Ejemplos con matrimonio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

He venido, óyelo bien, a impedir ese matrimonio.
La censura del matrimonio y de las mujeres ha sido en manos de los satíricos clásicos un lugar común, un motivo de chistes y de amplificaciones, como podía serlo el elogio del mosquito o de la pulga.
Si hay cosa tratada o discutida en el mundo, ya seriamente, ya en burla, es la cuestión del matrimonio, aunque sea cierto que ni los razonamientos ni las influyen mucho en la resolución que cada prójimo toma según cuadra a su genialidad, temple y más o menos escrupulosa conciencia.
¿Por qué la Iglesia, pensaba yo entonces, no ha de permitir ahora el matrimonio de los clérigos? Cuántos daños se evitarían.
De todas suertes, la duquesa estaba resuelta a no consentir el matrimonio, convencida de que resultaría desdichadísimo.
Ese matrimonio tiene que consumarse.
¿Quién te dice que, cooperando a ese matrimonio disparatado, no destruyes en germen un futuro padre de la Iglesia? Y ahora se me viene a las mientes una gran idea.
Es lo más conveniente, para él y para ella, que el matrimonio no se realice.
Pero no tienes razón en calificar de acción indigna el impedir ese matrimonio.
Observemos, no obstante, que nunca se multiplican ni recrudecen tanto las sátiras contra el matrimonio como en los tiempos de decadencia y senectud moral.
De común acuerdo, el matrimonio y el fraile determinaron pedir al obispo, con humildad, pero con energía, que obligase al seminarista a cumplir la ley de Dios y la ley de los hombres.
Impidiendo el matrimonio, ¿decretamos que Angustias sea una desgraciada? Yo digo que no, eso es pan de todos los días.
Si te avienes con lo ocurrido, y consientes en el matrimonio.
Don Restituto y doña Basilisa, los señores de Neira, marqueses de San Madrigal, constituían un matrimonio bien avenido y estéril.
Estos señores de Neira eran un matrimonio sin hijos, riquísimos, muy metidos por la Iglesia.
¿Necesito pintar el efecto que produjo esta carta en el atribulado matrimonio? Seguramente que no.
Pensativo dejó al matrimonio el desengañado parecer de don Justo, pero todavía se atrevió Simón a hacer este pequeño reparo:.
Aceptó Juana la pretensión de buen grado, y se celebró en su día la boda, con la posible solemnidad, y como Simón, huérfano de padres años hacía, y sin pizca de parentela en el mundo, poseía en su pueblo, por herencia, una casuca con su poco de balcón a la plaza, trasladóse a ella el flamante matrimonio.
Este uno se llamaba Simón Cerojo, que había logrado interesar el corazón de una moza de un pueblo inmediato, la cual moza le trajo al matrimonio cuatro mil reales de una herencia que de repente un año antes de que Simón la pretendiera.
Y cuando ese autor es un novelista de primer orden, un pintor de costumbres como ha visto pocos nuestra Península desde Cervantes acá, un hombre de agudo ingenio, rico de observación, y en donaires y gracias de decir excelente, natural es que emplee el método contra los fisiólogos, y que, convirtiendo la defensa en ataque, en vez de vindicar directamente el matrimonio, ponga y clave en la picota de la sátira a la , que dice Jovellanos.
¿Qué le sucedería a Anselmo? ¿Estaría enojado? ¿Sería contrario al matrimonio de don Pedrito y Angustias? ¿Habría averiguado que el anónimo al Padre Alesón era obra de Felicita? ¡Dios mío, Dios mío, qué incertidumbre congojosal Felicita lloraba silenciosamente, deseando la muerte.
La razón era que hacía tiempo el señor Colignon había prestado al matrimonio Pinto mil pesetas, sin recibo ni documento alguno comprobatorio, y la Pinta premeditaba sangrar nuevamente al sanguíneo y rubicundo confitero, y aliviarle de un regular chorro de pesetillas.
El matrimonio se miraba sonriendo.
El matrimonio fue al poco tiempo de realizado un motivo de satisfacción para don Juan, que aunque no odiaba a su hermana se alegraba de sus desgracias, hijas de la imprevisión.
Dedicóse a criar a sus hijos, es decir, a los hijos de su segundo matrimonio, pues el pobre Juanito siempre había sido tratado con falso cariño, con un desvío encubierto, como si doña Manuela quisiera vengar en el pobre chico el haber sido poseída por su difunto padre.
El matrimonio tomó asiento en el sofá, lugar preferente del salón, honra que hizo enrojecer de orgullo a la antigua criada.
Siete años duró el matrimonio, y su único fruto fue Juanito, a quien pusieron tal nombre por apadrinarle el hermano de Manolita, o más bien, doña Manuela, pues el estado de maternidad, ensanchando sus macizas carnes de matrona, habíanla dado un aspecto respetable y majestuoso.
El regimiento tuvo que salir de Pluviosilla, y el matrimonio quedó aplazado.
Las niñas hablaban entre sí, haciéndose preguntas sobre sus trajes o lo que habían hecho durante el día anterior, y nadie se acordaba del matrimonio Cuadros, que permanecía en el sofá como clavado, mirándose los pies y sin saber cómo salir de allí, por no molestar a los que hablaban.
Al marido fiel y bondadoso apenas lo nombraba, como si su matrimonio hubiese sido de algunos días, y en cambio, de aquel calavera que tanto la hizo sufrir habíase forjado después de muerto una figura ideal, y ya que no de sus virtudes, hablaba a todos de su talento, pintándolo como un sabio ilustre, cuya ciencia no había podido apreciar el mundo.

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