Ejemplos con inconstancia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las características más sobresalientes de la carrera de Jubany son la ambición y la inconstancia.
Pero la campaña acarnania, dirigida también por Cnemo, acabaría en otro descalabro debido a la mala coordinación ente los intervinientes y a la inconstancia en el liderazgo de los espartanos, más dispuestos a retirarse ante cualquier eventualidad o contratiempo que a empeñarse en una empresa lejana de la que no eran directos beneficiarios.
La fortuna dirige la fiesta y distribuye los papeles, según la inconstancia de sus caprichos.
Y otra vez la inconstancia de la muchedumbre se puso de manifiesto con alabanzas al capitán por haber avanzado sin extravíos a pesar de la niebla.
Entonces el agua se lamenta de los desdenes de la sal, le reprocha su inconstancia, la amenaza con olvidarla.
¡Dichoso mortal el que recibiera el bordado por la niña! ¿Qué le importarían ya el olvido y la inconstancia?.
¡Hay tantosexclamó Santa Cruz en el tono que se da a las cosas muy filosóficas, hay tantos a quienes hace infelices la inconstancia de las mujeres, y a mí me hace padecer una fidelidad que no solicito, que no me hace falta, que no me importa para nada!.
Si persistía en su desacostumbrada severidad, tal vez ahuyentaba al amante, fuera de que no tenía prueba patente de su inconstancia.
Esto supone alguna reflexion sobre los actos, alguna comparacion entre el órden y constancia de los unos con el desórden é inconstancia de los otros: reflexion que hace el hombre desde su infancia, y que continua haciendo toda su vida sin advertirlo.
—Contenta estarás, oh enemiga mortal de mi descanso, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los mios vivan en perpetuo y doloroso llanto: llégate, llégate, cruel, un poco mas, y enrede tu yedra a ese inútil tronco que te busca: peina o ensortija aquesos cabellos de ese tu nuevo Ganimédes, que tibiamente te solicita: acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco: ¿piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que ese mozo altivo por su riqueza, arrogante por su gallardía, inesperto por su edad poca, confiado por su linaje, ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y esperimentados años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo, sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe nadie sino por su propia ignorancia: en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la soberbia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desden, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal suceso: y tú, o mozo, que tan a salvo piensas llevar el premio mas debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas dese estrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece? y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede: y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galan vestido: si esa tu reposada condicion tuviera Aquíles, bien seguro estuviera Ulíses de no salir con su empresa, aunque mas le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes: véte, véte, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allí ten cuidado de tus cabellos y de tus manos, mas dispuestas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada.
Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acertado, que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rompida, y, finalmente, del poco discurso que tienen en saber colocar sus pensamientos e intenciones que tienen.
- Esa es la infelicidad de nuestra inconstancia.
Dejar a un amigo infeliz, conjurarte con la suerte contra un triste, aplaudir la inconstancia del mundo, imitar lo duro de las entrañas comunes, acompañar con tu risa la risa universal, que es eco de los llantos de un mísero.
continuamente del ojo la inconstancia común al desengaño especial.
Para lograr esta firmeza de voluntad y precaverse contra la inconstancia conviene formarse convicciones fijas, prescribirse un sistema de conducta, no obrar al acaso.
Sin embargo, tal vez podría asegurarse que la terquedad no es tan común ni acarrea tantos daños como la inconstancia.
Nada más conforme a razón que aquel sentimiento de la propia dignidad, que se exalta santamente cuando las pasiones brutales excitan a una acción vergonzosa, que recuerda al hombre lo sagrado de sus deberes y no le consiente deshonrarse faltando a ellos, aquel sentimiento que le inspira la actitud que le conviene tomar según la posición que ocupa, aquel sentimiento que llena de majestad el semblante y modales del monarca, que da al rostro y maneras de un pontífice santa gravedad y unción augusta, que brilla en la mirada de fuego de un gran capitán y en su ademán resuelto, osado, imponente, aquel sentimiento que a la dicha no le permite alegría descompuesta ni al infortunio abatimiento innoble, que señala la oportunidad de un prudente silencio o sugiere una palabra decorosa y firme, que deslinda la afabilidad de la nimia familiaridad, la franqueza del abandono, la naturalidad de los modales de una libertad grosera, aquel sentimiento, en fin, que vigoriza al hombre sin endurecerle, que le suaviza sin relajarle, que le hace flexible sin inconstancia y constante sin terquedad.
El hombre que no tiene más guía que su corazón es el juguete de mil inclinaciones diversas y a menudo contradictorias, una ligerísima pluma, en medio de una campiña donde reinan los vientos, ¿no lleva las direcciones más variadas e irregulares? ¿Quién es capaz de contar ni clasificar la infinidad de sentimientos que se suceden en nuestro pecho en brevísimas horas? ¿Quién no ha reparado en la asombrosa facilidad con que se basa de la viva afición a un trabajo, a una repugnancia casi insuperable? ¿Quién no ha sentido simpatía o antipatía a la simple presencia de una persona, sin que pueda señalarse ninguna razón de ella y sin que los hechos ofrezcan en lo sucesivo motivo alguno que justifique aquella impresión? ¿Quién no se ha admirado repetidas veces de encontrarse transformado en pocos instantes, pasando del brío al abatimiento, de la osadía a la timidez, o viceversa, sin que hubiese mediado ninguna causa ostensible? ¿Quién ignora las mudanzas que los sentimientos sufren con la edad, con la diferencia de estado, de posición social, de relaciones familiares, de salud, de clima, de estación, de atmósfera? Todo cuanto afecta a nuestras ideas, nuestros sentidos, nuestro cuerpo, de cualquier modo que sea, todo modifica nuestros sentimientos, y de aquí la asombrosa inconstancia que se nota en los que se abandonan a todos los impulsos de las pasiones, de aquí esa volubilidad de las organizaciones demasiado sensibles si no han hecho grandes esfuerzos para dominarse.
La inconstancia, que en apariencia no es más que un exceso de actividad, pues que nos lleva continuamente a ocuparnos de cosas diferentes, no es más que la pereza bajo un velo hipócrita.
== XXIX - La inconstancia: su naturaleza y origen ==.
¡Qué habrás juzgado de mí! Acaso creerás que miedo, inconstancia.
Y muy entristecido se puso a pensar en las vicisitudes y en la inconstancia de la suerte.
Sí, no te lo oculto, espero y amo a ese que dices, y si no volviese, en lugar de acusarle de inconstancia, creería que ha muerto adorándome.
Era el caso que, en su opinión, el Magistral era amante de doña Ana hacía mucho tiempo, y que la escena del bosque del Vivero la interpretó la vanidad de la criada como una victoria de su belleza que había hecho caer en pecado de inconstancia al canónigo.
De la inconstancia femenil, más bravas.
Todos amamos nuestras aficiones, y, sin embargo, cometemos infidelidades, tenemos nuestras horas de inconstancia, y volvemos luego a abrazarlas con mayor cariño.
En otra parte, Demócrito y el divino Hipócrates, reclinados junto a un sepulcro ya destruido, conversaban profundamente a la sombra de unos cipreses mustios sobre la física del cuerpo animal, la brevedad de la vida, los acerbos males que la rodean, y los cortos y falaces medios que ofrece el arte para dilatar su fin, y más allá, Demóstenes, desde la tribuna de las arengas, conmovía al pueblo ateniense, le persuadía por algunos instantes a sacudir el yugo macedónico, excitaba en él estímulos de valor, recordándole las épocas gloriosas de sus triunfos, los nombres santos de Milcíades, Conón, Cimón y el justo Arístides, y oponiéndose, por una parte, a todo el poder de Filipo, y por otra, a la envidia, la calumnia atroz y la inconstancia de un vulgo corrompido e ingrato, veía, a pesar de su elocuencia irresistible, perecer para siempre la libertad de su país, y perecía con ella.
La divisa del hombre es la inconstancia,.
Hace mucho tiempo creo haber dado cuenta a mis lectores de cierta inconstancia y versatilidad, bases de mi carácter, el cual podría muy bien venir a ser el de no tener ninguno: yo no sé si hace demasiada falta el carácter para vivir, pero en caso de duda bien se podrían encontrar no lejos de nosotros multitud de ejemplares de gentes que, no teniendo ninguno conocido, no sólo aciertan a vivir, sino que están sanas y gordas, y aun cómodamente establecidas.
Rodeada Isabel por todas partes, creída de que su amante la ha faltado, cumplido el plazo, obligada por el honor y la felicidad de su madre, que es deuda en ella conservar ilesos, deudora de inmensos beneficios a Azagra, en sí misma y en su familia, cede, no empero a la seducción o a la inconstancia, sino al deber.

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