Ejemplos con ladró

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Obedeciendo pronto el Padre Cardiel, aunque con el sentimiento de retirarse sin descubrir los indios que imaginaba muy cercanos, pues habia ya visto un perro blanco que le ladró, y se fué retirando hasta donde creia haber de hallar los indios.
El perro, que se había erguido momentos antes como adivinando la presencia de alguien en el porche, estiró el cuello, pero no ladró, moviendo la cola con tranquilidad.
Esta vez el cachorro, incitado por la evocación, se puso en pie y ladró, buscando a qué.
Mauricia ladró un poco más, pero con tanto furor de palabras no hacía resistencia verdadera, de modo que aquella pobre vieja inválida la manejaba como a un niño.
Batilo, que sin duda entendió lo del peligro en que los jóvenes se hallaban y quería probar que, aunque misántropo, era un perro resuelto a todo, ladró en un tono que quería decir: Nada hay que temer mientras esté yo.
El ratonero, que no deseaba sino provocación, ladró también, atreviéndose a dar un mordisco al pobre faldero.
Batilo era muy tímido, pero sintiendo herido su amor propio, ladró.
Batilo se volvió lleno de despecho y ladró como nunca había ladrado, con verdadera elocuencia canina.
Entonces pasó una cosa singular: cuando la sastra se acercaba a la puerta, Batilo, el perro misántropo, que en aquella mansión había olvidado los hábitos propios de su raza, corrió tras ella, se agitó convulsivamente como quien hace un gran esfuerzo, y ladró, ladró como un mastín ante un salteador, persiguió a la mujer dando agudos aullidos, y hasta llegó a pillarle entre sus inofensivos dientes el traje y el mantón.
Hasta se asegura que Batilo, el más taciturno de los perros conocidos, participó de la opinión general: se alzó sobre sus patas, alargó el hocico y ladró.
Al rato, un galguito blanco se desató, entró con todo coraje en el juncal, sin que lo pudiese detener el amo, ladró un momento, pegó un gritó, como un ladrido ahogado, y no volvió más a salir.
Y en la calle el venerable cafre que hacía de padre, me paró y ladró así:.
Batilo, que sin duda entendió lo del peligro en que los jóvenes se hallaban y quería probar que, aunque misántropo, era un perro resuelto a todo, ladró en un tono que quería decir: «Nada hay que temer mientras esté yo».
El ratonero, que no deseaba sino provocación, ladró también, atreviéndose a dar un mordisco al pobre faldero.
Batilo era muy tímido, pero sintiendo herido su amor propio, ladró.
Batilo se volvió lleno de despecho y ladró como nunca había ladrado, con verdadera elocuencia canina.
Entonces pasó una cosa singular: cuando la sastra se acercaba a la puerta, Batilo, el perro misántropo, que en aquella mansión había olvidado los hábitos propios de su raza, corrió tras ella, se agitó convulsivamente como quien hace un gran esfuerzo, y ladró, ladró como un mastín ante un salteador, persiguió a la mujer dando agudos aullidos, y hasta llegó a pillarle entre sus inofensivos dientes el traje y el mantón.
Hasta se asegura que Batilo, el más taciturno de los perros conocidos, participó de la opinión general: se alzó sobre sus patas, alargó el hocico y ladró.
Entonces ladró el busto.
Fueron en efecto, pero apenas habían entrado en él, un perro se dirigió hacia ellas, ladró alegremente y luego, moviendo la cola, lamió las manos de Elena y le prodigó otras caricias.
Ladró un perro disforme, acudieron dos mozos del campo que abrieron luego, y entrando por un hermoso plantío de toda especie de árboles frutales al lado de un estanque muy capaz, cubierto de patos y ánades, llegamos a un corral lleno de toda especie de aves, y de allí a un patio pequeño.
Dejando maneada la yegua y la tropilla arrollada, se dirigió hasta una casa de negocio situada como a diez cuadras, y por el camino se fijó en que los teruteros, aunque casi los pisase, no se levantaban, ni le gritaban, que de una majada que estaba allí paciendo, no se movió ni una sola oveja cuando pasó, y que ni los mismos perros le hacían caso pues ni uno de ellos ladró cuando llegó.
Toscamente se abalanzó y ladró.
En esto, ladró el mastín de don Pedro Mortera en la garita de la corralada, y, casi al mismo tiempo, se oyó en el desván un grito de espanto:.
Ladró a la caja, a los paraguas y volvió a esconderse.
Y ladró con tal realismo, con tal furia, que el público palmoteaba, tomándole por verdadero amaestrado chucho.
Pisado habían apenas los morrillos de sus callejones, cuando un perro, habiéndolos olfateado, ladró como si le robaran las ''cerojas'' a su amo, otro respondió en el acto al grito de alarma con más recios ladridos, y otro, y otros, y otros cien, en otros tantos rincones del lugar, se unieron al vocerío, y armaron tal barahúnda y alboroto, que el señor de a caballo no las tuvo todas consigo.
Y lo propio sucedió con un perro que ladró, un gato que maulló, un cochino que gruñó, un gallo que cacareó.

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