Ejemplos con metía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Recibía la luz por un ventano apaisado, con barrotes de hierro, que por la parte de dentro lindaba con el cielo raso y por fuera arrancaba a ras de la calzada, por allí se metía un raudal compacto de claridad cenizosa, como en los cuadros que representan apariciones, y se derramaba, a modo de bautismo, sobre el costado izquierdo de Belarmino.
Pero salía del atolladero por un esfuerzo de su cabalgadura y un milagro de la Providencia, y hasta que se metía en otro más apurado no volvía a ser cuerdo ni razonable.
Y mi mamá compra los garbanzos por mayor: ayer compró tres libras, y por Navidad nos regalan pavos los señores que van a casa porque tienen pleitos, y yo tengo muchos vestidos, más de tres, y dos pares de botas, con las que tengo puestas y otro par que me harán para San Pedro, si le cae a papá la lotería, y mi papá es tan poderoso, que manda a la cárcel a todo el que quiere, le manda ahorcar, como ya lo ha hecho otras veces, y si yo le dijera que metiera en la cárcel a una pegotona que yo sé, en seguida la metía.
¡Virgen Santísima! El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso a las tierras malditas, y se metía por los campos del tío , aplastando con sus ruedas la maleza respetada.
La ceguera de la cólera y la penumbra crepuscular no le permitieron distinguir si era hombre o mujer, pero vio cómo de un salto se metía dentro y cerraba la puerta de golpe, asustado por aquella aparición próxima a echarse la escopeta a la cara.
Caminaba perezosamente por las calles de la ciudad en los fríos crepúsculos de invierno, comprando los encargos de su madre, deteniéndose embobada ante los escaparates que empezaban a iluminarse, y al fin, pasando el puente, se metía en los obscuros callejones de los arrabales para salir al camino de Alboraya.
¿Qué iba a hacer? Su propósito era decirle dos palabritas a aquel advenedizo que se metía a cultivar lo que no era suyo, una indicación muy seria para que no fuese tonto y se volviera a su tierra, pues allí nada tenía que hacer.
Cuando él peroraba nadie metía baza, era capaz de discutir con el lucero del alba, y hasta con los moradores de ultra-tumba.
El se le metía al instante entre ceja y ceja.
Era como una botellita en la cual se metía la cerilla, y salía echando lumbre.
Era tan fuerte el ansia de charla y de trato social, se lo pedía el cuerpo y el alma con tal vehemencia, que si no iban habladores a la tienda no podía resistir la comezón del vicio, echaba la llave, se la metía en el bolsillo y se iba a otra tienda en busca de aquel licor palabrero con que se embriagaba.
Ningún tropiezo le detenía en su lectura, pues cuando le salía al encuentro un latín largo y oscuro, le metía el diente sin vacilar.
Como los palomos no comen sino del pico de la madre, Fortunata se los metía en el seno, ¡y si vieras tú qué seno tan bonito!, sólo que tenía muchos rasguños que le hacían los palomos con los garfios de sus patas.
Hallábase Jacinta en un sitio que era su casa y no era su casa Todo estaba forrado de un satén blanco con flores que el día anterior había visto ella y Barbarita en casa de Sobrino Estaba sentada en un y por las rodillas se le subía un muchacho lindísimo, que primero le cogía la cara, después le metía la mano en el pecho.
Empezó por tocar con los dedos tímidamente una pulsera de monedas antiguas que Jacinta llevaba, y viendo que no le reñían por este desacato, sino que la señora aquella tan guapa le apretaba contra sí, se decidió a examinar el imperdible, los flecos del mantón y principalmente el manguito, aquella cosa de pelos suaves con un agujero, donde se metía la mano y estaba tan calentito.
A veces las piernas en cruz subían por un tablero próximo hasta mucho más arriba de donde estaba la cabeza, a veces una de ellas se metía dentro de la estantería baja por entre dos garrafas de drogas.
¡Arrancar la cabeza a las figuras! Escondía el la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz La mamá adoptiva no había podido obtener de él una respuesta, y las acusaciones rayaban en frenesí.
¡Si cuando iba a su casa y estaban en ella Rufinita Torquemada o la señora de Samaniego con su hija Olimpia, se metía en la cocina por no verse obligado a saludarlas!.
Desde que la conoció y sintió que el Cielo se le metía en su alma, todo en él fue idealismo, nobleza y buenas acciones.
Sin embargo, no las tenía todas consigo, porque como se dan casos de que salga fallido lo que el corazón anuncia, pasaba el pobre chico horas de verdadera angustia, y a solas en su casa, se metía en unos cálculos muy hondos para averiguar el estado de los sentimientos de su querida.
Tenía olfato seguro para rastrear a las personas pundonorosas, de esas que entregan el pellejo antes que permitir andar en lenguas de la fama, y con estas se metía hasta el fondo,.
Se acordaba de su Jáuregui y de las cosas oportunas y sapientísimas que este decía sobre todo desgraciado que se metía con curas, pues era lo mismo que acostarse con niños.
Con los números no se juega decía él, y le metía mano al presupuesto y lo desmenuzaba como si fuera la cuenta de la lavandera.
Basilio, viendo una salida favorable de la confusión en que su contrincante le metía, ¿qué tiene que ver? Lógica, señores, lógica.
Se devanaba los sesos en el torniquete de su desvelo para averiguar el sentido de tal fenómeno, y llegó a figurarse que de los restos fríos de Mauricia salía volando una mariposita, la cual mariposita se metía dentro de la y la transformaba ¡Cosa más rara! ¡El mal extremado refundiéndose así y reviviendo en el bien más puro! ¿Pero no podría ser que Mauricia, arrepentida y bien confesada y absuelta, se hubiera trocado, al morir, en criatura sana y pura, tan pura como la misma santa fundadora o más, o más? ¡Qué confusión, Dios mío! Y que no haya nadie que le explique a una estas cosas.
Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín.

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