las otras rodaban con regularidad a impulsos de un mecanismo incógnito y enorme.
En ese claustro se encuentran los mismos niños anémicos de los barrios obreros.
¿Has pensado bien en lo que es ser la familia de los Luna durante siglos el espejo de la catedral, el respeto hasta de los mismos arzobispos, y de repente verse uno entre los últimos, expuesto a las risas de todos, pudiendo mirarle con compasión hasta el último monaguillo? ¡Lo que yo he sufrido! ¡Las veces que he llorado de rabia, a solas en esta habitación, después de oír lo que se murmuraba a mis espaldas! Y luegoañadió quedamente, como si el dolor empañase su voz, ¡aquella infeliz mártir que murió de vergüenza, mi pobre mujer, que se fue del mundo por no ver mi dolor ni sufrir el desprecio de los demás! ¿Y quieres que yo olvide esto? Además, Gabriel, yo no sé expresar lo que siento tan bien como tú.
No pongas ese gesto, óyeme con calma, no te muevas como un autómata a impulsos de los mismos hilos que movieron a nuestros abuelos y tatarabuelos.
Deben ser los mismos pájaros y la familia que los sorprende.
En el coro cantaban los canónigos para ellos mismos en la triste soledad del templo.
Alfonso VI, en tres días, viene sobre Toledo desde el fondo de Castilla, dispuesto a matar al arzobispo y aun a su propia mujer por este atentado que pone en entredicho su palabra de caballero, pero tan grande es su furia, que los mismos árabes se conmueven, el alfaquí sale a su encuentro para rogarle que respete lo hecho, ya que los perjudicados se conforman, y en nombre de los vencidos le releva de cumplir su palabra, pues la posesión de un edificio no es motivo bastante para que se altere la paz.
¿Para qué necesitaba un hombre jueces ni Guardia civil, teniendo buen ojo y una escopeta en su barraca? Las cosas de los hombres deben resolverlas los hombres mismos.
La vista de la navaja daba escalofríos a la señora, la ponía nerviosa, y por eso mismo el socarrón cortaba el tabaco con lentitud y tardaba en guardársela, repitiendo siempre los mismos argumentos del abuelo para explicar su retraso en el pago.
Y al día siguiente volvía a la fábrica, para sufrir los mismos temores al regreso, animada únicamente por la esperanza de que pronto vendría la primavera, con sus tardes más largas y los crepúsculos luminosos, que la permitirían volver a la barraca antes que obscureciese.
Ya era hora de pensar en ellos mismos.
Cultivarían la tierra ellos mismos, y buscaron jornaleros entre la gente sufrida y sumisa que, oliendo a lana burda y miseria, baja en busca de trabajo, empujada por el hambre, desde lo último de la provincia, desde las montañas fronterizas a Aragón.
Pueblo por excelencia agrícola, mira cultivados sus campos como hace cien años, rinde los mismos productos, cosecha los mismos frutos.
Los mismos muebles, los mismos objetos, las papeleras manchadas de tinta, con letreros en las tapas, grabados a punta de cortaplumas, el pizarrón, el mismo pizarrón de otro tiempo, en su caballete verde, la mesa del dómine ocupada por los mismos libros, todos muy bien colocados.
Me pasó lo que a los gastrónomos: principian por gustar de los buenos platillos, y acaban por invadir la cocina y preparar ellos mismos los guisos predilectos.
Has perdido tu respetabilidad de mujer y ahora te hallas en los mismos apuros de antes, pues ese imbécil de Cuadros es hombre al agua.

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