Ejemplos con jugueteaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A medida que avanzaba la embarcación, los diamantes eran casas y torres, aquellas con cristales, estas con cimera de azulejos, en cuyas superficies jugueteaban los rayos del sol.
No era voz potente ni de gran extensión, pero sí dulcísima, alegre y fresca, como debieron de ser las de aquellas ninfas que en la antigüedad jugueteaban llamando a su compañera Eco, corriendo y ocultándose tras los troncos de los bosques sagrados.
Ésta no habíase cuidado aquel día del acicalamiento de su persona, y aparecía con la negrísima melena encrespada sobre la frente, mal velado el busto sin encorsetar por amplio pañuelo encarnado, la falda sin almidonar dibujaba el contorno de sus piernas robustas, y sus pies, sus pequeños pies, jugueteaban en usadísimas chinelas.
Entonces me puse a batir el agua con mis pies a manera de remos, mientras las olas jugueteaban conmigo haciéndome zozobrar a derecha y a izquierda.
Los chiquillos jugueteaban con las aguas o construían en sus márgenes casitas de lodo, por sus huecos entraban y salían los insectos zumbando.
A medida que avanzaba la embarcación, los diamantes eran casas y torres, aquellas con cristales, estas con cimera de azulejos, en cuyas superficies jugueteaban los rayos del sol.
¡Cuán seductora parecía en aquellos momentos Acidalia! Su velo no cubría ya el alabastro de su torneada garganta, y los plácidos céfiros del mar jugueteaban con el suelto cabello, languidecía de amor, y en sus mejillas de carmín, que parecían enrojecidas por una llama que las abrasase, brillaba un sudor voluptuoso, que la hacía aún más hermosa, en sus húmedas.
Se acariciaban ellas, se tomaban de la cintura, unas sobre otras, mimosamente se recostaban, balanceaban el cuerpo, apretábanse la mano, jugueteaban con flores en los labios.
Los ojos de mister Podgers tuvieron un vivo parpa­deo tras sus gafas de oro, se balanceó con aire turbado so­bre uno y otro pie, mientras sus dedos jugueteaban ner­viosamente con la brillante cadena de su reloj.
El seco aquilón plegaba sus alas, las mansas y apacibles auras jugueteaban galanas, refrescando la frente del viajero, el pasto ondulaba como el irritado mar en sus profundidades insondables después de la tempestad, las silvestres flores se erguían sobre su flexible tallo, pintando los campos con colores vivaces, un perfume suavísimo, delicado, imperceptible como la confusa reminiscencia del primer ósculo de amor, vagaba envuelto entre las brisas embriagadoras.

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