Ejemplos con míseros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Después de una larga enumeración de los míseros alimentos tomados por los montañeses aparece la siguiente cita: .
Catilina, con hábiles maniobras demagógicas, reunión a todos en torno a un programa extremista, pero democrático: sus objetivos fundamentales eran la condonación de las deudas, la distribución de tierras a los que tuvieran menos y el rescate de los ciudadanos más míseros.
En el otro había refugio para los míseros, en este un látigo para los malvados.
Por un lado, se postula como candidato a la gobernación, el carismático ex-alcalde de Quibdó, su capital, Patrocinio Sánchez Montes de Oca, Ex-gerente departamental de Telecom, entre otros cargos, este abogado de frases exactas y de pasos milimétricos, cuenta con dos llamados a juicios por parte de la Fiscalía General de la Nación, pero con una alta popularidad en los sectores marginados de la ciudad por su amplia y conocida demagogia, exportada ahora a los otros míseros sectores del departamento.
Con estos míseros refuerzos, Cartimandua no pudo hacer frente a Venutio y se vio obligada a dejar su reino en manos de los insurrectos.
Tobey tiene un gran día en el que consigue la aprobación de una ley por el congreso, mientras Donna se vuelve a quejar por los míseros salarios del equipo de la Casa Blanca.
Febrer, que había escuchado la conversación, miró al que se mantenía aparte, como si su grandeza no le permitiera descender a los míseros regateos de este arreglo.
De tarde en tarde, pasos en el pavimento de estas calles morunas y ventanas que se entreabren con la ávida curiosidad de un suceso extraordinario, unos soldados que suben lentamente hacia el castillo por las empinadas cuestas, los señores canónigos que bajan del coro, con el pecho de la sotana brillante de grasa y el sombrero de teja y el manteo de color de ala de mosca, míseros prebendados de una catedral olvidada, pobre y sin obispo.
A la semana siguiente el fugitivo de Salta encontró hombres y durmió en viviendas que formaban míseros pueblos.
Al encontrarse con algún grupo de míseros compatriotas, intentaba reanimarlos lo mismo que cuando hablaba en la plaza pública bajo el aleteo de las banderas, coreado por trompetas y tambores.
Esos trabajadores míseros cuya vida es una continua lucha y un esfuerzo titánico y desproporcionado, son muchas veces felices, y el mar, su enemigo, el mar, el monstruo incomprensible, llena su existencia y hace su felicidad.
Otras avanzaban sus míseros troncos descarnados sobre unas piernas anchas y redondas de paquidermo.
Se necesita ser ciego para no ver el poderío de estos monarcas mundiales, cuyos abuelos fueron leñadores, barqueros o míseros prestamistas.
Último descendiente de una línea de míseros jornaleros del campo, había conseguido emanciparse de la servidumbre del terruño gracias a cierta viveza de ingenio demostrada en la escuela del lugar y a la protección de una señora vieja que le había costeado la carrera del sacerdocio.
En los míseros bohíos del pueblo gemían los conquistadores mal heridos, hambrientos, temblando de calentura.
Las piezas andrajosas, los gabanes de pieles de imposible despoblación, los calzados rotos, los arrojaban al mar, flotando en la estela del buque un rosario de míseros objetos.
Y así Juan Jerez, a quien la Naturaleza había puesto aquella coraza de luz con que reviste a los amigos de los hombres, vino, por esas preocupaciones legendarias que desfloran y tuercen la vida de las generaciones nuevas en nuestros países, a pasar, entre lances de curia que a veces le hacían sentir ansias y vuelcos, los años más hermosos de una juventud sazonada e impaciente, que veía en las desigualdades de la fortuna, en la miseria de los infelices, en los esfuerzos estériles de una minoría viciada por crear pueblos sanos y fecundos, de soledades tan ricas como desiertas, de poblaciones cuantiosas de indios míseros, objeto más digno que las controversias forenses del esfuerzo y calor de un corazón noble y viril.
Pedía lo que no podían darle, y reclamaba lo que en aquellos míseros pueblos no existía.
Eran míseros edificios construidos con mineral en la época que éste no era tan buscado, gruesos paredones agujereados por ventanucos, con balcones volados que amenazaban caerse y los pisos superiores de maderas carcomidas.
Gustosa del paseo, se internaba con su criada por las calles que menos conocía, como las del Grafal, San Bruno y Cava Alta, recreándose en los míseros comercios y tenduchos a estilo de pueblo que por allí veía, harto diferentes de lo que ostentan las calles centrales.
El que iba allá abajo, se hacía rico, si alguien lo dudaba, allí estaban para atestiguarlo los principales comerciantes de Valencia, con grandes almacenes, buques de vela y casas suntuosas, que habían pasado la niñez en los míseros lugarejos de la provincia de Teruel guardando reses y comiéndose los codos de hambre.
En cambio, no habia en el pueblo, ni en cien leguas a la redonda, quien le ganase a ceder su comida y su cama al desamparado mendigo, a cuidar personalmente a los apestados, a pasarse horas y horas dando alegre conversacion, llena de saludables consejos, a los presos de la Cárcel, a gastar los dias de nieve todo el dinero que tenía en comprar alpargatas a los niños descalzos, a sacar de bracero a tomar el sol a míseros viejos que se baldaban en sus lóbregos tugurios, a reconciliar, en fuerza de lágrimas o de puñetazos, y hacer abrazarse cordialmente, a los matrimonios malavenidos, a los adversarios que ya habian sacado las navajas, a las clases pobres con las ricas, cuando encarecia el pan y se armaba motin, a cada uno con su cruz, a los tristes con su tristeza, a los enfermos con su dolor, al penado con el castigo, al moribundo con la muerte.
Sobre tu losa me mataré y moriré diciendo: Aquí yacen unos niños tan felices ahora como eran infelices poco ha, y dos hombres, los más míseros del mundo.
Sí, filosofar es creer en Dios o reconocer que el mayor de los consuelos que tienen los míseros mortales, es confiar su destino a la protección misteriosa, omnipotente, de la religión.
E como los míseros navegantes estén assí suspensos en el ayre, con el meneo de su buelo caen e reciben crueles muertes.
, ¡hasta sobre el forro y las tachuelas del ataúd! Y pasó aquello, y vino el día del entierro y cuando el corazón se le partía en el pecho al ver que se llevaban a su madre entre cuatro tablas para dar pasto a los gusanos con aquellos míseros restos de la vida, comenzaron los saludos estúpidos, las caras grotescamente tristes, las falsas protestas de sentimiento.
Por compasión a su dolor y a sus lágrimas, se le ha permitido que lleve aquellos míseros despojos a su propio solar, donde hallarán sepultura menos indigna que en el fondo de una barranca, como las bestias.
¡Y era mi orgullo y mi regocijo! ¡Y cuando le soñaba entre los arreboles de su gloria coronando las canas de mi vejez, la desesperación le mata y la desdicha me ofrece su cadáver mutilado, y hasta la justicia humana le niega el triste consuelo de la sepultura en tierra bendecida para los hombres! ¡Donde le vi crecer lleno de vida y de esperanza, donde más le sonreía la ilusión de sus amores, se pudrirán sus míseros restos señalados con el horror de las gentes, sin compasión a las lágrimas con que yo regaré el mármol que los cubra!.
¿De dónde proceden estos perros sin amos, míseros seres privados de alimento y abrigo, objeto de toda clase de persecuciones? Proceden de los pobres, cuyos hijos, no pudiendo comprar juguetes, procuran en su lugar hacerse de perrillos chicos, los que después de pasar de cachorros con sus amos una vida de innumerables tormentos, cuando ya no divierten a los niños, o cuando se ha hecho más gravosa su manutención, son cruelmente echados a la calle.
Desahóguese en mi pecho el tuyo, tristes como tú busco yo, sólo me conviene la compañía de los míseros, harto tiempo viví con los felices.

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