Ejemplos con llamaríamos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una forma de conducta textual se refiere al tipo de conducta que típicamente llamaríamos lectura y escritura.
Su pensamiento hacía incapié en el concepto de lo que hoy llamaríamos medidas y medicina preventiva.
En los últimos años, su obra literaria se viene considerando clave para conocer el periodo ilustrado, abarca lo autobiográfico, lo histórico-militar, lo que hoy llamaríamos ecológico, la narrativa, el teatro y el aforismo moral.
Yo era profesor, yo tenía, aún muy joven, aquello que llamaríamos una buena situación, de éxito, de amigos que me eran muy queridos, pero no había tenido la ocasión de obedecer.
Juan empieza por lo que llamaríamos revisión de la causa, una revisión en síntesis con el doble objeto de asesorarse él mismo y obrar luego en consecuencia.
Plantea básicamente que existen una serie de principios morales universales e inmutables, lo que en términos morales llamaríamos absolutismo moral.
Es un formato de votación popular y si hay algo que O'Higgins no es, es héroe del pueblo Carrera tiene mucha más mitología, es un personaje cinematográfico, con gran narrativa, era un tipo que caía bien, que era bueno para la guitarra y mujeriego, era lo que hoy llamaríamos un vendepomadas.
Su iglesia, construida bajo la dirección de fray Lorenzo de San Nicolás, agustino recoleto, y tratadista en arquitectura lo que hoy llamaríamos catedrático , es una de las más interesantes de Madrid, en estilo Renacentista de transición al Barroco.
Era el señor Joaquín inofensivo ejemplar de la extinguida especie progresista: a querer clasificarlo científicamente, le llamaríamos la variedad progresista de impresión.
Fué pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del pozo, dando entonces principio a lo que llamaríamos mi venganza póstuma.
Y yo me encaminé sereno y majestático al coronamiento de mi aparato lógico: Sólo me falta deciros que para la realización de este divino ideal, de lo que llamaríamos y , hemos de establecer la estricta unidad de sentimientos religiosos, hemos de conseguir que en toda la Nación no exista una sola alma que discrepe del sacrosanto dogma.
No era su amor de los que se amoldan a los respetos y se someten al artificio social, era un amor que llamaríamos loco, revolucionario, que no reconoce más ley que la de sí mismo.
Por dicha suya, era su carácter de los que, poseyendo lo que hoy llamaríamos , saben contenerse en el filo de la perdición, y esta entereza, que le había salvado en el caso de Rafaelita, le salvó asimismo en los desórdenes del juego.
El perdón puramente espiritual o evangélico, ya lo tiene Pero el otro perdón, el que llamaríamos social, porque equivale a reconciliarse, es imposible.
No había sacado en limpio gran cosa, ni disipado mis dudas, sobre lo que hoy llamaríamos la situación política, y lo único que vi con alguna claridad fue la general animadversión de que era objeto el Príncipe de la Paz, a quien se acusaba de corrompido, dilapidador, inmoral, traficante de destinos, polígamo, enemigo de la Iglesia, y, por añadidura de querer sentarse en el trono de nuestros Reyes, lo cual me parecía el colmo de la atrocidad.
Muriel, después de hablar largamente con aquel que ahora llamaríamos demagogo o comunalista, y que era de los que entonces solían llamarse francmasones, comprendió que en espíritu tan extraviado por siniestras venganzas no había idea alguna política ni filosófica, sino tan sólo el despecho que suele verse en la inferioridad envidiosa, que no conoce otro medio de parecer grande sino rebajando a toda la sociedad hasta su nivel.
Era, en fin, lo que hoy llamaríamos un establecimiento de Hermanas de la Caridad.
A corta distancia de ellos venía el bravo Roldán algo mohíno y cabizbajo llevando su caballo y el de Ramiro por las riendas: sospechamos que andaría atando cabos para atinar la razón por qué las damas y las princesas no se enamoraban de él, pero muy pronto se cansó, como buen soldado, de fijarse en la misma idea, y púsose a silbar con cierta indiferencia o resignación, a qué llamaríamos filosofía en este siglo, el tono de aquella copla:.
El otro tipo de acomplejado es al que de plano le encanta lo que llamaríamos el bloff empresarial.
Es lo que en Inglaterra llamaríamos una buena pieza, con un carácter fuerte, impetuoso y libre, no sujeto a tradiciones de ningún tipo.
Al norte, confundiéndose con el Chaco, un espeso bosque cubre con su impenetrable ramaje extensiones que llamaríamos inauditas, si en formas colosales hubiese nada inaudito en toda la extensión de la América.
Leonorcica Michel era lo que hoy llamaríamos una limeña de rompe y rasga, lo que en los tiempos del virrey Amat se conocía por una mocita de tecum y de las que amarran la liga encima de la rodilla.
! Irene, tal como entonces se me revelaba, era una persona de esas que llamaríamos de distinción vulgar, una dama de tantas, hecha por el patrón corriente, formada según el modelo de mediocridad en el gusto y hasta en la honradez, que constituye el relleno de la sociedad actual.
No era su amor de los que se amoldan a los respetos y se someten al artificio social, era un amor que llamaríamos loco, revolucionario, que no reconoce más ley que la de sí mismo.
Por dicha suya, era su carácter de los que, poseyendo lo que hoy llamaríamos freno automático, saben contenerse en el filo de la perdición, y esta entereza, que le había salvado en el caso de Rafaelita, le salvó asimismo en los desórdenes del juego.
O la llamaríamos «una alta dama» o la señora X.
¿Por qué llamaríamos utopía la creación de una vía que preocupó al mismo Gobierno español de otra época, tan positivo y parsimonioso en sus grandes trabajos de mejoramiento?.
Muriel, después de hablar largamente con aquel que ahora llamaríamos demagogo o comunalista, y que era de los que entonces solían llamarse francmasones, comprendió que en espíritu tan extraviado por siniestras venganzas no había idea alguna política ni filosófica, sino tan sólo el despecho que suele verse en la inferioridad envidiosa, que no conoce otro medio de parecer grande sino rebajando a toda la sociedad hasta su nivel.
Pero ni ese estilo, ni mucho menos la concepción a que sirvió de instrumento, son compatibles con la leyenda de los quince días, que a mis ojos es una inocente broma literaria, un rasgo que hoy llamaríamos humorístico.
En tan graves circunstancias, don Higinio asumió su papel de caudillo, predicó la moderación, el mantenimiento de la disciplina a todo trance, y se encargó de arreglar personalmente las cosas, de manera que todos quedaran satisfechos -todos menos el candidato que hoy llamaríamos boycoteado-.

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