Ejemplos con lucientes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La cometa es un lienzo del pintor Francisco de Goya y Lucientes, conservado en el Museo del Prado de la serie de cartones para tapices.
Entrevista de Francisco Lucientes a Concha Espina.
En esta humilde casa, nació para honor de la patria y asombro del arte, Francisco de Goya y Lucientes.
Las floreras o La primavera es un cuadro pintado por Francisco de Goya y Lucientes.
El aguafuerte Francisco Goya y Lucientes, Pintor es un grabado de la serie Los Caprichos realizado por pintor español Francisco de Goya.
En El Pardo vivió durante muchos años el pintor Francisco de Goya Lucientes, en la antigua casa de Postas que se situaba en la plaza del pueblo.
Por los agujeros de la careta se veían dos ojos lucientes y fieros.
Lleva los cabellos en dos lucientes cocas, sus mejillas están amapoladas, sus pechos palpitan descubiertos, un gran brial de seda blanca cae sobre el césped y forma a sus pies un remolino airoso.
Entre la segunda y tercera litografía penden, de rojas cintas de seda, dos lucientes braserillos de cobre, en los que antaño se ponía la lumbre para encender pajuelas y cigarros.
El despacho es de paredes blancas, con dos armarios llenos de libros, con una mesa de columnillas salomónicas, con anchos fraileros acá y allá adornados de chatones lucientes.
En vez de las carretas de comercio o de las arrias de mercaderías, llenan las calles, tirados por caballos altivos, carruajes lucientes.
En un arriate, el único que parecía tal, algunas plantas frondosas y lucientes, enflorecidas y galanas.
Como ella lleva los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como madrigales dulcísimos.
Hubiera podido decirse que únicamente oscilaba, atraido por las alternadas idas y venidas de la bella aristócrata, cuyo traje de seda crujia a cada garbosa contorsion de sus brazos y talle, como las lucientes escamas de elegante culebra que se irgue y enrosca alternativamente, queriendo fascinar a la ansiada víctima.
Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso.
Presente don Quijote en la estacada, de allí a poco, acompañado de muchas trompetas, asomó por una parte de la plaza, sobre un poderoso caballo, hundiéndola toda, el grande lacayo Tosilos, calada la visera y todo encambronado, con unas fuertes y lucientes armas.
Lancé el precio -me había enterado bien-, y vi apagarse sus pupilas oscuras, lucientes de deseo y codicia.
La doncella miraba los grandes ojos, lucientes y verdes, de reflejo líquido, en la cara ligeramente tostada de la écuyère, y no acababa de persuadirse.
Era muy guapa, y con el hábito blanco de novicia, la cabeza prisionera de la rígida toca, muy coloradas las mejillas, lucientes los ojos, los labios hechos fuego, las manos en postura hierática y la modestia y castidad más límpida en toda la figura, interesaba profundamente.
En los cristales de las tiendas cerradas y de algunos balcones, se reflejaban las llamas movibles, subían y bajaban en contorsiones fantásticas, como sombras lucientes, en confusión de aquelarre.
¿Por qué aquella noche le había faltado todo eso? ¿Por qué había cólera en el movimiento de la brida que lo conducía? Y lo que era peor aun, ¿por qué inusitados golpes de acicate, venían de vez en cuando a lastimar sus lucientes ijares?.
Se extasió ante los caprichosos dibujos de las blondas que adornaban profusamente su lecho virginal, ante la Urna y los magníficos ramos de briscado tachonados de pedrería colocados ante ella, cosechó impíamente las perfumadas rosas de su jardincito, acarició a la cuculí que arrullaba entre los dorados alambres de una jaula, admiró la belleza de las sultanas del gallinero, y las lucientes plumas del valiente jiro que las acompañaba.
Cinco pesos se encuentran hasta bajo de las piedras y no seré yo quien espere a que se le antoje a usted llevármelos: mayormente habiendo solicitantes que me ofrecen ocho, lucientes y adelantados.
Del flanco de la Sierra, que siempre veíamos a nuestro lado izquierdo, y que ya no era tan árido y monótono, manaban lucientes chorros de agua cristalina, los cuales se repartían luego por los entrecortados barrancos del otro lado de la carretera, esparciendo doquier vegetación, vida y hermosura, como silfos bullidores ganosos de engalanar y enriquecer la comarca.
Llegamos a Buenos Aires, con la primera luz del alba, que bañó sus lucientes cúpulas de azulados tintes.
Un soplo de brisa le despejó la cabeza, algo aturdida por los vapores del espumoso, y sus ojos, demasiado lucientes, se amortiguaron y acertaron a ver claramente adónde le guiaba la senda emprendida.
Así que el globo encendido se alzó, palideciendo, del fondo sombrío de la perspectiva confusa, velada por tules negruzcos, empezaron a surgir puntos lucientes, chispitas imperceptibles, que aumentaron hasta formar hormiguero infinito de farolillos, linternas y faroles de papel.
No tardamos en llegar al desierto que íbamos a habitar por algunos días, una dehesa inmensa, empotrada en medio de otras inmensas dehesas, el suelo alfombrado de cuantas flores y yerbas de diversos y vivísimos matices se pueden imaginar, cubierto de altísimos jarales, salpicado de robustas encinas y hormigueando por todas partes la caza, jabalíes, venados, ciervos, gamos, lobos, zorros, liebres, conejos, águilas, buitres, milanos, grullas, perdices, palomas, búhos, urracas, cucos, alondras, multitud de otras aves, aves de todas especies y colores, todo esto junto, revuelto y casi mezclado, volando, saltando, corriendo, aullando, bramando, cantando, una figura humana alguna vez, un sol de justicia dando de día color y calor al cuadro, y una argentada luna rodeada de lucientes estrellas, dándole de noche sombras y misterio, figúrese usted todo esto, añádale usted algún rebaño de ovejas y cabras trepando por la colina, tal cual vaca al parecer sin dueño, alguna yegua de un pastor seguida de sus potros, alguna mula, algún otro cuadrúpedo que no nombraré, diversas castas de perros, mastines, caseros y de caza, un gallinero en la cabaña de los guardas y un arroyo de cuando en cuando poblado de ruidosas ranas, y tendrá usted la representación perfecta de la creación.
que, en las lucientes de marfil clavijas,.
Sembrado de azucenas estaba todo, y la blancura del jardín despedía una claridad que alumbraba la celda con rayos de luna, más vivos y lucientes que la misma plata.

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