Ejemplos con jergón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Desafortunadamente, las indicaciones que reciben no son buenas, y llegan a una casa de piedra, donde Dick pasa la noche en vela en un viejo jergón.
Pero sin hacer aquella última interrogación se levantó solícita y atenta, porque había crujido la hoja del jergón bajo el cuerpo trémulo del agonizante.
Cerca de la ventana permanecía arrollado el jergón con su almohada y sus sábanas, cama rústica que Margalida o su madre hacían todas las tardes.
Los días que no le despertaba al romper el alba el tío Ventolera cantando la misa desde la playa o subiendo la colina para lanzar unas cuantas piedras contra la puerta de la torre, el solitario permanecía en su jergón hasta bien entrada la mañana.
En la torre se tendió en su jergón y quiso dormir.
Apagó la vela y se tendió en la cama, experimentando una sensación de bienestar al verse en la obscuridad, con la espalda hundida en las crujientes blanduras del jergón.
Con irreflexivo impulso, se levantó Jaime de la cama, sonando ruidosamente el jergón bajo el hundimiento de sus rodillas.
¿Por qué hacerle caso? Debía volver a acostarse Hubo una larga pausa, como si el enemigo, al escuchar los crujimientos del jergón, esperase que el habitante de la torre fuera a salir de un momento a otro.
Que un vecino no tiene que comer, pues aquí a empeñar la manta o el jergón.
Sombrero blanco de alas estrechísimas, americana que parecía hecha de tela de jergón, camisa amarilla, guantes de color lila, y en vez de corbata un pañuelo blanco en forma de chalina, con una gruesa perla clavada.
La diablesa, con mirada burlona, se sentó junto a mí, produciendo en la paja del jergón un ligero estallido de risa.
Al recostarme de nuevo en mi jergón, dilucidaba yo con vagas cavilaciones si lo que había oído me lo dijo la Madre o me lo cantaron las armónicas hojas de maíz, gimiendo bajo mi cuerpo.
Una noche desperté arrebatado de súbito alborozo y salté del jergón creyendo ver, viendo mejor dicho, el rostro inefable de asomado entre los barrotes de mi reja carcelaria.
Mis pobres huesos me pedían el descanso, y yo lo pedí para ellos y para mi cerebro al hinchado jergón, que por ser de hoja de maíz tocó diferentes piezas de música cuando en él me acosté.
Sin más razones, reintegrado en el uso de mis botas, gabán y sombrero, lleváronme por un pasillo de dos ángulos y me metieron en un aposento cuadrilongo, donde vi, a la luz del consabido farol, por un lado un mal avío de estera, jergón y manta, y al otro una silla.
Pues le arrimas el candil a las pajas del jergón.
Soñé, ¡qué desatino! que debajo de mi jergón se estaba dando la batalla de Bailén, y que no la ganaba Castaños, sino Mendizábal.
No creas que es exageración: se me renovaron de repente el dolor y la vergüenza de todos los golpes que había recibido en aquella casa, me acordé del último día que pasé allí, creí verme tumbada en el jergón, mientras Inesilla se gozaba en mi daño, su voz cruel y burlona pareció resonar en mis oídos, y claro está, con los recuerdos volvió el rencor y con el rencor el deseo de venganza.
Rezó primero el Padre Nuestro, luego el Credo después muchas Salves y Ave Marías, cuanto aprendió de niña sin saber lo que significaba, y por último, buscando en las reconditeces de su alma acentos propios, inspirados en la magnitud de su desventura, dijo alzando los ojos y clavándolos en la estampa: ¡Señor! ¡Piedad, misericordia! ¡Que no se mueran estos niños! ¡Pan, nada más que pan! Y dejando caer la cabeza sobre el asiento de una silla que tenía delante, permaneció en oración largo rato, hasta que el marido la llamó desde el jergón que les servía de cama, diciendo:.
Solía prestar servicios domésticos al decadente señor de aquel domicilio, barrerle el cuarto una vez al mes, apalearle el jergón, y darle una mano de refregones al , cuando la porquería le ponía una costra demasiado espesa en su angelical rostro.
Así, así muertos los dos charco de sangre yo vengado, mi honra la la vadita murmuraba él dando golpes cada vez más flojos, y al fin se desplomó sobre el jergón boca abajo.
Susana se dirigió, o más bien se arrastró hacia el lóbrego cuarto de que había salido, y pudo a tientas hallar su jergón, donde se arrojó con desaliento.
Creyó encontrar en aquella mujer la sensibilidad propia del sexo, y se incorporó en su jergón para hablarle.
Arrojada sobre el jergón, movía sus brazos con convulsiones espantosas, ya golpeándose la frente, ya crispando los dedos entre los rizos de sus cabellos en desorden, ya clavando las uñas en sus propios brazos hasta acardenalárselos sin piedad.
Arrojose en su jergón, y quieta, y con los ojos cerrados, quiso morir en aquel momento.
Recorrió con el rayo de luz de su linterna todo el recinto de la habitación, hasta que iluminó el rostro aterrado de la pobre Susana, que yacía en su jergón más muerta que viva esperando ver en qué pararía aquello.
En poco tiempo se serenó, y pudiendo adquirir la certidumbre de que no soñaba, examinó el sitio, se movió, y un ruido seco de hojas de maíz le hizo comprender que se hallaba en un jergón.
Disformes y mutilados muebles se veían colocados en un testero, mugrientas ropas cubrían un jergón puesto sobre tablas, y algunas armas rotas y mohosas yacían en un rincón en compañía de un arpa vieja y de unos vasos de tosco barro.
La pobrecilla no cabía en sí de miedo al verse sola en aquel tugurio, entre mil objetos cuya forma no podía apreciar, tendida en un miserable jergón y expuesta al aire colado, que por una ventanilla entraba.
La cama se ostentaba lo más horizontal que le era posible sobre dos banquillos, cuyas tablas sostenían un jergón de tan tortuosa superficie, que el durmiente rodaba en él de cima en cima antes de poder conciliar el sueño.

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