Ejemplos con impudencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aquellas palabras le parecían el colmo de la hipocresía y de la impudencia.
La ambición les guía, el amor propio les alienta, el egoísmo les sostiene, la impudencia les basta, y entre los riscos del camino se van dejando, sin sentirlo, la hombría de bien, la amistad y el cariño.
En las puertas del mundo la impudencia ha escrito este letrero: Posee, y lo demás te será dado con hartura.
¡Y dicen que entonces no había modas elegantes! ¿Pues, y dónde nos dejan aquel talle que por lo alto tocaba el cielo y aquella falda que intentaba seguir el mismo camino, huyendo de los pies, y aquel escote recto por pecho y espalda que a veces quería bajar al encuentro del talle y que disimulaba su impudencia con hipocresía de y sofisma de tules? Si no fuera porque las damas ataviadas en tal guisa se asemejaban bastante a una alcazarra, este vestido merecía haberse perpetuado.
de la astucia, del dolo y la impudencia.
Don Silvestre no se extrañaba tanto de la desvergüenza del elegante jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas, parecíale insoportable la impudencia del uno, pero mucho más imperdonable la aquiescencia de los otros.
Así este cretino familiarizaba con el vicio y la impudencia a su esposa, dándole torpemente instrucciones para que se entregara al libertinaje sin temor ni desconfianzas.
El gobierno representativo, el gobierno de la razón ilustrada y de la voluntad libre es muy hermoso en las páginas de las obras de derecho constitucional y en los artículos de periódicos, pero en la realidad no medran más que la intriga, la inmoralidad y, sobre todo, la impudencia, y la audacia.
, es el último extremo de la impudencia, es la ostentación de la arbitrariedad más repugnante.
La impudencia de su mirada y su cínica sonrisa están diciendo que es ella.
Era en todo insolente este Estrátocles, teniendo una vida disipada, e imitando en su desvergüenza e impudencia la falta de respeto al pueblo del antiguo Cleón.
Porque escribió otro adulador, excediendo en impudencia a Estrátocles: que se recibiese a Demetrio cuantas veces fuese a Atenas con las mismas ceremonias que a Deméter y Baco, y al que se aventajara en brillantez y esplendor en este recibimiento se le diera dinero del Erario público para una ofrenda.
»¡Y luego nos insulta! Llama cinismo, esto es, perrismo o perrería, a la impudencia o sinvergüencería, él, el animal hipócrita por excelencia.
Como que la hipocresía debería llamarse antropismo si es que a la impudencia se le llama cinismo.
Debes conocer, como yo, toda la impudencia del discurso que he pronunciado, y del que tú has leído, si los hubiera oído alguno, tenido por persona decente y bien nacida, que estuviese cautivo de amor o que hubiese sido amado en su juventud, al oírnos sostener que los amantes conciben odios violentos por motivos frívolos, que atormentan a los que aman con sus sospechosos celos, y no hacen más que perjudicarles, ¿no crees que nos hubieran calificado de gentes criadas entre marineros que jamás oyeron hablar del amor a personas cultas? ¡Tan distante estaría de reconocer la verdad de los cargos que hemos formulado contra el amor!.
Es probable que a no haber sido por la protección del señor de Alanza y los ventajosos servicios que les prometía la astucia e intrepidez de Merlín, no hubiese salido de aquel alcázar sin probar los efectos del enojo que su crueldad e impudencia habían inspirado a don Álvaro de Luna.
Dejemos a un lado las palabras vanas con que con tanta impudencia se han burlado de los incautos.
¡Maldita sea su impudencia!, murmuró King, ¿qué debemos hacer?.
Venga a los toros el chino, y aprenderá a decir mucho en pocas palabras de la perspicacia de los españoles, venga todo el mundo a unas fiestas en que, como dice Jovellanos, el crudo majo hace alarde de la insolencia, donde el sucio chispero profiere palabras más indecentes que él mismo, donde la desgarrada manola hace gala de la impudencia, donde la continua gritería aturde la cabeza más bien organizada, donde la apretura, los empujones, el calor, el polvo y el asiento incomodan hasta sofocar, y donde se esparcen por el infestado viento los suaves aromas del tabaco, el vino y los orines.

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