Ejemplos con maestría

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Hoy fonciona con el sistema europeo definido en Bolonia con una maestría en cinco años.
Producto de este período fue también Aparición del Arcángel en casa de Tobías , obra en la cual se advierte la maestría en el manejo del color y la luz, aspectos en que es superior a sus maestros y único en América.
Durante el siguiente año trabajó y estudió simultaneamente consiguiendo un titulo de maestría en mamiferos de la Universidad de Columbia.
Maestría en ciencias en hidrometeorología con especialidad en oceanografía y meteorología física,.
La buhardilla, con sus arcos de ladrillo, es una demostración de maestría en la utilización de este material, al igual que puede verse en edificios como la Casa Batlló o el Colegio Teresiano de Barcelona.
Está considerada la mejor película del director de culto Darío Argento, junto a sus obras maestras: Rojo Oscuro y Suspiria, y supuso la opera prima de uno de los mejores directores de cine de terror y suspense, siempre con la maestría de construir lugares oscuros y asfixiantes.
Se puede también hacerse juez o abogado con la maestría de carreras judiciales y jurídicas.
Este personaje no participa activamente en los relatos de Tolkien, sino que es mencionado por su maestría y por la realización de armas como la daga Angrist y la espada Narsil.
También se le cita para recalcar la maestría de los artesanos del metal de Nogrod.
Asistió a la Normal Superior de México adquiriendo el titulo de Maestro de Enseñanza Media en la especialidad de Educación Cívica y Social, y el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales de la Universidad Veracruzana, donde terminó la Maestría en Desarrollo Regional.
Hoy Brioni conserva esa magnífica fama y sigue elaborando con la misma maestría y calidad trajes hechos a medida con infinidad de modelos y hechuras, aunque diversificando el negocio, ahora la mujer también es protagonista de esta alta maestría.
¿Se comprende ahora por qué al principio he confesado mi incompetencia para juzgar a Pereda? Porque yo no admiro sólo en él lo que todo el mundo ve y admira: el extraordinario poder con que se asimila lo real y lo transforma, el buen sentido omnipotente y macizo, la maestría del diálogo, por ningún otro alcanzada después de Cervantes, el poder de arrancar tipos humanos de la gran cantera de la realidad, la frase viva, palpitante y densa, la singular energía y precisión en las descripciones, el color y el relieve, los músculos y la sangre, el profundo sentido de las más ocultas armonías de la naturaleza no reveladas al vulgo profano, la gravedad del magisterio moral, la vena cómica, tan nacional y tan inagotable, y, por último, aquel torrente de lengua no aprendida en los libros, sino sorprendida y arrancada de labios de las gentes, lengua verdaderamente patricia y de legítimo solar y cepa castellana, que no es la lengua de segunda o de tercera conquista, la lengua de Toledo o de Sevilla, sino otra de más intacta prosapia todavía, dura unas veces como la indómita espalda de nuestros montes, y otras veces húmeda y , lengua que, educada en graves tristezas, conserva cierta amargura y austeridad aun en las burlas.
¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, , y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían! Pues ¿qué diré del chiste y garbo incomparable con que oprimía entre sus dientes de perlas, un pitillo ruso, lanzando al aire volutas de humo azul, mientras la contracción de sus labios destacaba la arremangada nariz y los hoyuelos de los arrebolados carrillos? ¿Qué de aquella su maestría en ocupar dos sillas a un tiempo sin que propiamente estuviera sentada en ninguna de ellas, y puesto que reposaba en la primera el espinazo, en la segunda los tacones? ¿Qué de la agilidad y destreza con que se sorbía diez docenas de ostras verdes en diez minutos, y bebíase dos o tres botellas de Rhin, que no parece sino que le untaban el gaznate con aceite y sebo para que fuese escurridizo y suave? ¿Qué de la risueña facundia con que probaba a sus amigos que tal anillo de piedras les venía estrecho al dedo, mientras a ella le caía como un guante? En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París.
Acabó por no ocultar la admiración que le inspiraba su maestría de navegante.
Mas si esperaba el duque algún fruto de acechar así por los cristales, cayole la pascua en viernes, porque la sueca, después de haber tocado con gran sosiego y maestría hasta media docena de mazurcas, se levantó con no menor majestad de la desplegada al entrar, y sin volver el rostro, tomó hacia la puerta.
El techo era de paja, pero las delgadas vigas que lo sostenían, colocadas simétricamente, y el tejido de blancos juncos que adhería a ellas la paja, estaba hecho con tal maestría por los montañeses, que presentaba un aspecto verdaderamente artístico.
Al cabo de cinco meses, se mantenía bastante bien en guardia, paraba los golpes rectos, atacaba con furia y saltaba hacia atrás con maestría.
Pablito miró a todos lados por precaución, y dejó escapar un silbido suave y prolongado con la maestría que le caracterizaba en este ramo del saber humano.
En las minas de galerías subterráneas, con sus peligros que exigen cierta maestría, el personal no era fácil de sustituir, necesitaba cierto aprendizaje.
Pasaban por los caminos de la montaña un sinnúmero de lisiados, que, al conservar la vida después de horribles catástrofes, proclamaban la maestría del cirujano.
Hízolo, en efecto, con notable maestría, en que creyeron descubrir algunos las macizas huellas del , y cuando cesó de hablar, las miradas significativas de todos se cruzaron de uno a otro lado.
Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba ¡! ¡! manejando con rara maestría una docena de ramales.
Era una muchacha, acompañada por un viejo guitarrista, y cantaba jotas con tal gracia y maestría, que Moreno no pudo menos de detenerse un rato ante ella.
Ni olvidará tampoco su partida precipitada, sin dar tiempo a recoger el equipaje, cómo ensilló con sus propias inexpertas manos la yegua, cómo, desplegando una maestría debida a la urgencia, había montado, espoleado, salido a galope, ejecutando todos estos actos mecánicamente, cual entre sueños, sin aguardar a que se disipase el corto hervor de la sangre, sin querer ver a la niña ni darle un beso, porque comprendía, estaba seguro de que, si lo hiciera, sería capaz de postrarse a los pies del señorito, rogándole humildemente que le permitiese quedarse allí en los Pazos, aunque fuese de pastor de ganado o jornalero.
Demostraba el jinete escasa maestría hípica: inclinado sobre el arzón, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, leíase en su rostro tanto miedo al cuartago como si fuese algún corcel indómito rebosando fiereza y bríos.
Y entónces fué de ver la maestría con que el público se reparte los papeles y funciona en tales casos sin prévio acuerdo.
El cirujano, que era famoso, habiéndole curado con grandísimo tiento y maestría, dijo que no era tan mortal la herida como él al principio habia temido.
No con menor lo cuento yo respondió don Quijote, y así, digo que el venerable Montesinos me metió en el cristalino palacio, donde en una sala baja, fresquísima sobremodo y toda de alabastro, estaba un sepulcro de mármol, con gran maestría fabricado, sobre el cual vi a un caballero tendido de largo a largo, no de bronce, ni de mármol, ni de jaspe hecho, como los suele haber en otros sepulcros, sino de pura carne y de puros huesos.
Ésa es la pena que yo tengo y la que tú debes tener, Sancho respondió don Quijote, pero, de aquí adelante, yo procuraré haber a las manos alguna espada hecha por tal maestría, que al que la trujere consigo no le puedan hacer ningún género de encantamentos, y aun podría ser que me deparase la ventura aquella de Amadís, cuando se llamaba el Caballero de la Ardiente Espada, que fue una de las mejores espadas que tuvo caballero en el mundo, porque, fuera que tenía la virtud dicha, cortaba como una navaja, y no había armadura, por fuerte y encantada que fuese, que se le parase delante.

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