Ejemplos con lenguaraz

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pese a dificultades iniciales con Magallanes, logró ganar su confianza y le sirvió como lenguaraz y cartógrafo.
El lenguaraz hizo viborear al overo, lo dio vuelta y empezó a soplarles en la lengua lo que había oído.
El mariscal Alcázar obligó a los montoneros a emprender la fuga hacia los fuertes de San Carlos y Santa Bárbara, después de matarle once soldados, entre ellos el guerrillero Pedro Sánchez y de ahorcar al lenguaraz Pedro López.
Enorme estante de roble contiene una rica y escogida biblioteca, y allí está Horacio el epicúreo y sibarita junto con el tierno Virgilio, en cuyos versos se ve palpitar y derretirse el corazón de la inflamada Dido, Ovidio el narigudo, tan sublime como obsceno y adulador, junto con Marcial el tunante lenguaraz y conceptista, Tibulo el apasionado, con Cicerón el grande, el severo Tito Livio, con el terrible Tácito, verdugo de los Césares, Lucrecio el panteísta, Juvenal, que con la pluma desollaba, Plauto, el que imaginó las mejores comedias de la antigüedad dando vueltas a la rueda de un molino, Séneca el filósofo, de quien se dijo que el mejor acto de su vida fue su muerte, Quintiliano el retórico, Salustio el pícaro, que tan bien habla de la virtud, ambos Plinios, Suetonio y Varrón, en una palabra, todas las letras latinas, desde que balbucieron su primera palabra con Livio Andrónico, hasta que exhalaron su postrer suspiro con Ruttilio.
Aunque en la Guardia de Lujan se reunieron todos, no pareció el baqueano, ni lenguaraz o intérprete, y por esta causa no se pudo salir de ella.
Cambiamos algunas palabras más, por medio del lenguaraz, tendientes todas a tranquilizarlo, y él dio vuelta rumbeando al sur a todo escape, y yo, reuniéndome con mi gente, seguí ganando terreno paso a paso.
Un lenguaraz.
Carmen no fue agregada sin objeto a la comisión o embajada ranquelina en calidad de ''lenguaraz'', que vale tanto como secretario de un ministro plenipotenciario.
Yo contestaba con toda la afabilidad de un diplomático, por el órgano de mi lenguaraz, que a su turno se dirigía a un representante que me había designado Caniupán, mi estatua del Comendador, desde el instante en que nos movimos de Calcumuleu.
Se buscaba que sin apelación me valiera del lenguaraz hasta para contestar sí o no.
Llegaron dos indios y mi lenguaraz, diciéndome que avanzara.
Mi lenguaraz no tenía suficiente libertad para hablar conmigo, porque a más de pertenecer a las tolderías de Ramón, cuyo cuñado estaba allí, a mi lado, rodeábannos muy de cerca muchísimos indios, que atentos y curiosos, no apartaban sus miradas de mí, como queriendo penetrar mis pensamientos.
Los augurios y temores de mi lenguaraz amenazaban confirmarse.
Hablóles Bustos y mi lenguaraz en su lengua, y echándose sobre ellos las chinas, sin temor de ser pisoteadas por los caballos, y asiéndose vigorosamente de sus lanzas se las arrancaron de las manos.
-Buen día, hermano -era toda mi elocuencia, mientras mi lenguaraz apuraba la suya, explicando quién era yo, y el objeto de mi viaje.
Y como estuvieran con las lanzas enristradas, le observé a mi lenguaraz se lo hiciera notar, diciéndoles quién era yo, que iba de paces, y que no traía más gente que la que se veía allí cerca.
Mora, mi lenguaraz, parecía de mal talante, y, en efecto, lo estaba, pues habiéndole interrogado, me manifestó las más serias inquietudes.
La comisión se manda anunciar anticipadamente con el lenguaraz.
Mi lenguaraz se puso al habla con el indio.
Destaqué mi lenguaraz sobre el indio, sin detenerme, con la orden de que lo hiciera venir a mí.
Mi lenguaraz se alarmó.
Ibamos con mi lenguaraz haciendo conjeturas y atravesando siempre un terreno guadaloso, sumamente pesado, tanto que los caballos no resistían al trote, cuando al coronar los últimos pliegues de la sucesión de médanos que forman el gran médano de La Verde, divisamos, viniendo al galope, a un indio armado de lanza.
Mi lenguaraz se fue con las chinas al toldo, se cercioró de que no había indios en él y volvió con una ponchada de algarrobo.
Mandé que el lenguaraz les hablara, díjoles que era yo, el coronel Mansilla, que iba de paces, que se acercaran.
Llamé, para no dormirme, a Francisco, mi lenguaraz, y de pregunta en pregunta, llegué a asegurarme de que no tardaríamos muchas horas en hallarnos entre las primeras tolderías.
Mi lenguaraz, mestizo chileno, hijo de cristiano y de india araucana, hombre muy baqueano, de cuyas confidencias soy depositario, no por él sino por otros, lo que permitirá contar sus aventuras amorosas de Tierra Adentro, creyó oportuno hacerme algunas indicaciones.
El trabajo del lenguaraz es ímprobo en el parlamento más insignificante.
A veces cada interlocutor tiene su lenguaraz, otras es común.
Habla éste y el lenguaraz traduce, siendo de advertir que aunque el plenipotenciario entienda el castellano y lo hable con facilidad, no se altera la regla.
El lenguaraz, es decir, el intérprete secretario, ocupa la derecha del que hace cabeza.

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