Ejemplos con incomodaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Smith objetó que el libro no se vendería sin episodios románticos que le incomodaba escribir.
Era mi señora suegra mujer humilde, y según me contaron, no se incomodaba porque su marido, mi señor suegro, se regalase con otras dos mujeres de añadidura.
Y ante el reposo y serenidad del cristiano para combatir la rancia doctrina, el hebreo se incomodaba, perdía el grave continente, y sacaba, no digamos el Cristo, sino las tablas de la Ley, como vicario del amigo Moisés en la tierra.
Lo que más le incomodaba a él era que le hubiesen roto dos cristales, allá abajo, en la mampara.
Lo que más le incomodaba era que a la mañana siguiente el cura sostenía que no había dormido nada.
Le incomodaba la perenne sinfonía de la lluvia que se deslizaba por los canalones abajo o retiñía en los charcos causados por la depresión de las baldosas.
Gómez cumplía estrictamente sus obligaciones, circunspecto y callado, con nadie se metía, a nadie incomodaba.
En general, más se incomodaba con los que no recibían sus beneficios que con los que le pedían, y a Foción le escribió una carta, en que le decía que no le tendría en adelante por amigo si desechaba sus favores.
Así, en un mismo día dominaban resoluciones contrarias, y no le era posible saber nada de cierto de los enemigos, porque cada uno venía a anunciarle lo que casualmente ola, y se incomodaba si no le daban crédito.
En consecuencia de esto, desde el principio se mostraron disgustados los demás Espartanos, teniéndose más por asistentes de Lisandro que por consejeros del rey, y después, el mismo Agesilao, aunque no tenía nada de envidioso ni se incomodaba de que se honrase a otros, como no le faltasen ni ambición ni carácter, temió no fuera que si ocurrían sucesos prósperos se atribuyesen a Lisandro por su fama.
Casio, aunque de nuevo se incomodaba con estas cosas, nada proponía o advertía ya a Craso por verle irritado, pero fuera de su vista llenaba de improperios a Arianmes, a quien decía: “¿Qué mal Genio, oh el más malvado de todos los hombres, es el que te ha traído entre nosotros? ¿Con qué hierbas o con qué hechizos pudiste mover a Craso a que arrojara el ejército en una soledad vasta y profunda, haciéndoles andar un camino más propio de un nómada, capitán de bandoleros, que de un general romano?” El bárbaro, que sabía plegarse a todo, con éste usaba de blandura, animándole y exhortándole a que tuviera todavía un poco de paciencia, pero a los soldados con quienes se juntaba como para darles algún alivio los insultaba, diciéndoles, con risa y escarnio: “¿Pues qué, creéis que esto es caminar por la Campania, y echáis menos sus fuertes, sus arroyos, sus deliciosos sombríos, sus baños y sus posadas? ¿No os acordáis de que nuestra marcha es por los linderos de los Árabes y los Asirios?” De esta manera se burlaba de los Romanos aquel bárbaro, el cual, antes que más a las claras se conociera el engaño, se ausentó, no sin noticia de Craso, a quien todavía hizo creer que iba a introducir la confusión y el desorden en el ejército enemigo.
Finalmente, presentándose Sila allí cerca con veinte cohortes, saludándole se pasaron a él, y quedándose Escipión solo en su tienda, hubo de conformarse, mientras Sila, habiendo cazado con sus veinte cohortes, como tantas aves mansas, las cuarenta de los enemigos, las condujo todas a su campamento, así se cuenta haber dicho Carbón que peleaba en Sila con un león y una raposa aloja- dos en su alma, pero que la que más le incomodaba era la raposa.
Indispusiéronse por esto, y empezaron a decirse denuestos unos a otros, pero lo que a Tito más le incomodaba era que los Etolos se atribuían la victoria, apresurándose a hacer correr esta voz entre los Griegos: tanto, que los poetas y los particulares, celebrando esta jornada, les escribieron y cantaron a ellos los primeros, siendo el cantar más común este epigrama: Treinta mil de Tesalia ¡oh peregrino! sin gloria y sin sepulcro aquí yacemos, de los Etolos en sangrienta guerra domados, y también de los Latinos que Tito trajo de la hermosa Italia, Huyó ¡mísera Ematia! en veloz curso de Filipo el espíritu arrogante, más que los ciervos tímido y ligero.
Al principio, cuando todavía estaba escaso de bienes y servía en la milicia, no se incomodaba nunca por las cosas de comer, y antes decía que era una vergüenza altercar por el vientre con los esclavos, pero más adelante, estando ya en otra opulencia, cuando daba de comer a los amigos y colegas, castigaba inmediatamente después del convite con una correa a los que se habían descuidado en preparar o servir la comida.
Con todo, Agis era siempre su enemigo, a causa de la mujer, por la afrenta recibida, y además le incomodaba también su gloria: porque se había difundido la voz de que todo se hacía por Alcibíades, y a él era a quien se tenía consideración.
Con esto las cosas de los Celtas comenzaron a ir en decadencia, porque les faltaban las subsistencias, impedidos de merodear por miedo de Camilo, y además les había acometido una epidemia, por causa de los muchos muertos esparcidos por todas partes, estando precisados a tener las tiendas sobre escombros, y el gran montón de cenizas alteraba el aire con su sequedad y aspereza, y le hacía malsano por medio de los vientos y las quemas, y dañoso a los cuerpos por la difícil respiración, pero lo que principalmente los incomodaba era la mudanza de habitación y método de vida, habiendo sido arrojados, de un país sombrío y que tenía grandes defensas contra el calor, a un terreno ahogado y mal dispuesto para pasar la entrada del otoño, a lo que se agregaban la detención y ocio ante el Capitolio, que iban muy largos, pues ya era aquel el séptimo mes que llevaban de sitio, de manera que había gran mortandad en el campamento, y ya por los muchos que eran, ni siquiera daban sepultura a los cadáveres.
Colatino, además de tener contra sí, según se echaba de ver, alguna sospecha por su parentesco con los reyes, incomodaba con el segundo de sus nombres, siendo mirado con abominación el de Tarquino, así, en vista de estos sucesos, teniendo por enteramente decaída su opinión, voluntariamente hizo dimisión del mando, y salió de la ciudad.
Y si Redondo se incomodaba, tendría que batirse con Mesía».
Ya antes había cruzado esta idea por su mente, pero lo incomodaba ir a buscar al hijo de Ferreol.
El cínico peluquero no se incomodaba por esto.
-Pero si yo no lo conozco -pensaba: y luego desfilaban por su recuerdo sus antiguos pretendientes: el doctor Ferreol, a quien había desairado, y Catay, que aún la incomodaba con sus desvergonzadas incitaciones: hasta evocaba la memoria de los piropos que conquistaba en sus andanzas callejeras, que aunque siempre rechazaba con orgullo, le creaban un ambiente de lisonja que aspiraba con indecible fruición, a cuya influencia concebía más alta idea de su personalidad y su belleza.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba