Ejemplos con melpómene

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el extremo meridional, en la ensenada de Melpómene, hay una estación meteorológica.
Recientemente, la figura vestida de Melpómene ha sido colocada en el centro de una fuente, que decora una de las plazas surgidas en la remodelación de los márgenes de la ría llevados a cabo en los últimos tiempos en la capital vizcaína, en concreto en el final del paseo de Uribitarte.
Finalmente el consistorio cedió, y la escultura de Melpómene fue retirada del lugar, depositándose en los almacenes del cercano museo.
La obra representa la figura desnuda de Melpómene, musa del arte, que llora la temprana muerte de Arriaga.
Ese mismo año publicó su primer libro de relatos, Cuentos de Melpómene, al año siguiente ganó el Premio Pushkin gracias a la colección de relatos cortos Al Anochecer.
¡Crisis, Dios mío, cuando aún los primeros Ministros de la República no habían calentado las poltronas! ¿Dónde estabas, celestial, en qué pozo te habías caído que no fuiste de Ministerio en Ministerio, chinela en mano, azotando las posaderas de toda esta gente rencillosa y quimerista, sin conocimiento de la realidad ni estímulos de patriotismo? Pienso yo que aburrida de tu oficio quieres adoptar el de alguna de tus hermanas, quitándole a Euterpe la voz angélica, los pies a Terpsícore, tal vez a Melpómene el ceño iracundo y la mano armada de puñal.
Vicente permaneció mudo un mediano rato, viendo más claro que nunca el parentesco fisonómico entre su madre y Melpómene.
Él quería comedia, y Melpómene le había cambiado los trastos.
Cuando mi madre se pone la careta de Melpómene.
Lo primero que Vicente dijo a su madre, viéndola entrar alterado el rostro y fruncido el ceño, fue que nunca había sido más patente su parecido con la iracunda Melpómene.
En una hermosa lámina de las Musas detúvose con examen contemplativo, porque en ella había notado, desde que por primera vez la vio, una curiosa particularidad: la semejanza, más bien exacto parecido de su madre Lucila con Melpómene, la musa de la Tragedia.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.
Pasó como una fugaz mueca de Melpómene, si en el momento de su actitud más trágica la picara una pulga.
Vuelven los jugadores y se prepara una escena digna de los habitantes de Melilla, Málaga o Ceuta, escena digna de la nobleza de Melpómene y de la inocente y maligna máscara de Talía, escena, en fin, en que es preciso hacer al autor la justicia de conocer bien a fondo el corazón de la clase más apreciable de la sociedad, pero entonces el cielo, que no duerme, se acaba de declarar en favor de la inocencia, y acumula sobre la barraca una gran cantidad de electricidad que atrae una media docena de rayos, ¡pero qué rayos!, en menos de dos minutos se convierte la escena en función de pólvora, que no parece sino que se van a acabar los novillos.
A este fin su feroz Melpómene inundó el teatro con sangre, y le llenó de cadáveres en batallas reñidas a este fin, multiplicó los espectáculos horribles de entierros, sepulturas y calaveras, a este fin adulando la estúpida ignorancia del vulgo, hizo salir a la escena Magos y Hechiceras, pintó sus conciliábulos y sus conjuros, dio cuerpo y voz a los genios malos y buenos, haciéndolos girar por los aires, habitar los troncos, o mezclarse invisibles entre los hombres, rompió las puertas del Purgatorio y del Infierno, puso en el teatro las almas indignadas de los difuntos, y resonaron en él sus gemidos tristes.
¡Crisis, Dios mío, cuando aún los primeros Ministros de la República no habían calentado las poltronas! ¿Dónde estabas, Mariclío celestial, en qué pozo te habías caído que no fuiste de Ministerio en Ministerio, chinela en mano, azotando las posaderas de toda esta gente rencillosa y quimerista, sin conocimiento de la realidad ni estímulos de patriotismo? Pienso yo que aburrida de tu oficio quieres adoptar el de alguna de tus hermanas, quitándole a Euterpe la voz angélica, los pies a Terpsícore, tal vez a Melpómene el ceño iracundo y la mano armada de puñal.
Pasó como una fugaz mueca de Melpómene, si en el momento de su actitud más trágica la picara una pulga.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.
- Melpómene hubiera podido ser de Murtas, y Medea, y Norma, y Safo, y hasta Doña María Coronel.
Esto decía el dios del babeo únicamente para atemorizarlos, porque, según se supo después, no había en toda la casa más instrumentos bélicos que un puñal sin punta y mohoso de la señora Melpómene.
Por eso, antes que con el público, estos artistas insignes dieron últimamente en la feliz ocurrencia de ponerse de acuerdo con la junta directiva del baile, que, en honor de la verdad, casi siempre ha accedido a respetar los días festivos, dejándolos para dar culto a Talía y Melpómene, visto que la saltarina Terpsícore no se ha de ver desairada aunque toque a función en noche de Difuntos.
Buscó el rostro de Emma, que tenía apoyado en su pecho, y encontró una expresión como la de Melpómene en las portadas de la Galería dramática.

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