Ejemplos con malacara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aragonés, Federico Gómez, Pablo Arizmendi y Manuel Jurado Malacara.
Por Antonio Malacara Mariano González/ León entre dos inundaciones.
¡Curioso!observó el malacara después de largo rato.
Pero su dueño, comprendiendo que le costaría mucho trabajo curarlosi esto aún era posiblelo carneó esa tarde, y al día siguiente al malacara le tocó en suerte llevar a su casa, en la maleta, dos kilos de carne del toro muerto.
Los hilos están muy estiradosobservó aún el malacara, tratando siempre de precisar lo que sucedería si.
¿Pasó? ¿Por aquí?preguntó descorazonado el malacara.
El hombre dijo que no iba a pasarse atrevió, sin embargo, el malacara, que en razón de ser el favorito de su amo, comía más maíz, por lo cual sentíase más creyente.
Sobre el cielo pálido y frío, sus siluetas se destacaban en negro, en mansa y cabizbaja pareja, el malacara delante, el alazán detrás.
Evidentemente, no era por allí por donde el malacara pasaba.
El malacara y el alazán, algo sorprendidos de aquel paso que no conocían, miraron perderse en el valle al hombre presuroso.
De aquí que el malacara y el alazán tuvieran fe en el alambrado que iba a construir el hombre.
Al honrado malacara, sin embargo, se le ocurrió de pronto que las vacas, atrevidas y astutas, impenitentes invasoras de chacras y del Código Rural, tampoco pasaban la tranquera.
Hay que advertir que el alazán y el malacara poseían desde esa madrugada, alta idea de sí mismos.
De la profundidad del monte, el malacara respondía a los relinchos vibrantes de su compañero, con los suyos cortos y rápidos, en que había sin duda una fraternal promesa de abundante comida.
Lo más irritante para el alazán era que el malacara reaparecía dos o tres veces en el día para beber.
Pero de pronto el malacara, con su soga a rastra, se internaba en el chircal, y cuando el alazán, al darse cuenta de su soledad, se lanzaba en su persecución, hallaba el monte inextricable.
Esto sí, de adentro, muy cerca aún, el maligno malacara respondía a sus desesperados relinchos, con un relinchillo a boca llena.
Allí estaba el malacara, deshojando árboles.
La cosa era muy simple: el malacara, cruzando un día el chircal, había hallado la brecha abierta en el monte por un incienso desarraigado.
Caminando, comiendo, curioseando, el alazán y el malacara cruzaron la capuera hasta que un alambrado los detuvo.
Sí, alambrado,asintió el malacara.
Es yerba,constató el malacara, haciendo temblar los labios a medio centímetro de las hojas coriáceas.
No, no pasamos,repuso sencillamente el malacara, convencido por la evidencia.
Un día llegó a la estancia un gaucho viejo, bastante haraposo, jinete en un malacara flaco, pobremente aperado.
El peón en seguida salió, pero cuando alcanzó al jinete que le habían enseñado, dándoselo por viejito haraposo montado en un malacara flaco, se encontró con un gaucho de unos treinta años, muy elegantemente vestido y que galopaba en un magnífico pingo oscuro, cubierto de aperos de plata.
-Mira, Florentino -le dijo al joven-, toma del palenque ese zaino malacara que hice ensillar para ti, y vamos hasta el corral a ver cerdear tus yeguas.
Florentino oyó ese «tus yeguas» sin chistar y montando en el zaino malacara, se fue a juntar con su tío.
El comisario Soriano tenía aviso de que, a las seis de la tarde, estarían en la orilla de las quintas del pueblo el sargento y su milico, con los tres presos que debían traer de la alcaidía del cuartel séptimo del partido, y a las cinco y media, mandó ensillar su malacara para ir a recibirlos.
El comisario se había apeado en lo seco, y, recostado en el malacara, se acariciaba la pera, rezongando con rabia, entre dientes.
-«Cuatro mudas de cuatro caballos, y llegaríamos volando, pero ¿de dónde saco ocho caballos de pecho? Juan, agarra los dos tordillos, Pedro, saca el rosillo y el malacara.

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