Ejemplos con intestina

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y fue José Manuel Pando que hizo la proposición de concordar la paz y detener esta lucha, quien en una misiva escueta pedía poner término a esta guerra civil, la cual fue aceptada por Alonso, estando de acuerdo en detener esta intestina contienda.
Alberto Zumarán: heredero del recientemente fallecido Wilson Ferreira Aldunate, carecía del carisma de éste, y además se vio enfrentado a una lucha intestina con su hijo Juan Raúl Ferreira Sienra, así, el histórico movimiento Por la Patria se vio reducido a su mínima expresión electoral.
Se trata, le decía en la respuesta, de una revolución intestina y para sofocarla tengo fuerzas suficientes, pero prefiero entregar el cuello a la cuchilla de mis asesinos, antes que convenir que quede sancionado en América el principio de intervención.
Y sigue: Es una desilusión para la Dirección General de Policías comprobar que la entidad primogénita del Estado venga paulatinamente, demostrando olvido consciente de sus deberes primordiales, cual es de cumplir y hacer cumplir la Ley, por encima de toda consideración y haciendo relucir otra vez, la podredumbre intestina de ciertos individuos que supieron ocultar con maestría de prestidigitadores su escaso valor moral, intelectual y material para vergüenza del conjunto, ajeno a tal demostración.
Torres se verá envuelto en un viaje sin precedentes a través de medio mundo para descubrir el secreto de la civilización Ichar, y situarse junto con el resto de sus compañeros en medio de una guerra intestina entre los más poderosos representantes de esta milenaria raza.
¿Qué me importan las alteraciones de Francia, de Roma o de Hungría, ni las malandanzas del Estado español, ante este inmenso enigma del embarazo, cuyo término y desenlace feliz esperamos con el alma en un hilo? ¿Qué puede afectarme ese lejano enredo de la República Romana, ni las diabluras de los Mazzinis, Caninos y Garibaldis? ¿Ni qué atención puedo prestar a los entusiasmos de mi cuñada Sofía por Luis Napoleón, Presidente de la República Francesa, o por Manin, desgraciado Dux de la de Venecia? Y cuando mi hermano Gregorio me da irresistibles matracas por el desconcierto de la Hacienda española, ¿qué he de hacer más que abrir la oreja derecha para que salga lo que por la izquierda entró? Ya comprenderéis que de la guerra intestina que arde en Cataluña hago tanto caso como de las nubes de antaño, que lo mismo es para mí Cabrera que un monigote de papel, y que los movimientos de Pavía, de Concha o de Córdova en persecución de los facciosos no mueven mi curiosidad.
Por esta vez su bandera, compañera inseparable de la del Temple, tenía que ir sola en busca del enemigo, pues los caballeros, recelosos con sobrado fundamento de la potestad real, y pendientes del giro que tomasen en el vecino reino de Francia los atropellos cometidos en la persona de su maestre ultramarino y demás caballeros, juzgaron prudente mantenerse neutrales en la guerra intestina de que iba a ser teatro la desventurada Castilla.
La gran República misma se vio obligada en virtud de la guerra intestina que la devoraba, a mantenerse neutral y aun a prestar alguna vez, con mengua de su dignidad, servicios a esa misma invasión, que pretendía entrar por México a los Estados Unidos.

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