Ejemplos con landó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Caitro Soto es autor de conocidas canciones como A sacá camote con el pie, del género landó, los festejos: Yo tengo dos papás, Canto a Cañete, Curruñao, Ollita Noma, Negrito de la Huayrona, Negrito de San Luis y el alcatraz Quema tú.
Puede cantar valses de Juan Mosto, o José Escajadillo, u otro repertorio mas agraz, landó, otro claro ejemplo.
La quijada es un instrumento de percusión usado en la música peruana landó, así como en la música mexicana Son Jarocho y de costa chica.
Pshegishja landó su espada contra los ladrones, pero falló y su espada voló sobre el río.
Desde ese momento y a lo largo de las décadas siguientes cosecha importantes éxitos en la escena madrileña: Un paraguas bajo la llluvia, El gran minué, La guerra empieza en Cuba, Las mujeres decentes, El landó de seis caballos, El carrusel, El aprendiz de amante, Esta Noche es la Víspera.
Melodías, cantos y danzas afroperuanas conocidas en América Latina, son por ejemplo el pícaro Festejo, el amestizado Landó, el Ingá, los dulces Pregones, los Aguenieves y el alegre Panalivio.
Hecha su fortuna, París mandó importar de la capital de Francia un carruaje tipo landó para obsequiárselo al banquero, y le llevó el presente hasta su oficina.
De repente, a la altura de la Casa de la Moneda, paráronse los paseantes, agrupándose bajo los árboles, y los coches moderaron su carrera, llamándose a derecha e izquierda para dejar una calle en medio Por ella se adelantaba al trote largo un magnífico landó de Binder, caídas a uno y otro lado las capotas de finísimo, arrastrado por dos soberbios bayos oscuros, dos steppers de grande alzada y poderoso trote que la mano férrea de Tom Sickles manejaba tan fácilmente como movía el viento los ramos de lilas y claveles que lucían los nobles brutos en las brillantes frontaleras.
Allí estaba él en un landó de colores oscuros, teniendo a su derecha a la marquesa, respetable señora que llevaba uno de los nombres más ilustres de España, y podía hacer gala de una de las reputaciones más sin tacha de la corte.
Es lo cierto que, de repente, apareció en la fila de coches un gran landó a la Daumontl con cuatro caballos blancos, venían dentro dos mujerzuelas de vida airada, abigarradamente vestidas de encarnado, con pomposas mantillas y enormes peinetas, poniendo en asquerosa caricatura a las damas de la aristocracia.
Un gran landó desembocó entonces como un rayo por la derecha del Real, describió un rápido semicírculo en torno de la plaza de Oriente y se detuvo frente a Palacio, en la puerta del Príncipe, de repente, en firme, con una de esas paradas maestras con que sólo la férrea mano de Tom Sickles sabía sujetar un tronco sin destrozarlo.
Estaban abonados los de Santa Cruz a un landó.
En este punto de su mental deprecación la sorprendió el ruido del landó flamante que se detenía a la puerta de su casa.
¿Ves aquel otro que en landó se ostenta.
El viejo, ¡qué maravilla!, se abonó a landó y palco, señaló cantidades para trapos y moños, despidió a la cocinera por guisar mal -Ignacia solía dejar en el plato la blanqueta de gallina- y declaró a voces:.
Claro es que había pedido a la cochera un landó de dos caballos.
Y este momento fue precisamente el de llegar a su casa, después de haber tratado a su otro acompañante en el landó con el más altivo menosprecio, al volver ambos de la playa.
Entre tanto, el landó rodaba por el empedrado de la gran avenida con mucho estruendo, aunque no con todo el que don Roque deseaba para que fuera oído y visto aquello con la atención y el asombro que su importancia requería.
Pues digo que papá, con la duquesa vieja, María y su Poncio correspondiente, rompieron la marcha en el landó nuestro, y, casi a la zaga de ellos, salimos los pobres en el coche de don Lucio, ¡con cada lamparón, y cada pingajo, y con un apestor a bodega húmeda!.
-¿Veis este cigarro? -dijo él cierta tarde, después de consagrar una mirada a la encantadora extranjera, la secretaria de embajada Nadina Stolewsky, que en su landó eléctrico bajaba hacia el paseo-.
El landó de don Roque apareció el primero.
Y ¿cómo se van a componer tantos señorones en un landó solo?.
Aún llegaron las tres al mirador del gabinete de la sala a tiempo de ver pasar por la ancha calle el landó flamante y descapotado de «las de Brezales,» con toda la familia dentro, menos Irene.
Hoy llevan el landó nuevo.
No era, por cierto, tan majo y tan vistoso el tren del señor Vaquero como el de su amigo Brezales, algo cuarteados tenía ya los barnices el landó y bien resobada la vestidura de tafilete morado, y no se distinguía el cochero ni por lo bien vestido ni por lo muy afeitado, ni tampoco relucían de gordos los desmazalados caballones, que dormitaban con la cabeza caída y el belfo lacio, ni de nuevos ni de limpios los arreos que llevaban encima, pero podía pasar todo ello, y, por último, el que daba lo que tenía no quedaba obligado a más.
Media hora antes de la llegada del expreso, el tronco de yeguas alazanas de don Roque Brezales, enganchado al landó recién venido de París, piafaba inquieto delante de la estación del ferrocarril, o tascaba el freno, resoplando y revolviéndose bajo las ligaduras de su flamante guarnición de plateado hebillaje, al sentir sobre sus amplios y rollizos lomos la tralla sutil con que castigaba sus impaciencias el adusto cochero, con sombrero de copa alta, guantes de color de teja y tirillas muy almidonadas, señal de que se repicaba gordo aquel día en casa de sus amos.
Apenas cabían en el landó, pero apretándose, apretándose.
Al fin se terminaron las obras y el luto, invadieron la nueva casa mueblistas y tapiceros, llenáronse suelos, paredes y techos de ricas alfombras, de espejos colosales, de cuadros y tapices valiosísimos, de arañas estupendas y de muebles caprichosos, llovieron esculturas y monigotes por todos los rincones y tableros de mesas y veladores, atestáronse de primorosas y artísticas vajillas los aparadores del comedor, que era un bosque de roble tallado y un bazar de porcelanas, bronces y cristalería, tapizado de cuero cordobés, no quedó cortinón de vestíbulo ni de puerta de tránsito sin su correspondiente escudo nobiliario, y cuando ya estuvo todo en su punto y sazón, y la servidumbre arreglada a las exigencias del nuevo domicilio, y cada criado en su puesto y convenientemente vestido, y la cocina humeando, con su jefe bien enmandilado y mejor retribuido, con su traílla de marmitones y ayudantes, en un lujoso landó, arrastrado por dos briosos alazanes ingleses, y conducido por un cochero colosal, envuelto el cuerpo en un océano de paño gris, y media cara y los hombros en otro mar de pieles erizadas, guantes por el estilo y alto sombrero con cucarda por coronamiento de esta silueta de oso polar, llevando a su izquierda, como su reflejo en más reducidas proporciones, el correspondiente lacayo, se trasladó la familia al flamante albergue, dejando en el otro lo poco que quedaba de los ya casi borrados recuerdos que habían sido la disculpa de la mudanza, y hasta el polvo de las suelas del calzado.
«El Romero y el Clavel torcieron de repente, el landó se dobló sin ruido, nos sacudió un poco, dejamos la carretera de Santianes y las ruedas rebotaron sobre la grava nueva de la carretera estrecha del Vivero, los sauces, como una lluvia de yerba suspendida en el aire, nos hacían cosquillas con las puntas de sus ramas, flotando sobre la frente como cabello movido por el viento.
-Pues no faltaba más: ¿no ves que Manuel tiene tres carruajes y es preciso ocuparlos para que los troncos no se olviden de trotar? hoy me vine en el cupé y ahora ha puesto a mi disposición el landó -y al decir esto paladeaba como si estuviese gustando un caramelo.

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