Ejemplos con lecturas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sus elegantes compañeras le creían loco al escuchar los disparatados pensamientos que le sugerían el vino, la vista de los mariscos y el recuerdo de ciertas lecturas fragmentarias y rápidas de su juventud.
Las lecturas románticas de la juventud acudieron a su memoria.
Belarmino hubo de inventar su lenguaje porque carecía de instrucción, de lecturas.
Se mató por vanidad herida al ver que me alejaba de él, por testarudez, por gesto teatral, por influencia de sus lecturas Era un tenor rumano.
Surgían en su memoria antiguas lecturas, afirmadas ahora por una visión directa.
Sin otras lecturas que las de su carrera, hablaban con asombro de los numerosos libros que llenaban el camarote de Ferragut, muchos de ellos sobre materias que les parecían misteriosas.
El lugar de tertulia de los ricos era el , sociedad que, a pesar de su título, no ofrecía otras lecturas que dos periódicos en catalán.
Su padre adivinaba una parte de esta vida imaginativa al ver sus juegos y lecturas.
Pero en las horas de descanso procuraba yo ilustrar mi pobre espíritu con útiles lecturas que me proporcionaba encargando libros o adquiriéndolos de los viajeros que solían pasar, y que, mirando mi afición, me regalaban algunos que traían por casualidad.
Hallábase el mundo invadido por una especie de locura, tanto más triste y frenética cuanto más extendida estaba por las imbéciles plumas de imaginaciones calenturientas, cundía por todas partes el mal gusto y gastábase inútilmente en lecturas perniciosas, cuando hé aquí que aparece esa luz brillante que disipa las tinieblas de la inteligencia, y cual suelen las tímidas aves huir al divisar al cazador o al oir el silbido de la flecha, así desaparecieron los errores, el mal gusto y las absurdas creencias, sepultándose en la noche del olvido.
Recordaba ahora con vergüenza su ignorancia española, aquella prosopopeya castellana, mantenida por mentirosas lecturas, que le hacían creer que España era el primer país del mundo, el pueblo más valiente y más noble, y las demás naciones una especie de rebaños tristes, creados por Dios para ser víctimas de la herejía y recibir soberbias palizas cada vez que intentaban medirse con este país privilegiado que come mal y bebe poco, pero tiene los primeros santos y los más grandes capitanes de la cristiandad.
La antigua fe intentaba renacer en Luna, pugnando por arrojar lejos las nuevas convicciones que le dominaban, pero las lecturas del día siguiente bastaban para borrar estas reminiscencias que agitaban durante la noche su pensamiento.
Esos viajes y esas lecturas te han trastornado.
Después las lecturas belicosas de una poesía irresistible: Bonaparte, con su banderita, pasando el puente de Arcole entre las nubes de metralla, grande como un dios, luego, nuestros generales de ir por casa: Espartero en Luchana, O’Donnell en África, y sobre todos, Prim, el caudillo casi legendario, guiando con su sable los batallones en Castillejos: Yo quiero ser lo mismodicen los muchachos, adonde llega un hombre, bien puede alcanzar otro.
¡Ah, el buen sentido de los simples! Él, con todas sus lecturas, no había previsto el peligro de enseñar a los ignorantes en unos cuantos meses lo que requería toda una vida de reflexión y estudio.
Sus lecturas favoritas, la sarracena ardentía de su sangre española, no les dejan entrever otra ventura que un amor de exceso como dijo el poeta, en donde amor y beso fueran síntesis de la eternidad.
¡Adiós amorosas platicas! ¡Adiós gratas lecturas! Las plantas que los dos hemos sembrado prosperarán, se cubrirán de follaje, se llenarán de flores.
No tardó, pues, en aflojar la cuerda a la manía de las lecturas, hasta llegar a no leer absolutamente nada.
Basilio Andrés de la Caña, que volvió a la tertulia, embistió contra la propiedad individual, haciendo creer al propio sujeto y a otros tales que se había dado un atracón de lecturas prudhonianas.
Tenga usted presente una cosa: hay que imponérsele, combatirle el abandono, las lecturas y no consentir que se ensimisme.
Desde la restauración de su legalidad doméstica había abandonalo por completo las lecturas filosóficas, reverdeciendo en su alma el mal curado dolor de su afrenta y los odios vengativos.
Las lecturas de Rubín fueron como un descubrimiento.
En dos o tres días refrescó sus lecturas, rehízo su erudición descompuesta en los viajes y en la vida de libertino, y bien preparado acudió al torneo a que el otro le retaba con sabidurías de tercera mano, aprendidas en los libritos franceses de ciencia popular a treinta céntimos el tomo.
Entrole entonces cierto afán por las lecturas, porque reconocía su ignorancia y la necesidad de entender las ideas de los grandes hombres y los sucesos notables que habían pasado en el mundo.
Al propio tiempo hallaba vivo placer en ciertas lecturas extrañas a la Farmacia, y que antes le cautivaban poco.
Jacinta tenía idea tan alta de los talentos y de las sabias lecturas del Delfín, que rara vez dejaba de doblegarse ante ellas, aunque en su fuero interno guardase algunos juicios independientes que la modestia y la subordinación no le permitían manifestar.
Para esto ponía en funciones toda la maquinaria más brillante que sólida de su raciocinio, aprendido en el comercio de las liviandades humanas y en someras lecturas.
Entrole la comezón de cumplir religiosamente sus deberes escolásticos y aun de instruirse por su cuenta con lecturas sin tasa y con ejercicios de controversia y palique declamatorio entre amiguitos.
Tales lecturas eran de fantástico efecto, particularmente al caer de las adustas tardes invernales, cuando la hoja seca de los árboles se arremolinaba danzando, y las nubes densas y algodonáceas pasaban lentamente ante los cristales de la ventana profunda.
Yo le pondría tasa en sus lecturas.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba