Ejemplos con izquierda

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Oía los mugidos del río que pasaba a su izquierda, tocaba los jaramagos que brotaban entre las rendijas a su derecha, y sentía en el rostro el fango con que le salpicaban los caballos que le precedían, y el aire sutil y nauseabundo, como el de una caverna, que silbaba al pasar por aquel tubo retorcido y caprichoso.
Sobre la oreja diestra, larga pluma de ave, color toronja, la bocamanga izquierda, revestida con una especie de malla o red de negras rayas, que no eran sino las huellas y rasgos de haber limpiado allí los puntos de la pluma.
Su fama de humanista había llegado hasta un editor vecino de la Sorbona que publicaba libros clásicos, y Luna, sin salir de la orilla izquierda del Sena, saltó al Barrio Latino para corregir pruebas en latín y griego.
Ya estaba allí la representación de las dos vegas: la de la izquierda del río, la de las cuatro acequias, la que encierra la huerta de Ruzafa con sus caminos de frondoso follaje que van a extinguirse en los límites del lago de la Albufera, y la vega de la derecha del Turia, la poética, la de las fresas de Benimaclet, las chufas de Alboraya y los jardines siempre exuberantes de flores.
La muchacha no contestaba, seguía su marcha con el contoneo airoso de las hilanderas, la cesta en la cadera izquierda y el brazo derecho cortando el aire con un vaivén de péndulo.
El buey de la izquierda, un hermoso buey sardo permanecía inmóvil, el otro, blanco, manchado de negro, se azotaba el lomo con la cola para espantar las moscas que le hostigaban.
Era domingo, y la animación ruidosa y expansiva de los días festivos inundaba la acera izquierda del paseo.
Los pueblos y caseríos, compactos y apiñados hasta el punto de parecer de lejos una sola población, matizaban de blanco y amarillo aquel gigantesco tablero de damas, cuyos cuadros geométricos, siendo todos verdes, destacábanse unos de otros por sus diversas tonalidades, a lo lejos, el mar, como una cenefa azul, corríase por todo el horizonte con su lomo erizado de velas puntiagudas como blancas aletas, y volviendo la vista más a la izquierda, los pueblos cercanos: Godella con su obscuro pinar, que avanza como promontorio sombrío en el oleaje verde de la huerta, y por encima de esta barrera, en último término, la sierra de Espadan, irregular, gigantesca, dentellada, mostrando a las horas de sol un suave color de caramelo, surcada por las sombras de hondanadas y barrancos, decreciendo rápidamente antes de llegar al mar, y ostentando en la última de sus protuberancias, en el postrer escalón, el castillo de Sagunto, con sus bastiones irregulares, semejantes a las ondulaciones de una culebra inmóvil y dormida bajo el sol.
Don Juan en la cabecera, con las dos niñas, y en el extremo opuesto doña Manuela, teniendo a la derecha a Juanito y a la izquierda la silla destinada a Rafael.
A la izquierda lejano caserío, la fábrica, el real , los establos, hacia los cuales volvía el ganado, la capilla con su torre envuelta en un manto de hiedras, a la derecha la vega villaverdina iluminada por los últimos reflejos del sol, y en el fondo las altas montañas de la Sierra, sombrías, boscosas, coronadas de abetos y de ocotes.
Fernández, en la cabecera, cerca de él, a la izquierda, un niño, como de seis años, pálido y enclenque, en seguida una señora que pasaba de los cuarenta, y a la derecha del dueño de la casa, Gabriela.
Caminando hacia el Barrio Alto, Andrés a la derecha, yo a la izquierda, conté al buen viejo cuanto me pasaba, los dichos de Castro Pérez, la hipócrita calumnia de Ricardo, y por último, le hablé de mis esperanzas.
A la izquierda, en un marco dorado, bajo un cristal verdoso y orlado de oro sobre fondo negro, un retrato de don Antonio López de Santa-Anna, de gran uniforme, al cuello la cruz de Guadalupe.
Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba.
El cuarto de la izquierda de modo que Eso es estar vendida Una puerta aquí, otra allí.
Se sale usted a la Ronda tira usted para abajo, dejando a la izquierda la fábrica del gas.
Tocaba al revés, pisando las cuerdas con la derecha y rasgueando con la izquierda, puesta la guitarra sobre las rodillas, boca y cuerdas hacia arriba.
Llegó sin aliento al portal, y allí dudó si debía tomar a la derecha o a la izquierda de la calle.
La chiquilla, después que le dijo todas aquellas injurias, se puso a repasar una media, en la cual tenía metida la mano izquierda como en un guante.
Comprimiéndose con dos dedos de la mano la ceja izquierda, habló a Fortunata de lo buenas que debían de ser aquellas madres Micaelas, de lo bonito que sería el convento, y de las preciosas y utilísimas cosas que allí aprendería, soltando como por ensalmo la cáscara amarga y trocándose en señora, sí, en señora tan decente, que habría otras lo mismo, pero más no más no.
Como la iglesia estaba aún a medio hacer, el culto se celebraba en la capilla provisional, que era una gran crujía baja, a la izquierda de la puerta.
Pues ha alquilado el cuarto de la izquierda de la casa en que vas a vivir, el tuyo es el de la derecha.
El cuarto de al lado a mano izquierda cuando entramos el mío a esta mano, de modo que No me vuelvas loca.
Los pueblecitos marinos desfilaban a la izquierda de la vía, colocados entre el mar azul y una vegetación espléndida.
A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio.

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