Ejemplos con lugareña

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De igual forma PEMEX da preferencia grandes proveedores foráneos en vez de los locales lo que ocasiona el empobrecimiento y la bancarrota de la economía lugareña.
Esta comedia fue plagiada por un tal Andrés de Mendoza en La lugareña orgullosa, obra olvidada muy pronto.
- El vestuario es todo lo que le caracteriza al hombre andino, con su terno negro de bayeta, camisa blanca manga larga, poncho negro o de color granate que la lengua lugareña lo identifica a ese color como cabritilla , llevan puesto sombrero blanco de lana, sandalias u ojotas de jebe, faja multicolor, y portan la infaltable vara de mando.
El paisaje es único con el gesto del Nela, que ha horadado la roca lugareña y ha construido un impresionante puente natural:.
¡Menudo sofocón iban a pasar las señoras que habían hecho mofa de sus resabios de lugareña! Pues ¿y cuando anunciara sus idas y venidas? ¿Y cuando historiase sus recepciones entonadas?.
Pero ¿qué se le había de hacer? En cambio, se declaró aquella casa, desde entonces, el centro de la buena sociedad del pueblo, y a doña Juana se le caía la baba de placer con las atenciones de que era objeto: sinceras unas, es verdad, por tratarse de gentes no mucho más avisadas que ella, e hijas otras de la diabólica intención de dar pábulo a las majaderías de la encumbrada lugareña, pero interesadas todas, porque, al cabo, en aquella casa se bailaba mucho y se cenaba bien, lo cual en ninguna parte se desdeña en estos tiempos.
Era una dama de agraciado rostro, de estatura menos que mediana, edad incierta entre los treinta o treinta y cinco, tipo de lugareña fina, modosa y bien criada, el habla dulce aunque no exenta de viciosas concordancias, vestida con el hábito de los Dolores, limpia, peinada con esmero y un poquito perfumada.
Algunas, ignorando, como ignoraban todas, excepto la Butrón y la de Bara, el modo cómo había de nombrarse la junta, dejaron escapar la idea entre sus misteriosos cuchicheos, y la señora de Martínez, con ingenua sinceridad, algún tanto lugareña, soltó esta frase, que hubiera provocado en otra ocasión las crudas sátiras de la de Bara:.
Martínez comprendió que había asomado la oreja lugareña bajo la piel del ministro cortesano, y entró en materia, dejando a un lado compasivos preámbulos y recetas caseras.
¿Por qué me enamoré de él? ¿Por qué cedí tan pronto? Por vanidad de creerme amada, por ligereza, por deslumbrarme como una rústica lugareña de sus cortesanas elegancias.
que este rasgo de malignidad lugareña, que esta calumnia de vecindad, que esta conjuración de comadres es indigna de un pueblo culto,—así como propia de gentes degradadas y ociosas, sin ambición ni porvenir, impotentes y nulas para todo lo grande y generoso.
Sí, señor, lo mismo la hija del Marqués o del Conde, que la del médico o el abogado y la del artesano o el campesino, así la doctora en amor de la metrópoli, como la tétrica de la ciudad sedentaria, y la díscola lugareña, todas hablan con el novio por el balcón, por la reja baja, por el tejado, por las rendijas de la puerta, por la tapia del huerto a la luz del sol, a la de la luna, a la de los faroles y a ninguna luz: ¡á la faz de los transeuntes, cuando los padres son gustosos, y de media noche para abajo, entre la una de la madrugada y el amanecer, cuando se opone la familia!.
Tú piensas que como soy lugareña creo cuanto me dicen.
Tú piensas que, como soy lugareña, creo cuanto me dicen.
¡Qué impaciencia! ¡Qué amor tan fuerte! No creí que una pobre lugareña como mi hija inspirase pasiones tan volcánicas.
Mira, Pepe, yo soy una lugareña, yo no sé hablar más que cosas vulgares, yo no sé francés, yo no me visto con elegancia, yo apenas sé tocar el piano, yo.
Busquemos, pues, á la genuina cordobesa donde no tengamos necesidad de profundizar ó de eliminar para hallarla: busquémosla en la lugareña, ya sea rica, ya pobre, ya señora, ya criada.
La lugareña es en extremo hacendosa.
La hetera de lugar es menos exigente, pedigüeña y antojadiza que las Coras, las Baruccis, las Paivas y otras famosas heteras parisinas, pero aquéllas son solas, se diría que nacieron como los hongos, y la lugareña tiene un diluvio de parientes, que se lanza y abate sobre la casa y la hacienda del mantenedor enamorado, como bandada de langostas hambrientas y voraces.
-¡Amén! -exclamó la lugareña sin poder contenerse, mientras Obdulia felicitaba a Bermúdez con un apretón de manos, en la sombra.
Hasta celos sentía la noble lugareña.
Y temiendo que la lugareña llevase la mejor parte en lo de profanar o no profanar, se apresuró a añadir:.
La Infanzón se lo contó a mamá que se moría de risa, la lugareña estaba furiosa.
Pero ¿estaba puesto en razón el desdén de Magdalena? ¿Merecía su ardiente pasión el pago que recibía? ¡Qué absurdo! ¿Quién podría, en buena justicia, negar que él era hermoso, y elegante, y rico, y discreto, y docto? Y reuniendo él todas éstas y otras muchas ventajas, ¿cómo se atrevía a despreciarle la orgullosa lugareña?.
-¡Oh, tú! mortal hechicero, en quien las gracias prodigaron sus dones, ¿por qué gimes? ¿por qué lloras? ¿Qué se te da a ti del áspero desdén de una tosca lugareña? ¿Por qué en tan ruín señora pusiste el rico tributo de tus finos deseos? ¿Qué vale esa tarasca para llenar el abismo de tu corazón apasionado, ni beber con caricias delirantes el caudal de ambrosía que vierten a raudales las eternas sonrisas de tu boca?.
Pero ¿qué se le había de hacer? En cambio, se declaró aquella casa, desde entonces, el centro de la buena sociedad del pueblo, y a doña Juana se le caía la baba de placer con las atenciones de que era objeto: sinceras unas, es verdad, por tratarse de gentes no mucho más avisadas que ella, e hijas otras de la diabólica intención de dar pábulo a las majaderías de la encumbrada lugareña, pero refinadas todas, porque, al cabo, en aquella casa se bailaba mucho y se cenaba bien, lo cual en ninguna parte se desdeña en estos tiempos.
¡Menudo sofocón iban a pasar las señoras provincianas que habían hecho mofa de sus resabios de lugareña! Pues ¿y cuando La Correspondencia anunciara sus idas y venidas? ¿Y cuando La Época historiase sus recepciones entonadas?.
Claro que don Pablo y Luisa no tomaban parte en la lugareña murmuración.
¿De qué se va a charlar con una pobre sirviente, una lugareña? Se charla lo estrictamente necesario para trastornar su espíritu hasta donde requiere una seducción vulgar y regocijada.
Si es esto ser lugareña, no debe pesar el serlo.

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