Ejemplos con máquinas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hombres perfeccionan los juguetes útiles para su egoísmo y su bienestar, las máquinas, los medios de locomoción, pero aparte de esto, lo mismo se vivía antes que ahora.
Tengo un taller, montado con los últimos adelantos de la ciencia y de la industria, tres máquinas, una Wilson y otra Wheeler, para coser la caña, y una Johnson para hacer ojales, que puede que no haya media docena como ellas en toda la península.
Oíanse en la trastienda ahogados martillazos, alguna canción femenina y el repiqueteo de unas máquinas de coser.
De donde resulta el que haga moverse a sus personajes como máquinas o como víctimas fatales de dolencias hereditarias y de crisis nerviosas, con lo cual, además de decapitarse al ser humano, se aniquila todo el interés dramático de la novela, que sólo puede resultar del conflicto de dos voluntades libres o de la lucha entre la libertad y la pasión.
La calma augusta del mar se borraba con el batir de las hélices y el ruido sordo de las máquinas.
Eran las máquinas, que lanzaban estertores agónicos, al mismo tiempo que huía por la chimenea un torrente de humo denso como tinta.
consiguió igual éxito entre los cuarenta y cinco hombres que se fueron posesionando de las máquinas y los ranchos de proa.
Los acorazados echaban humo por sus triples chimeneas, prontos a hacer frente al mal tiempo con las máquinas encendidas.
Dos veces volvió con unos señores que examinaron el vapor minuciosamente, bajando a las máquinas y a las bodegas.
Un segundo proyectil abrió otra brecha en la popa ¡Mientras no sea en las máquinas! , pensaba el capitán.
Corría con todo el ímpetu de su marcha de superficie, pero el navegaba igualmente con el impulso forzado de sus máquinas a gran presión, y la distancia entre ambos buques se fué dilatando.
El capitán, por el tubo acústico que descendía a las máquinas, gritó órdenes enérgicas para que desarrollasen toda la velocidad.
Ferragut sentía placer con estos relatos de esplendores imperiales, palacios de oro, épicos encuentros y furiosos saqueos, mientras su buque navegaba cortando la noche y saltando sobre el mar obscuro, acompañado por el pistoneo de las máquinas y el batir ruidoso de la hélice, que a veces permanecía fuera del agua durante los furiosos balanceos de proa a popa.
Luego sonrió levemente, moviendo los hombros lo mismo que si hubiese escuchado algo absurdo ¿Acaso los alemanes tenían submarinos en el Mediterráneo? ¿Podía una de estas máquinas navegantes, pequeñas y frágiles, hacer la larga travesía desde el mar del Norte al estrecho de Gibraltar?.
Con aires de princesa reinante, precedida del capitán y seguida de los oficiales, corrió las dos cubiertas, se asomó a las galerías de hierro de las máquinas y al abismo cuadrado de las escotillas de carga, recibiendo el olor mohoso de las bodegas.
Todos estaban arriba, como si una atracción poderosa los hubiese arrancado de los sollados, del fondo de las bodegas, de los metálicos corredores de las máquinas.
Con él no había miedo a que entrase por descuido la ola de través que barre la cubierta y apaga las máquinas, o que el escollo invisible clavase su colmillo de piedra en el vientre del buque.
Ulises se había entusiasmado como navegante al ver su proa alta y afilada dispuesta a afrontar los peores mares, su esbeltez de buque veloz, sus máquinas sobradamente poderosas para un vapor de carga, todas las condiciones que le habían hecho servir de correo durante varios años.
Mientras uno duerme un rato, el otro se encargará de apuntar en esas malditas máquinas.
Y lo mismo los que se aprovechaban de los inventos del genio humano, máquinas, etc.
En el mundo económico se han hecho dueños de las máquinas y demás progresos, empleándolos como cadenas para esclavizar al obrero, obligándolo a un exceso de producción y limitando su jornal a lo estrictamente necesario.
Las máquinas, los descubrimientos de las ciencias positivas, todo lo que no se relacionaba con la divinidad y la vida futura, eran bagatelas para entretener a gentes locas y sin fe.
Ahoracontinuó, apoyando sus palabras con pataditas nerviosas, ahora, todo muerto por culpa del maldito Lyón, de esos gabachos que con sus máquinas endiabladas nos han arruinado.
Un taller que se perdía de vista, ocupando todo el último piso del caserón, un bosque de maderos y cuerdas, invadidos por las telarañas, una confusión de telares que, inactivos y muertos, parecían siniestras guillotinas, complicadas máquinas de tormento.
Desde que nuestra flamante civilización se olvidó del alma, desde que todo nuestro empeño se redujo a procurar comodidades al cuerpo y sublimar nuestras facultades físicas, desde que sólo pensamos en ferro-carriles para andar más deprisa, en telégrafos para hablar más alto, en máquinas para trabajar menos, en inventos para dormir mejor, en preservativos contra el calor y el frio, y en buscar medios de comer a una misma hora langostas del mar del Norte, chirimoyas de América y nidos de golondrinas del Japón, desde que nuestras casas están tan bien amuebladas, nuestros cuerpos tan adobados, perfumados, empolvados y reteñidos, nuestros dientes tan seguros en las encías, nuestros cabellos tan inamovibles en la cabeza, nuestra seguridad individual tan garantida por la Guardia civil, y nuestro derecho al Poder tan protegido por la Constitución, los dioses se han ido.
No tienen educación, son como máquinas, y se vuelven tan tontas más que tontería debe de ser aburrimiento se vuelven tan tontas digo, que en cuanto se les presenta un pillo cualquiera se dejan seducir Y no es maldad, es que llega un momento en que dicen: ‘Vale más ser mujer mala que máquina buena’.
Durante tres días, la historia aquella del huevo crudo, la mujer seducida y la familia de insensatos que se amansaban con orgías, quedó completamente olvidada o perdida en un laberinto de máquinas ruidosas y ahumadas, o en el triquitraque de los telares.
Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía.
Pero, volviendo a la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada que aquella imaginación que Sancho tuvo de burlar a su señor y darle a entender que la labradora era Dulcinea, y que si su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fue invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen, porque real y verdaderamente yo sé de buena parte que la villana que dio el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado, y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos, y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo, pura y sencillamente, sin enredos ni máquinas, y créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió, y cuando menos nos pensemos, la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.
Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras.

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