Ejemplos con manecita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La miss alargó su manecita enguantada de blanco y sacudió con una rudeza gimnástica la diestra de Febrer.
Sentía tal voluptuosidad penetrante teniendo a su hijo colgado a sus pechos, mirándola con ojos graves, acariciándole la cara con su manecita mientras saciaba ávidamente el apetito, que no cambiaría aquellos momentos por todos los goces de la tierra.
Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados, aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos, aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada, aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha, aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.
Háblale, salúdala con tu manecita, y con tu media lengua dile que la quieres mucho, que estás aquí con tu abuelito, y que también tu abuelito la quiere.
Entre ellas, una muy linda, que no tendrá más de cinco años, me hace mil carantoñas, se sube a mis rodillas, no se contenta con un cuarto ni con dos, y metiendo su manecita en mi bolsillo, me saca la única peseta que hay en él.
Y le movía la manecita para hacerle saludar a las dos mujeres hasta que doblaron la esquina de la calle del Bastero.
Y adelantándose con los brazos abiertos fue para abrazarla, pero ella, hurtando el cuerpo, le tendió una manecita fresca, recién lavada con agua y colonia.
La aurora, que sólo tenía apoyado uno de sus rosados dedos en aquel rincón del orbe, se atrevió a alargar toda la manecita, y un resplandor alegre, puro, bañó las rocas pizarrosas, haciéndolas rebrillar cual bruñida plancha de acero, y entró en el cuarto del capellán, comiéndose la luz amarilla de los cirios.
donde nadie reconozca una manecita de mujer, hay que pintarlo vívido,.
María reconoció su efigie, decapitada, con el Niño en brazos, intacto, ostentando en la manecita el mundo.
Celinina elevó su manecita, y con expresión religiosa y acento y pronunciación clarísima, dijo:.
Introducida la fregona a presencia de la corte, sacó de debajo de la asquerosa piel una manecita de marfil ligeramente sonrosada, hicieron la prueba, y el anillo se ajustó a su dedo de tal manera que los cortesanos no acertaban a volver de su asombro.
Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados, aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos, aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada, aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha, aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.
Háblale, salúdala con tu manecita, y con tu media lengua dile que la quieres mucho, que estás aquí con tu abuelito, y que también tu abuelito la quiere.
Una vez el prócer alzó lentamente la manecita virginal hasta la altura de sus labios y la rozó con ellos, sin que el beso llegara a ser.
Entre ellas, una muy linda, que no tendrá más de cinco años, me hace mil carantoñas, se sube a mis rodillas, no se contenta con un cuarto ni con dos, y metiendo su manecita en mi bolsillo, me saca la única peseta que hay en él.
de menudos cascabeles, y antes de que asomase la fornida persona del ama, la duquesa sonrió a una manecita pálida, hoyosilla: una manecita de diez meses que esgrimía un sonajero de plata.
-Vuestra gracia está en lo cierto -replicó míster Podgers, echando un vistazo sobre la manecita regordeta de dedos cortos-: «el monte de la luna» no está desarrolla­do.
La manecita fija que.

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