Ejemplos con invasión

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La invasión de por la bravucona y enamorada mirábala como un insulto.
En la calma de este retorcimiento tempestuoso e inmóvil, en la soledad de estos campos poblados de espantables y perennes visiones, cantaban los pájaros, extendían su invasión hasta el pie de los troncos carcomidos las flores silvestres, y las hormigas iban y venían en infinito rosario, socavando como mineras infatigables las añosas raíces.
En cuanto a Taine, es quien ha escrito los , y si, por una parte, su concepción de la sociedad como un organismo, le conduce lógicamente a rechazar toda idea de uniformidad que se oponga al principio de las dependencias y las subordinaciones orgánicas, por otra parte su finísimo instinto de selección intelectual le lleva a abominar de la invasión de las cumbres por la multitud.
Tal vez habían caído bajo las balas de la ametralladora automóvil que atravesó el pueblo precediendo a la invasión.
La inesperada defensa de los fugitivos había perturbado la marcha de la invasión.
En los espacios libres de este desfile, en los paréntesis abiertos entre una batería y un regimiento, corrían pelotones de paisanos: grupos miserables que la invasión echaba por delante, poblaciones enteras que se habían disgregado siguiendo al ejército en su retirada.
El horroroso espectáculo de la invasión persistía en su memoria, ocupándola por entero, no dejando lugar a las impresiones siguientes.
Este enternecimiento la sirvió para recordar a sus hijos, que figuraban indudablemente en el ejército de invasión.
En vano su cuñada, con una brevedad maligna, iba mencionando en el comedor los progresos de la invasión, indicados confusamente por los periódicos.
Representaba un gran desquite histórico: los pueblos del Sur, las llamadas razas latinas, contestando después de muchos siglos a la invasión qué había destruído el poderío romano, los hombres mediterráneos esparciéndose vencedores por las tierras de los antiguos bárbaros.
Luego, Alemania se aislaba, cortando las líneas férreas y las líneas telegráficas para amasar en el misterio sus fuerzas de invasión.
Los nobles de Francia descendían de los guerreros alemanes instalados en el país después de la invasión llamada de los bárbaros.
Cuando al fin pudo entrar, vió libros, muchos libros, libros por todas partes, esparcidos en el suelo, alineados sobre tablas, apilados en los rincones, invadiendo sillas desvencijadas, mesas viejas, y una cama que sólo era rehecha de tarde en tarde, cuando el dueño, alarmado por la creciente invasión de polvo y telarañas, reclamaba el auxilio de una amiga de la portera.
En esta plaza de agua metida entre casas habían anclado sus pobres naves los primeros fenicios, viéndose sucedidos por los emigrantes de Focea en Asia Menor, marineros griegos que huían de la invasión de los persas.
Los capitanes de trasatlántico lamentaban sus lujosos camarotes convertidos en dormitorios de tropa, sus cubiertas charoladas, que habían pasado a ser establos, sus comedores, donde se sentaban antes las gentes con o escotadas, y debían ser regados ahora con toda clase de desinfectantes para repeler la invasión de chinches y piojos, los olores animales de tantos hombres y bestias amontonados.
Allí sus esperanzas puras de otros tiempos, sus agonías de esposo triste, el desorden de una mente que se escapa, el mar sereno luego, la flora toda americana, ardiente y rica, el encogimiento sombrío del alma infeliz ante la naturaleza hermosa, una como invasión de luz que encendiese la atmósfera, y penetrase por los rincones más negros de la tierra, y a través de las ondas de la mar, a sus cuevas de azul y corales, una como águila herida, con una llaga en el pecho que parecía una rosa, huyendo, a grandes golpes de ala, cielo arriba, con gritos desesperados y estridentes.
Recuerdo que leyendo una vez en la colección de monografías históricas publicada bajo la dirección del profesor Oncken, de Berlín, una , encontré un pasaje en que el autor habla de los Emiratos independientes que surgieron de la primera invasión mogola, en el Asia Menor y en Armenia.
Méjico, decía, solo ha podido evitar nuevas desmembraciones merced a una política hábil, en que sin resistir directamente, ha evitado la invasión de intereses americanos.
Que no le hablasen a él del populacho de las minas, corrompido y sin fe, hombres de todas las provincias, llegados en invasión, trayendo con ellos lo peor de España, contaminando con sus vicios la pureza del país, siempre descontentos y amenazando con huelgas, deseando el exterminio de los ricos y comparando su miseria con el bienestar de los demás, como si hasta en el cielo no existiesen categorías y clases.
No era una invasión que se contiene con las armas: era una civilización joven que echaba raíces por todos lados.
Describía éste al pueblo hispano-romano, sobre el que había pasado la invasión goda sin causar gran mella.
Al sobrevenir la invasión sarracena se reanuda la serie de los arzobispos perseguidos.
Las pilastras blancas sostenían una parra vetusta, que daba sombra a tan vasto espacio, y apilados a lo largo de un lienzo de pared, taburetes y mesitas de cinc, en tan prodigiosa cantidad, que parecía haber previsto la invasión de su casa por la vega entera.
Tenía por suyo el paseo, la calma de la noche, el puro silencio que le envolvía, la impúdica invasión de libertinos callejeros y mercenarias ambulantes causábale el efecto de un atentado contra su propiedad.
La salida de la plaza era lenta, desmayada, contrastando con la llegada, ruidosa como una invasión.
Por la mañana arremolinábase la gente, con empujones y codazos, en torno de los revendedores que en la plaza de San Francisco voceaban las de sol y de sombra , y como si la ciudad acabase de sufrir una invasión, tropezábase en todas partes con gentes de la huerta y de los pueblos: unos con pantalones de pana y manta multicolor, y otros, los tipos socarrones de la Ribera, vestidos de paño negro y fino, la chaqueta al hombro, dejando al descubierto la blanca manga de la camisa, los botines de goma entorpeciéndoles el paso, y en la mano un bastoncillo delgado, casi infantil, movido siempre con insolencia agresiva.
Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, sonando las bofetadas con la mayor facilidad.
Así vimos venir con la influencia del poder absoluto de Luis XIV los reglamentistas literarios que fustigaron a los autores de pasadas anarquías, y con la revolución é invasión francesas la libertad de pensamiento y el instinto de independencia artístico y propio, triunfante en aquella lucha, como el territorial y político.
Verdad que Madrid apenas tenía elementos de defensa contra esta invasión, porque las iglesias de esta villa, además de muy sucias, son verdaderos adefesios como arte.
Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses, y se apuntaba la invasión lenta y tiránica de los medios colores, que pretenden ser signo de cultura.

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