Ejemplos con majestuosa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Podía ver y oír de cerca a aquellos hombres que sabían pronunciar discursos como los que él había leído tantas veces en las reseñas de las sesiones, discursos llenos de substancia y elocuencia, discursos que le revelaban oradores de majestuosa apostura y de irresistible autoridad, hasta en el menor de sus ademanes.
Al fin iba a saber Ulises dónde ocultaba la doctora su majestuosa personalidad.
Los bélicos instrumentos lanzaron una música de gloria, el mismo toque que saluda la presencia del jefe del Estado, de un general, de la bandera desplegada Era un homenaje a la justicia majestuosa y severa, un himno a la patria implacable en su defensa.
Las yucas alzaban su cabeza majestuosa, perpetuamente coronada, las hiedras exhalaban leve aroma campesino, siempre más grato que el tufo de la cera.
Era vergonzoso que el hombre, que sólo aparecía un instante sobre el planeta, un minuto, un segundo, pues su vida no equivalía a más ante la vida de la inmensidad, pasase este soplo de existencia peleándose con el semejante, robándolo, agitado por la fiebre del despojo, sin gozar siquiera la majestuosa calma de la bestia feroz, que, cuando ha comido, reposa, sin ocurrírsele causar daño por vanidad o avaricia.
Detrás de ella lucía el retablo del altar mayor su majestuosa fábrica de un dorado suave y viejo: todo un mundo de figuras representando, bajo calados doseletes, las diversas escenas del drama de la Pasión.
Siguió cultivando su jardín, con la melancólica satisfacción de considerarse a cubierto de los males revolucionarios al abrigo de aquel coloso de piedra que imponía respeto con su majestuosa vetustez.
La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.
Al trote largo atravesaron las calles de Azpeitia sin hacer caso de los bandos del alcalde y las multas impuestas, y con riesgo de atropellar a cada paso a los pobres alpargateros que trabajaban en los umbrales de las tiendas y a los chiquillos que por todas partes pululaban, entraron al fin en el trozo de carretera que lleva en línea recta al prado de Loyola En el fondo, sombreado por la alta cumbre del Izarraiz, destacábase la majestuosa mole del Real Colegio y Santuario trazados por Fontana, rico joyel construido por una reina para engarzar la casa de un santo.
El respetable Butrón acogía aquellos homenajes con majestuosa sonrisa, y temiendo ver entrar de un momento a otro a Currita, recomendó de nuevo a los íntimos la mayor discreción, con respecto a esta, era necesario ocultarle el plan de la junta y entusiasmarla con la idea del baile, haciéndole creer que con ello ponía el partido en sus manos el éxito del proyecto.
La señora de López Moreno, gorda y majestuosa como las talegas de su marido, contraía sus gruesos labios para chupar un cigarrito de papel, y reíase maternalmente al ver a su hija Lucy, recién salida del colegio, dar pequeñas chupadas en el cigarro mismo de Angelito Castropardo.
Extendíase al frente el prado, verde, risueño, lleno de luz y de alegría, con una fuentecilla alegre y bullidora que por cuatro caños murmuraba, a la izquierda, alzábase la majestuosa mole del Colegio, adelantando el soberbio pórtico de su iglesia como adelantaría un soldado de Cristo el fuerte brazo mostrando un crucifijo, elevando la grandiosa cúpula como elevaría al cielo la frente, buscando allí la fortaleza, el impulso, la luz.
Da vez en cuando enmudecía el coro y sonaba majestuosa la voz de don Joaquín soltando su chorro de sabiduría.
Su ama, una señorona majestuosa, lo recibía en el comedor de su casa.
¡Yo!gritó doña Manuela poniéndose en pie, con llamaradas en los ojos y la majestuosa nariz agitada por la indignación.
¡Qué tardecita pasaron las de Pajares! Exteriormente fueron las de siempre, las niñas contestaron con mohines graciosos a los saludos de los amigos, y la mamá, altiva y majestuosa, cobijándolo todo con su mirada de protección.
¡Valiente posición! Compadeció la ignorancia de la joven y estuvo próximo a decirle que todo aquel lujo era imbécil fatuidad, pura bambolla, pero sintióse dominado por sus temores de niño sumiso y obediente, y hasta en el vacilante resplandor del inmediato farol creyó ver el rostro de mamá contraído por un gesto de indignación majestuosa.
Juanito, contagiado por el ardor de pelea que reinaba en las alturas, sentía tentaciones de gritar que aquello era fastidioso y lo de los cinco mil francos un robo, pero callaba, por miedo a los energúmenos artísticos, y consolábase mirando abajo las rojas filas de butacas, donde se destacaban los lindos sombreros de sus hermanas y la majestuosa capota de mamá.
Las hermanitas, vestidas unas veces con trajes de sociedad, obra de una modista francesa, y que todavía estaban por pagar, graciosamente disfrazadas otras de labradoras, de o de calabresas, Rafael, de etiqueta, embutido en un gabán claro, tan corto de faldones que parecía una americana, y la mamá satisfecha del éxito alcanzado por sus niñas, y a pesar del cansancio, sonriente y majestuosa con su vestido de seda, que crujía a cada paso, y encima el amplio abrigo de terciopelo, Juanito contemplaba con el cariño de un padre este desfile desmayado que iba en busca de la cama, arrojando al paso en las sillas los adornos exteriores.
Doña Manuela, con la majestuosa nariz inflamada, como si fuese un pavo, hubo de pasarse la servilleta por la húmeda frente.
El sueño entornaba mis párpados, e iba yo a recogerme, cuando grave y majestuosa sonó la campana mayor del templo parroquial.
¡Las campanas de la ciudad natal! Grave y solemne la de la Parroquia, gritonas y disonantes las del Cristo, destemplada la de San Antonio, muy compasada y majestuosa la del convento franciscano.
La primera vez que Maxi lo observó, movíase el disco con majestuosa lentitud, y era tan hermoso de ver con su coraza de tablitas blancas y rojas, parecida a un plumaje, que tuvo fijos en él los tristes ojos un buen cuarto de hora.
Así que logró remediar el percance, hizo trotar a su mula, y no se oyó en el camino más voz que la del nordeste, que allá a lo lejos, sacudiendo castañares y robledales, remedaba majestuosa sinfonía.
Era la señorial mansión de Limioso, un tiempo castillo roquero, nido de azor colgado en la escarpada umbría del montecillo solitario, tras del cual, en el horizonte, se alzaba la cúspide majestuosa del inaccesible Pico Leiro.
Experimentaba el jinete indefinible malestar, disculpable en quien, nacido y criado en un pueblo tranquilo y soñoliento, se halla por vez primera frente a frente con la ruda y majestuosa soledad de la naturaleza, y recuerda historias de viajeros robados, de gentes asesinadas en sitios desiertos.
—Sin embargo, no vivian completamente a sus anchas, en la época de que va hecha mencion, los inciviles y sueltos moradores de aquella majestuosa soledad, pues, amén de las importunidades ordinarias que a ciertas horas les ha acarreado siempre la vecindad del sendero humano, solia acontecer por entónces con demasiada frecuencia, que ladrones en cuadrilla, o no en cuadrilla, armados de terribles trabucos, acechaban allí a los viajeros inofensivos, y áun a la misma Justicia del Estado, como en lugar muy a propósito, por lo estratégico, para librar batalla a las leyes sociales.
Pero luégo se dominó bruscamente, y, encogiéndose de hombros, tomó el camino opuesto con majestuosa lentitud, sin volver la cabeza para ver lo que seguia ocurriendo en la plaza,—de donde salió, a punto que cesaron las voces y se oyó cerrar el porton.
Trinidad Muley, el Cura de Santa María, el Preste de la Procesion, revestido con capa pluvial de tisú de oro y plata, hecha como de molde para lucir sobre su ámplia y majestuosa figura.
Aquel mismo sol cuyos matutinos rayos habian alumbrado la solemne y conmovedora partida de Manuel Venegas, continuaba a las tres y media de la tarde su majestuosa marcha por el cielo, llevando en pos de sí las horas póstumas y sobrantes de un dia al parecer ya inútil, cuyo interes y juicio histórico dieron por concluidos tan de mañana todos los habitantes de la Ciudad.

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