Ejemplos con manguitos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El uso de éstos les estaba también permitido a los clérigos, pero como éstos podían recibir la Eucaristía sobre la mano descubierta, entonces los guantes dieron lugar a los manguitos.
Resaltan los manguitos o mangos que cubren el brazo y parte del antebrazo, logrado de la moda renacentista española.
Y los manguitos, las capas y los abrigos de todas clases quedan en situación de reemplazo hasta el año próximo, no sin espolvorear antes sobre ellos alcanfor y pimienta quebrantada.
Estupiñá abría todas las mañanas, barría y regaba la acera, se ponía los manguitos verdes y se sentaba detrás del mostrador a leer el.
Felicísimo, pongamos un revuelto oleaje de pliegues negros, el cual o no es cosa ninguna o debe llamarse levitón, más que por la forma, por el ligero matiz de ala de mosca que en las partes más usadas se advierte, derivemos de este levitón dos cabos o brazos que a la mitad se enfundan en manguitos verdes con rayas negras como los mandiles de los maragatos, y hagamos que de las bocas de esos manguitos salgan, como vomitadas, unas manos, de las cuales no se ven sino diez taponcillos de corcho que parecen dedos.
Cuando Monsalud estaba libre del servicio iba a buscar a Bragas, el cual limpiaba una tras otra las amarillentas plumas, guardándolas en el cajón con tanto cuidado como guarda un cirujano sus instrumentos, se quitaba después los manguitos negros, se desperezaba, y tomando con la diestra mano el sombrero, y despidiéndose con la zurda de D.
En una tarde de «trabajo», cualquier mendigo un poco acreditado saca de ocho a diez pesetas, es decir, el sueldo de jefe de tercera de cualquier negociado, y no tiene que aherrojarse en la covachuela, ni ponerse los manguitos, ni tocarse con un gorrito absurdo.
De inmediato aprendió la ciencia del sombrero, del vestido, de la bota, de los manguitos, de la tela de moda, del color que mejor sienta, esa ciencia que hace a la mujer parisiense tan seductora, tan profundamente peligrosa.

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