Ejemplos con indias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Señores: soy un sátrapa, tengo ya más riquezas que el preste Juan de las Indias, Creso y Montezuma juntos.
Amigas de Dioscontinuó muy recio, de modo que lo oyera la intrusa: mi papá vino de las Indias el año pasado, y trajo cinco fragatas cargadas de onzas, y un negrito para que le sirviera el chocolate, y es tan rico, que se cartea con el rey de las Indias, y a mí me da dos reales cada vez que es su santo, y yo los echo en lo que me da la gana, y tengo tres muñecas de resorte, y un muestrario de botones que le regaló a mamá para mí una modista que quitó la tienda, y tengo dos marmotas de lana para ir al colegio en el invierno, porque yo voy al colegio, y no a la escuela de zurri-burri, como algunas infelices que yo conozco, y puede que no estén muy lejos de aquí.
¡Aunque sea el preste Juan de las Indias! ¡Yo no hago esas tonterías!.
El hambre entraba hasta en el palacio real, y Carlos II, señor de España y de las Indias, no podía algunos días dar de comer a la servidumbre.
Si hacía obras de caridad hasta donde sus cortos medios lo consentían, era tan sin estruendo, que nadie se enteraba, si, movido a ello por compasión o porque lo juzgaba absolutamente necesario, daba algún consejo, le daba con tal llaneza y con tan pocos textos y autoridades, que nadie hacía caso, y aun había quien supusiese que no sabía aconsejar por lo fino, acostumbrado a vivir entre los salvajes allá en las Indias.
Comprendo que tal cosa se dijera cuando sólo se conocían siete planetas y siete metales, cuatro Partes del mundo y cuatro elementos, pero repetirlo hoy, en pleno siglo , sería un absurdo tan grande como echarse a buscar al Preste Juan de las Indias.
Seis dias navegaron los dos navíos con próspero viento, siguiendo la derrota de las islas Terceras, paraje donde nunca faltan o naves portuguesas de las Indias orientales, o algunas derrotadas de las occidentales.
Creyeron los turcos ser naves derrotadas de las Indias, y que con facilidad las rendirian.
—Por mas ventura tuviera, valeroso caballero, que me llevaras contigo a Ingalaterra, que no que me enviaras a España, porque aunque es mi patria, y no habrá sino seis dias que della partí, no he de hallar en ella otra cosa que no sea de ocasiones de tristezas y soledades mias: sabrás, señor, que en la pérdida de Cádiz, que sucedió habrá quince años, perdí una hija que los ingleses debieron de llevar a Ingalaterra, y con ella perdí el descanso de mi vejez y la luz de mis ojos, que despues que no la vieron, nunca han visto cosa que de su gusto sea: el grave descontento en que me dejó su pérdida y la de la hacienda, que tambien me faltó, me pusieron de manera, que ni mas quise, ni mas pude ejercitar la mercancía, cuyo trato me habia puesto en opinion de ser el mas rico mercader de toda la ciudad: y así era la verdad, pues fuera del crédito, que pasaba de muchos centenares de millares de escudos, valia mi hacienda dentro de las puertas de mi casa mas de cincuenta mil ducados: todo lo perdí, y no hubiera perdido nada, como no hubiera perdido a mi hija: tras esta general desgracia, y tan particular mia, acudió la necesidad a fatigarme hasta tanto que no pudiéndola resistir, mi mujer y yo, que es aquella triste que allí está sentada, determinámos irnos a las Indias, comun refugio de los pobres generosos, y habiéndonos embarcado en un navío de aviso seis dias ha, a la salida de Cádiz dieron con el navío estos dos bajeles de cosarios, y nos cautivaron, donde se renovó nuestra desgracia y se confirmó nuestra desventura, y fuera mayor si los cosarios no hubieran tomado aquella nave portuguesa, que los entretuvo hasta haber sucedido lo que él habia visto.
—Levantáos, Ricaredo, respondió la reina, y creedme que si por precio os hubiera de dar a Isabela, segun yo la estimo, no la pudiérades pagar ni con lo que trae esa nave, ni con lo que queda en las Indias: dóyosla porque os la prometí, y porque ella es digna de vos, y vos lo sois della: vuestro valor solo la merece, si vos habeis guardado las joyas de la nave para mí, yo os he guardado la joya vuestra para vos, y aunque os parezca que no hago mucho en volveros lo que es vuestro, yo sé que os hago mucha merced en ello, que las prendas que se compran a deseos y tienen su estimacion en el alma del comprador, aquello valen que vale una alma, que no hay precio en la tierra con que aprecialla: Isabela es vuestra, veisla allí, cuando quisiéredes podeis tomar su entera posesion, y creo será con su gusto, porque es discreta, y sabrá ponderar la amistad que le haceis, que no la quiero llamar merced, sino amistad, porque me quiero alzar con el nombre de que yo sola puedo hacerle mercedes: idos a descansar, y venidme a ver mañana, que quiero mas particularmente oir vuestras hazañas, y traedme esos dos que decís que de su voluntad han querido venir a verme, que se lo quiero agradecer.
—Señores, este mancebo es un gran cosario inglés, que yo le conozco, y es aquel que habrá poco mas de dos años tomó a los cosarios de Argel la nave de Portugal que venia de las Indias: no hay duda sino que es él, que yo le conozco, porque él me dió libertad y dineros para venir a España, y no solo a mí, sino a otros trescientos cautivos.
Tornó a soplar el viento, impeliendo con tanta fuerza los navíos, que no dejó nadie en sus asientos, y así le fué forzoso a Carrizales dejar sus imaginaciones, y dejarse llevar de solos los cuidados que el viaje le ofrecia, el cual viaje fué tan próspero, que sin recebir algun reves ni contraste, llegaron al puerto de Cartagena, y por concluir con todo lo que no hace a nuestro propósito, digo que la edad que tenia Felipe, cuando pasó a las Indias, seria de cuarenta y ocho años, y en veinte que en ellas estuvo, ayudado de su industria y diligencia, alcanzó a tener mas de ciento y cincuenta mil pesos ensayados.
—Buen remedio, dijo Loaysa, procurad vos tomar las llaves a vuestro amo, y yo os daré un pedazo de cera, donde las imprimiréis de manera que queden señaladas las guardas en la cera, que por la aficion que os he tomado, yo haré que un cerrajero, amigo mio, haga las llaves, y así podré entrar dentro de noche y enseñaros mejor que al Preste Juan de las Indias, porque veo ser gran lástima que se pierda una tal voz como la vuestra, faltándole el arrimo de la guitarra: que quiero que sepais, hermano Luis, que la mejor voz del mundo pierde de sus quilates, cuando no se acompaña con el instrumento, ahora sea de guitarra, o clavicímbano, de órganos o de arpa, pero el que mas a vuestra voz le conviene, es el instrumento de la guitarra, por ser el mas mañero y ménos costoso de los instrumentos.
Quedó Leonora viuda, llorosa y rica, y cuando Loaysa esperaba que cumpliese lo que ya él sabia que su marido en su testamento dejaba mandado, vió que dentro de una semana se entró monja en uno de los mas recogidos monasterios de la ciudad: él despechado y casi corrido se pasó a las Indias.
—Allá irás, mentecato, trovador de Júdas, que pulgas te coman los ojos, y ¿quién diablos te enseñó a cantar a una fregona cosas de esferas y de cielos, llamándola lúnes, mártes y ruedas de fortuna? Dijérasla, noramala para tí y para quien le hubiera parecido bien tu trova, que es tiesa como un espárrago, entonada como un plumaje, blanca como una leche, honesta como un fraile novicio, melindrosa y zahareña como una mula de alquiler, y mas dura que un pedazo de argamasa, que como esto le dijeras, ella lo entendiera, y se holgara, pero llamarla embajador, y red, y moble, y alteza, y bajeza, mas es para decirlo a un niño de la doctrina, que a una fregona: verdaderamente que hay poetas en el mundo, que escriben trovas que no hay diablo que las entienda, yo a lo ménos aunque soy Barrabas, estas que ha cantado este músico, de ninguna manera las entiendo: miren qué hará Costancica, pero ella lo hace mejor, que se está en su cama haciendo burla del mismo Preste Juan de las Indias: este músico a lo ménos no es de los del hijo del corregidor, que aquellos son muchos, y una vez que otra se dejan entender, pero este, voto a tal, que me deja mohino.
Eran ya casi las doce del dia, y la dicha casa estaba cerrada por fuera, de lo que coligieron, o que no comian en ella sus moradoras, o que vendrian con brevedad, y no les salió vana su presuncion, porque a poco rato vieron venir una reverenda matrona, con unas tocas blancas como la nieve, mas largas que sobrepelliz de canónigo portugues, plegadas sobre la frente con su ventosa, y con un gran rosario al cuello de cuentas sonadoras, tan grandes como las de Santinuflo, que a la cintura le llegaba: manto de seda y lana, guantes blancos y nuevos sin vuelta, y un báculo o junco de las Indias, con su remate de plata.
Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína, que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo.
El segundo hermano hizo los mesmos ofrecimientos, y escogió el irse a las Indias, llevando empleada la hacienda que le cupiese.
Habíale dicho también el criado como iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de Méjico.
Pues, ¿qué hermosura puede haber, o qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro o fábula donde un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique, y que, cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de competientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habemos de entender que el tal caballero alcanzó la vitoria por solo el valor de su fuerte brazo? Pues, ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias, o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo? Y, si a esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de mentira, y que así, no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderles hía yo que tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y posible.
Sabrás, Sancho, que los españoles y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinocial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro, y así, puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si topares cosa viva, saldremos desta duda, y si no, pasado habemos.
Quiero el envite dijo Sancho, y échese el resto de la cortesía, y escancie el buen Tosilos, a despecho y pesar de cuantos encantadores hay en las Indias.

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