Ejemplos con inconfesa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y cosa rara: en aquellos días de zozobras y vacilaciones, la figura pálida que agonizaba ligada a ella, y cuya sombra proyectada sobre su vida fuerale fatal, parecía haberse alejado, borrado de su imaginación, y aquellos proyectos de paz geórgica, de olvido y de renunciamiento, evaporándose al renacer de su egoísmo ante aquel toque de ¡sálvese, el que pueda!, Willy ya no era el ser idolatrado, el consuelo, el eje sobre que giraba su vida: era un lazo que le ataba fatalmente, un lastre que le arrastraba al abismo y contra quien sentía sorda e inconfesa hostilidad. Su amor propio, puesto al servicio de otros ideales que aquél, rompía el espejismo de su pasión y le hacía ver las cosas en su verdadero valor, y al mismo tiempo, al faltarle el gran motor de las pasiones humanas, la suya languidecía, sin que ni aun los mismos celos, esos grandes espoleadores del amor, consiguiesen darle fuerzas. Siquiera en los momentos que a su lado estaba vivía para él, su pensamiento, cual ave viajera, volaba a otras tierras de quimera, porque habíase realizado un a modo de desdoblamiento de su personalidad ante el choque brutal con las realidades de la vida, y la ambiciosa que antaño viviera en ella renacido, y la luchadora que escalara las alturas, espoleada por el estrépito de la lucha, olvidado todo para sólo pensar en aquel triunfo imposible, porque había de ser la revancha, no de una gran catástrofe, sino de lento, monótono y cotidiano descenso.
Y por esto era que desde principios de marzo, don Demetrio, y como él, muchos otros, arrendatarios de fracciones del mismo campo, subían más a menudo que de costumbre, a la punta de la larga escalera del mojinete, con pretexto de observar el campo, para ver si la majada no se mixturaba con la del vecino, pero más que todo, en realidad, con la inconfesa esperanza de divisar, en el horizonte, la espesa silueta de don José Aramburú.
Los hombres rebajados por la hipocresía viven sin ensueño, ocultando sus intenciones, enmascarando sus sentimientos, dando saltos como el eslizón, tienen la certidumbre íntima, aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, vergonzosos, nocivos, arrufianados, irredimibles.
Una curiosidad viva, irresistible, una invencible atracción lo fascinaba, lo empujaba a mirar a pesar suyo, sin poder dejar de hacerlo, a tener clavados sus dos ojos sobre aquel cuerpo de recién nacida, raquítico y miserable, mientras, instintiva mente, una secreta repugnancia, un sentimiento de inconfesa repulsión lo retraía.

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