Ejemplos con indulgentes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué habría sido si los británicos hubiesen sido más indulgentes con los rebeldes irlandeses? es una de las especulaciones recurrentes sobre las relaciones anglo-irlandesas.
Los alemanes mostraron su perdón, y tendieron a mostrarse indulgentes ante la criminal represión ejercida.
De esta forma, el escándalo sancionaba a los maridos demasiado indulgentes.
En Corea, Japón usó la fuerza militar para suprimir un movimiento de independencia, pero luego empleó políticas ligeramente indulgentes para reducir la oposición a la ocupación japonesa.
Como adjetivo, restrictivo se puede utilizar para las personas que son poco indulgentes o muy ceñidas a un solo criterio.
Mientras con ayuda de mis indulgentes lectores dilucido estos puntos, seguiré contando.
Y si la ferocidad de la rebelde inspiraba terror, nadie perdonaba los celos de la mujer: hasta los más indulgentes para con los delitos de amor, negaban a la pasión de la nihilista toda buena cualidad, la juzgaban fría, dura, salvaje.
Los más indulgentes le acreditaban sus tentativas de salvar a la asesino, pero los más severos, por el contrario, le acusaban aún de eso: al correr el riesgo de ser condenado con ella intentando salvarla,¿ no confirmaba él mismo, de la manera más evidente, que ambos eran pasibles de idéntica pena? El sentimiento unánime daba razón, por fin, a Roberto Vérod, que contra todas las apariencias había insistido en creer en el delito, y conseguía, por último, vengar a su amada.
Después cogía la cuchara con la mano izquierda y con la derecha iba echando pausadamente los terrones, dirigiendo miradas indulgentes a todo el local y a las personas que entraban.
De otra parte la aterraba lo desconocido, las monjas ¿cómo serían las monjas?, ¿cómo la tratarían? Pero Nicolás se adelantó a sus temores, diciéndole que eran las señoras más indulgentes y cariñosas que se podían ver.
Discurría sobre la extrañeza de aquellos conceptos de la viuda, que parecía dispuesta a ciertos temperamentos indulgentes en caso de que se la consultara, y de que se la tuviera por dispensadora infalible de protección y por sancionadora de las acciones.
Los que por mucho tiempo han estado al arrimo de una casa no es fácil pierdan el afecto a sus amos, y aunque cometan faltas que merezcan reprobación, aquéllos siempre son indulgentes.
Nosotros hemos sido indulgentes con ustedes, ¿no es cierto?.
Éstos eran también desenfrenados jugadores, y por lo tanto indulgentes con el pecador.
Adiós, y a mis nobles e indulgentes amigos.
Sí, indulgentes.
A pesar de eso, la señora Pocket era, en general, objeto de respetuosa compasión por el hecho de que no se hubiese casado con un título, en tanto que a su marido se le dirigían indulgentes reproches por el hecho de no haber obtenido ninguno.
-Pero vuestras señoras serán indulgentes para con vos.
Sus décimas son bien pobres, su música bien destemplada, y su voz bien ronca, pero su canto improvisado, aunque no alcance, por cierto, a expresar como lo quisiera, su desconsuelo, deja traslucir tan resignado pesar por las decepciones y los desengaños sufridos, en su larga vida mal aprovechada, y tanto rebosa la amargura de su vejez miserable y sin hogar, que su auditorio lo escucha con cierta compasión, y que los mismos niños, sus discípulos, siempre dispuestos a hacerlo víctima de alguna travesura, por un momento perdonan, indulgentes, al hombre que, cantando, casi llora, su tiranía inofensiva de maestro atorrante.
En sus tiempos -hacía cerca de medio siglo- no había más iglesias que en las ciudades, y las ciudades eran pocas, por esto, ella misma, unas cuantas veces, se había tenido que casar sin más formalidades que las que, discretamente, hacen sonreírse las estrellas indulgentes.
Los que no estén seguros de la propia virtud y entereza de ánimo han de ser, pues, más indulgentes con los Nanares.
No, no me digáis eso: sed indulgentes.
Nosotros hemos sido indulgentes con ustedes, ¿no es cierto?.
Los que por mucho tiempo han estado al arrimo de una casa no es fácil pierdan el afecto a sus amos, y aunque cometan faltas que merezcan reprobación, aquéllos siempre son indulgentes.
Seamos un poquito indulgentes con ese humilde ladrón de mujer casada, ya que con ladrones mejor vestidos hemos derrochado tanta indulgencia.
Culpó, pues, a Bruto de sobradamente recto y justo en un tiempo en que era preciso usar de mucha discreción y humanidad, pero éste le trajo a la memoria los Idus de marzo, que fue el día en que dieron muerte a César, no porque él vejase y molestase a todos los hombres, sino porque otros lo ejecutaban a la sombra de su poder, de manera que si podía haber algún motivo para aflojar en la justicia, menos malo sería disimular con los amigos de César que ser indulgentes con los amigos propios que delinquiesen, pues respecto de aquellos se diría que nos faltaba el valor cuando respecto de éstos pasaríamos plaza de injustos en momentos en que nos cercan tantos peligros y trabajos.
Es bien claro que necesita Daímaco lectores demasiado indulgentes, pero si su relación es cierta, convence con bastante fuerza a los que sostienen haber sido aquella una piedra que, arrancada de algún promontorio por los vientos y los huracanes, se mantuvo y fue llevada en el aire como los torbellinos, hasta que se desplomó y cayó en el momento que cedió y aflojó la fuerza que la tenía elevada, a no ser que realmente fuese luego lo que se vio por muchos días, y que de su extinción y destrucción resultasen vientos y agitaciones fuertes que hiciesen caer la piedra.
Porque sus donativos y sus gastos en los coros, sus obsequios a la ciudad, superiores a toda ponderación, el esplendor de su linaje, el poder de su elocuencia, la belleza de su persona, y sus fuerzas corporales, juntas con su experiencia en las cosas de la guerra, y su decidido valor, hacían que los Atenienses fueran indulgentes con él en todo lo demás y se lo llevaran en paciencia, dando siempre a sus extravíos los nombres benignísimos de juegos y muchachadas.
Lo cierto es que se portó tan mal que pronto, todos, y hasta sus mismos compañeros olimpianos, bien indulgentes, por cierto, vieron que nada tenía de la gran semi-diosa, nodriza de Apolo, y que ni hija, ni siquiera entenada podía ser de ella.
Basta recordar que París le abrió los brazos a Óscar Wilde, cuando Londres lo echó de su seno, que los procesos de costumbres se sustancian aquí entre risas y bromas, precursoras de fallos absolutorios en su mayoría, y siempre indulgentes, que los crímenes contra la infancia tienen castigos irrisorios y ridículos, que los Soleilland son admirados y solicitados hasta en las Audiencias, y las Juana Weber tienen protección y amparo.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba