Ejemplos con maquinal

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El silencio con que acogían estas explicaciones los dos clientes le hizo abandonar su oratoria maquinal para fijarse en ellos.
No quería comer, la emoción había paralizado su apetito Y una vez sentado a la mesa, comió más que nunca, con una avidez maquinal y distraída.
Llevado de sus piernas autónomas, Santiuste se vio muy cerca de aquella gente, y con maquinal impulso, movido del hambre que sentía, alargó una mano en demanda de algo de comer, pero, sin olvidarse de que debía parecer mudo, sólo echó de su boca sonidos inarticulados, que a su parecer imitaban perfectamente el ladrido de los que perdieron o no adquirieron jamás el uso de la palabra.
Guillermina, dejando su mantilla y su libro de misa sobre el sofá, desempeñaba junto a Mauricia las obligaciones más penosas del arte de cuidar enfermos, acometiendo con actividad maquinal las faenas más repugnantes, como persona que tiene la obligación y la costumbre de hacerlo.
¡Qué angelito! ¡sin saber lo que hacía! Pues qué, ¿casarse es un acto insignificante y maquinal como beber un buche de agua? ¿Puede alguien casarse sin saber que se casa? Hija mía, ese argumento guárdelo usted para cuando hable con tontas, que conmigo no vale.
Echó a andar hacia Madrid por el polvoriento camino del antiguo Campo de Guardias, y volviendo a mirar su reloj por un movimiento maquinal, tampoco entonces se hizo cargo de la hora que era.
Era buena cristiana, iba a misa todos los días y rezaba el rosario con los criados todas las noches, pero en todo ello había algo de maquinal, de fórmula, costumbre o rutina, sin que Doña Antonia se metiese en honduras religiosas.
Los pensamientos todos, que durante años la atormentaban, y que hacía más de treinta horas habían cobrado mayor brío, se barajaron en tumulto, se rebelaron contra la voluntad, se hicieron independientes de ella, rompieron todo freno, y, buscando y hallando maquinal é instintivamente palabras adecuadas en que formularse, salieron del pecho en descompuestas voces.
Por un movimiento instintivo y maquinal, escondióse Franz todo lo que pudo detrás de la columna.
A pesar de esto, y temeroso de que no me dejaran llegar a la presencia de Cánovas, endilgué mi levita y chistera, y me fui con maquinal impulso al caserón de la calle de Alcalá.
Estaba pálido como su camisa y con un movimiento maquinal arrojó lejos de sí su cigarro, a pesar de no haberlo fumado más que hasta la mitad.
Su cabeza caía sobre uno de sus hombros, y sus piernas se doblegaban bajo su peso, todo su ser parecía obedecer a un movimiento maquinal en el cual no entraba ya para nada su voluntad.
¡Los cobardes habían cometido aquella iniquidad, obedeciendo más al pánico que los espoleaba, que a la voz de la caridad que apenas llegaba a sus oídos! Una inspiración del momento quizás un acto maquinal, le hizo coger un viejo tablero que había al alcance de sus manos, la desesperación le dio fuerzas, y le arrojó hacia atrás, por encima de su cabeza, tan a tiempo, que,cayó sobre el brazo de Polinar en el momento en que éste le dirigía una puñalada.
Levantose Pablo, imitole Nisco, y ambos, después de dar una vuelta maquinal por el cierro, sin hablarse palabra, volviéronse a Cumbrales, mudos también: pensativo, pero no triste, el uno, acongojado, lacio y gemebundo el otro.
»-Adiós -me dijo, al fin, estampando un beso, frío y maquinal, en mi frente.
En los corrientes y ordinarios sucesos de la vida, su corazón y su cabeza marchaban al unísono y como un péndulo de compensación, pero en cuanto las cosas la llegaban al alma, se recogía maquinal y súbitamente dentro de sí misma, y ¡adiós frescura, y lucidez, y fortaleza! Corazón, inteligencia, juicio.
Todos estos movimientos eran realizados por él de una forma maquinal.
Un rumor acogía sus palabras, un cansancio maquinal se apoderaba de los mineros.
Y el viejo, soltando a Montparnasse, le puso en la mano su bolsa, a la que Montparnasse tomó el peso, después de lo cual, con la misma precaución maquinal que si la hubiese robado, la dejó caer suavemente en el bolsillo de atrás de su pantalón.
La niña, con aquel movimiento maquinal de sus delirios, giró al opuesto lado la frente, vio a la madre, y con la mano diestra le cogió una mano también:.
Pero entró, a pesar de la maquinal invitación.
La palidez era de un tono suave, delicado, que hacía muy buen contraste con el negro de andrina de los ojos grandes, soñadores, de movimientos bruscos, unos ojos que parecía que hacían gimnasia, obligados día y noche a las contorsiones místicas de una piedad maquinal, mitad postiza y falsificada.
Levantado de la cama al aclarar en las mañanas crudas de invierno, pero insensible a los rigores del frío y a la falta de descanso, la hora de la clase, el momento de salir, llegaba a sorprenderlo sin tiempo muchas veces de tomar el más ligero desayuno, absorto por completo en el trabajo, en ese trabajo maquinal del estudiante rutinario porfiando con el libro, haciendo, con un tesón de buey uncido al yugo, por grabar en su memoria lo que había intentado comprender la víspera, repitiendo en voz alta la lección del día, diez, cien, mil veces, seca la garganta, mareada la cabeza, invadido más y más por un confuso aturdimiento, por una inconciencia vaga en el ritmo automático de su incesante marcha a lo largo de la pieza.
Con gesto maquinal, paseó enseguida la vista en torno suyo.
En vez de alzar la cabeza para mirar a su interlocutora, Pelegrín la bajó según su hábito, por miedo maquinal.
-Pues lo siento, -respondió algo retrasado, pero maquinal y fríamente.
o no maquinal, se le llevó después a la boca, pero por otro impulso de mejor casta, le apartó de ella.
Por un impulso maquinal.
La inesperada ocurrencia de aquella mujer, delante de Lituca en quien tenía yo puestos los ojos y el pensamiento sin cesar, me desconcertó en tales términos, que no supe responderla más que con una risotada maquinal, y me hizo tan extraña impresión en los profundos del alma, que tomé la coincidencia como la voz de mi destino que me decía «ahora o nunca».
Mari Pepa acercándose de puntillas y asomándose a la alcoba de su padre cuando cesaban sus ronquidos estentóreos, mi tema, ya maquinal, de aconsejar a las señoras y al Cura que se acostaran, y durmieran y descansaran, la resistencia de todos a complacerme, aunque la pobre Lituca se estremeciera de frío en ocasiones y no pudiera levantar los párpados enrojecidos.

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