Ejemplos con mantenía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Febrer, que había escuchado la conversación, miró al que se mantenía aparte, como si su grandeza no le permitiera descender a los míseros regateos de este arreglo.
Mi padre era el único que se mantenía impasible, porque despreciaba lo cómico.
La vida en los hoteles más caros, el automóvil por meses, los trajes de grandes costureros para la mujer y la niña, los veraneos en las playas de moda, el patinaje invernal en Suiza, eran para él una especie de uniforme de respetabilidad que le mantenía en el mundo de los poderosos, permitiéndole entrar en todas partes.
Sólo a proa se mantenía visible el dorso saliente del cabo, emergiendo como una isla.
La telegrafía sin hilos le mantenía en contacto con el mundo.
La disciplina mantenía los rostros graves y fríos, pero tenía la certeza de que la encontraban hermosa y que detrás de muchas pupilas inmóviles se agitaba el deseo.
Cuando la tranquilidad era absoluta y el buque se mantenía inmóvil, con las velas caídas, pasando lentamente las estrellas de un lado a otro de sus mástiles, las delicadas medusas, que la más leve ola puede desgarrar, subían a la superficie, flotando entre dos aguas en torno de la isla de madera.
El Océano podía convertirse en una masa de bacalaos: cada uno llegaba a dar hasta nueve millones de huevos Los hombres habían caído sobre el más fecundo de los peces, y el bacalao mantenía flotas inmensas, creando además colonias y ciudades.
El matrimonio albergado en la pequeña estación era la única muestra de la especie humana que se mantenía en esta soledad, temblando de fiebre, haciendo frente al aire corrompido, a la picadura envenenada del mosquito, al fuego solar que sacaba del barro vapores de muerte.
Este belitre iba a estorbar con su presencia el deseado encuentro, tal vez se mantenía a su lado por el deseo de ver y saber Y aprovechando una de sus rápidas ausencias, Ulises se alejó por la larga vía Partenope, siguiendo la baranda que da sobre el mar, fingiendo interesarse por todo lo que encontraba, pero sin perder de vista la puerta del hotel.
Cuando se vió, en un amanecer, frente al puerto de Palermo, que empezaba a extinguir sus luces, Ferragut pudo dormir por primera vez, dejando encargado a uno de los marineros la vigilancia del buque, que se mantenía con el velamen recogido.
Les era necesario mucho tiempo para aproximarse unos a otros, pero el maravilloso aparato los mantenía en incesante comunicación, como un grupo de camaradas que conversan plácidamente haciendo el mismo camino.
Sólo su quilla se mantenía en el agua.
Adela no sin esfuerzo se mantenía en su mecedora, que unas veces estaba cerca de Ana, otras de Lucía, y vacía las más.
Era enorme, y a pesar de su edad, se mantenía erguido.
Y el compañero se mantenía de pan seco, impetraba el auxilio de los camaradas menos pobres que él, dormía al raso, para llevarla en la inmediata visita un ramo de flores.
¡Ay, Señor, Dios mío! ¡Y pensar que hubo una época en que el cabildo mantenía a sus expensas, dentro del templo, talleres de pintores de vidrio, de plomeros y qué sé yo cuántos más, pudiendo hacer grandes obras sin buscar auxilio fuera de casa! Si se rompe una casulla, aún nos quedan para componerla tiras bordadas con santos y flores, que son una maravilla.
La última creencia, la postrera, que aún se mantenía erguida como un monolito en medio de ruinas, explicando el origen de la creación, se vino abajo.
Gabriel se mantenía cerca de la puerta, sabiendo que por ella entraban los que vivían en el claustro alto.
Los desolados campos eran el talismán que mantenía íntimamente unidos a los huertanos, en continuo tacto de codos: un monumento que proclamaba su poder sobre los dueños, el milagro de la solidaridad de la miseria contra las leyes y la riqueza de los que son señores de las tierras sin trabajarlas ni sudar sobre sus terrones.
Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y a lo largo de la ribera de piedra, puestas en fila, estaban las bestias a la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes agitadas por nerviosa inquietud, caballos de labor, fuertes pero tristes, cual siervos condenados a eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos a todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro.
¿Confortado con esperanzas y consuelos del padre Cifuentes, aquel corazón cuyo frío egoísmo le mantenía siempre fresco e insensible, como un cadáver entre témpanos de nieve?.
Nucha, viéndose libre, callaba, pero se mantenía a la defensiva.

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