Ejemplos con liviandad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El juicio de Assises de la Seine, donde Grégori fue absuelto, fue la última de una larga serie de faltas de conductas judiciales, es la oportunidad para nuevos disturbios antisemitas, que el gobierno reprime con liviandad.
Sus estudios arquitectónicos le han servido de enlace para la utilización expresiva del espacio, logrando en sus obras una perfecta armonía entre la rigidez de la geometría y la liviandad metafórica de la poesía.
Uno de los primeros fanzines, no ya madrileños, sino de todo el país, fue La liviandad del imperdible, editado por Fernando Márquez ya a finales de los setenta, antes siquiera de haber formado Kaka De Luxe.
Dichos formatos protagonizan la totalidad de la emisión semanal con la intención de dotar a cada programa de unidad y profundidad temática, evitando así la liviandad y la sensación de transitoriedad.
Vió a Nébel, lanzó una exclamación, y ocultando con sus brazos la liviandad doméstica de su ropa, huyó más velozmente aún.
En su conducta advertí una oscilación isócrona de péndulo: apenas se levantaba un palmo del lodo en que arrastraba su liviandad, emprendía rápido vuelo para subirse a una región de mentirosas estrellas, y de allí caía otra vez al fango.
¡Dios mío, qué horrible trastorno, mezcla de alegría y espanto! Si yo me presentaba a la divina Madre y ésta me veía con , sin duda me reñiría duramente por mi liviandad.
La vivaracha Graziella, que en aquel momento acababa de poner bajo los pies de don Hilario una estufilla con brasas de carbón de encina, apoyó sus codos en la mesa, y en el tono jovial y picaresco que tan bien se armonizaba con su liviandad, nos dijo: Víctor Manuel teme a los Carbonarios, teme a los sectarios de Mazzini y a los venecianos que han heredado las doctrinas de Manín.
De modo que usted cree que ni por liviandad, ni por conveniencia, ni por perversión ni por nada puedo transigir con la deshonra.
Las sutiles precauciones tomadas por el esposo y la hija para que ningún indiscreto llevase a Leandra el terrible cuento, fueron burladas por el locuaz ingenio de Cristeta, que hablando a su amiga de la monja de los milagros, del matrimonio de la Reina y de otras cosillas privadas y públicas, halló manera de meter entre col y col la escandalosa liviandad de Eufrasia.
Al morir a manos del desengaño este amor efímero, al convertirse en hiel esta liviandad legalizada y consagrada que me echó en brazos de D.
Su táctica fue un prodigio de esa liviandad mansa que desconcierta la razón y espolea los sentidos: labor de afiligranada perfidia, al término de la cual, sin que mediara un beso ni se oprimieran una mano, quedaron el decoro de la mujer vendido y la dignidad del hombre escarnecida.
Estaba convencida de que la cortejaba, pero con tal comedimiento, que no le era fácil decidir la disposición de ánimo que debía adoptar respecto de él: el mucho agrado pudiera parecer liviandad, la esquivez fuera grosería, y despedirle con cajas destempladas era exponerse a que él la pusiese en ridículo encogiéndose de hombros, o acaso diciéndole claramente que se había hecho ilusiones.
Lo que en realidad no es más que la vuelta al primer amor, creerá ella que es una liviandad imperdonable, y no le faltará razón, pero ¿a mí qué? Yo no soy el marido.
El pensamiento se le escapaba hacia la liviandad de las compras, y la misa le pareció larga, tan larga, que se hubiera atrevido a decir al cura, en confianza, que se más.
¿Qué ha de hacer el ciego sino tropezar? A quien principalmente acuso es a ella, lo que más que nada me asombra es la liviandad de esa muchacha casquivana.
Conque díganme si el que tal ha hecho, si el que en la difícil conquista de esa humana fortaleza, jamás antes rendida, ha probado su travesura, ¿qué no hará dirigiéndola contra inexpertas jovenzuelas? Abrirle las puertas de una casa es abrirlas a la liviandad, a la seducción, a la imprudencia.
Mirábala su hermano, y aunque la soltura de su atrevimiento le incitaba a la venganza, las palabras tan tiernas y tan eficaces con que manifestaba su culpa le ablandaron de tal suerte las entrañas, que con rostro agradable y semblante pacífico la levantó del suelo, y la consoló lo mejor que pudo y supo, diciéndole entre otras razones, que por no hallar castigo igual a su locura, le suspendia por entónces, y así por esto, como por parecerle que aun no habia cerrado la fortuna de todo en todo las puertas a su remedio, queria ántes procurársele por todas las vias posibles, que no tomar venganza del agravio que de su mucha liviandad en él redundaba.
Francisco de Cárcamo ser su hijo el jitano, y ser la Preciosa la Jitanilla que él habia visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, que ya le tenia por perdido, por saber que no habia ido a Flándes, y mas porque vió cuán bien le estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era D.
Pero, ¿dónde me divierto? ¡Ay de mí, desdichada! ¿Qué locura o qué desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías? ¡Ay de mí, otra vez, sin ventura!, que no me rindieron los versos, sino mi simplicidad, no me ablandaron las músicas, sino mi liviandad: mi mucha ignorancia y mi poco advertimiento abrieron el camino y desembarazaron la senda a los pasos de don Clavijo, que éste es el nombre del referido caballero, y así, siendo yo la medianera, él se halló una y muy muchas veces en la estancia de la por mí, y no por él, engañada Antonomasia, debajo del título de verdadero esposo, que, aunque pecadora, no consintiera que sin ser su marido la llegara a la vira de la suela de sus zapatillas.
¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad? Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises, y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda, tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de encantamentos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto requiebro, tantas mujeres valientes, y, finalmente, tantos y tan disparatados casos como los libros de caballerías contienen? De mí sé decir que, cuando los leo, en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son todos mentira y liviandad, me dan algún contento, pero, cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego si cerca o presente le tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza, y como a inventores de nuevas sectas y de nuevo modo de vida, y como a quien da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas necedades como contienen.
De que quieres que te la quite a ti no hay duda, porque, viendo Camila que yo la solicito, ha de pensar que yo he visto en ella alguna liviandad que me dio atrevimiento a descubrirle mi mal deseo, y, teniéndose por deshonrada, te toca a ti, como a cosa suya, su mesma deshonra.
Llegaron las nuevas a la Corte del caso y casamiento de la gitanilla, supo don Francisco de Cárcamo ser su hijo el gitano y ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, que ya le tenía por perdido, por saber que no había ido a Flandes, y más, porque vio cuán bien le estaba el casarse con hija de tan gran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo.
Cuando le tocaba al Obispo la plática, aquella mujer se ponía cada vez más hermosa, y resplandecía como un sol, tratando de mudar el tema, y de hablar de cosas mundanas y de amores, con tal maña y liviandad, que el pobre Obispo sentía su corazón rebelde y su virtud flaquear.
¡Pero ahora! Una larga temporada había estado siendo infiel a su pasión, entregado noches y noches a un absurdo amor extraviado, todo liviandad, amor de los sentidos locos, que era más repugnante por tener el tálamo nupcial por teatro de sus extravagantes aventuras, y esto le había abierto los ojos, y le hacía comprender la miseria espiritual que llevaba dentro de sí, y que su pasión no era tan grande como había creído, y que, por consiguiente, no era legítima.
Fue la primera condición, ya cumplida, que una mujer de veinte años, discreta, briosa y apasionada y de la más baja clase del pueblo, viese a los tres mancebos encantados, que son los más hermosos que hay en el mundo, salir desnudos del baño, y que la limpieza y castidad de su alma fuesen tales que no se turbasen ni empañasen con el más ligero estímulo de liviandad.
Esclavas eran también las mujeres, hasta las más encopetadas, y no reinaban sobre los hombres sino por la liviandad y el desorden.
Esta denominación, que huele a azucena, convenía maravillosamente con el tipo de la chica, blanca, fresca, rubia, cándida de fisonomía hasta rayar en algo sosa, defecto frecuente de las bellezas de lugar, en quienes la coquetería se califica de liviandad al punto, y el ingenio y la malicia pasarían, si existiesen, por depravación profunda.
-Si mi mujer -decía a Frígilis- fuese capaz de caer en liviandad digna de castigo.
aunque he de confesar que algo me disgustó en el primer momento el descubrir aquella prueba de su liviandad.

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