Ejemplos con marsellés

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dupar es el nombre castellanizado del marsellés Antoine Duparc o Dupard, escultor, pintor y arquitecto nacido en el seno de una familia de imagineros y retablistas.
Sus obras constituirán todo un referente para escultores europeos posteriores, como el marsellés Antoine Duparc.
Sus obras constituirán todo un referente para escultores franceses posteriores, como el también marsellés Antoine Duparc.
Hija del escultor y arquitecto marsellés Antoine Duparc, nacida durante la estancia de éste en Murcia y donde se la conoce como Francisca Dupar.
Los cuatro ángulos formados por cada uno de los pilares principales albergan estatuas monumentales representando los cuatro evangelistas, obra del escultor marsellés Louis Botinelly.
Su flow se reconoce gracias a su acento marsellés.
Ajedrez marsellés o ajedrez de dos movimientos: después del primer turno de la partida en la que el blanco juega un único movimiento, cada jugador mueve dos veces por turno.
El marsellés tenía esa amargura y esa personalidad de los mediterráneos excesiva, aparatosa, unida al patriotismo petulante y exaltado de los franceses.
El marsellés, que se llamaba, no sé si de nombre o de apodo, Tiboulen, era, por otro estilo, un hombre molesto.
Ugarte y un marsellés nos fastidiaban con frecuencia, Ugarte era el eterno descontento, la mala alimentación, la humedad, el frío, todas las molestias naturales en una cárcel de aquel género, le tenían fuera de sí, y sus protestas no le servían mas que para estar encadenado y en el calabozo.
El marsellés tuvo que hacer un esfuerzo para acordarse.
Se decía que era un oficial Y el marsellés pasó a hablar de las noticias de la guerra, mientras Ulises pensaba que el ejecutado no podía ser otro que Von Kramer.
Como atraídos por la confusión oral, los mismos franceses olvidaban su idioma, hablando el dialecto marsellés, que conserva rastros indelebles de su origen griego.
Un negociante marsellés amigo de Ferragut se acordaba de que, algunos meses antes, había sido ejecutado un espía alemán sorprendido en el puerto.
El marsellés de paño pardo fino con adornos rojos y azules daba singular elegancia a su cuerpo, así como el ladeado sombrero portugués, con moña de felpa negra y cordón de oro.
Se pensó después en una cenefa que hiciera el papel de friso en todo lo largo del salón, mas como ninguno de los artistas sabía tallar bajo-relieves, ni se conocían las maravillas del cartón-piedra, se convino en que lo mejor sería comprar un listón de papel pintado en los almacenes de un marsellés recientemente establecido en la calle de Majaderitos.
Estiróse el marsellés y el pantalón de punto, se inclinó ligeramente más hacia la izquierda, el cordobés y siguió para el casino.
En efecto, hasta recuperé el dinero, que estaba en el marsellés del facineroso.
Antoñuelo, merced a lo ganado durante aquel año, había conseguido patentizar su amor a las galas típicas, y su figura, que habíase redondeado un tanto, había acrecido en gentileza y en elasticidad, un ceñidor asomaba por bajo del marsellés de urdimbre gris perfectamente entallado, el pantalón, de la misma tela, modelaba sus caderas a modo de malla, su calzado era pulido, todo cuanto ganara casi en sus expediciones a los pueblos próximos, gastábalo en ataviarse con arreglo al gusto imperante entre los que han tenido el buen gusto de no divorciarse de lo típico y de lo tradicional, tan bello y tan sugestivo.
En este intervalo el patrón se había quitado su marsellés y su camisa, y asegurándose los pantalones en las caderas, sin quitarse los zapatos ni medias, que no los usaba, se puso un dedo sobre la boca, como dando a entender que guardasen profundo silencio, se deslizó al mar, nadando hacia la orilla con tanta precaución, que era imposible oír el menor ruido.
Cuando Joseíto fue presentado por Antoñico en casa de los Soniche, donde aquella noche parecía haberse dado cita la plana mayor de las hembras de tronío y de los hombres de más cartel, abandonó un momento María de los Dolores el grupo que animaba con sus donaires y sus graciosos decires y quedóse mirando como una tonta a Joseíto, que lucía en airosa actitud su cuerpo gallardo, su marsellés de pana obscura, que contorneaba con elegante ductilidad su busto armónico y fuerte, el negro ceñidor, que apretábale la esbelta cintura, el pantalón de igual tejido que el marsellés, que tras ceñírsele estallante en la cadera y en el muslo redondo como una columna, abotinábasele rugoso y amplio sobre los calados brodequines, la blanca pechera de la camisa de áurea botonadura, el rico pañuelo granate que lucía a modo de corbata con artístico desaliño, el amplísimo pavero con el que jugueteaba su ruano, y su rostro, en fin, redondo, terso, lleno de juveniles frescores, de mejillas en que azuleábale la barba en tonos esfumados, de ojos garzos de miradas adormecidas, de tez trigueña y tostada por soles y vientos, de pelo obscuro artificiosamente encaracolado sobre las sienes, y de boca que dejaba libre, merced a una sonrisa, siempre en ella huésped simpático, la dentadura, si algo desigual, blanca como la de un etíope.
Antonio estaba elegantemente ataviado, el sastre del barrio habíase confiado en su palabra honrada, y merced a su ayuda lucía nuestro mozo, con elegante desenvoltura, un elegante marsellés, y pantalón que dibujaba sus caderas armónicas y caía graciosamente abotinado sobre el calzado pulido de charol, la pechera de la nívea camisa era el bizarro alarde de una bordadora privilegiada.
-¡Hola, bien venido, Edmundo! -dijo con un acento marsellés de los más pronunciados, y con una sonrisa que descubría unos dientes blanquísimos.

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