Ejemplos con importunas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Creía ella tener que habérselas de seguida con las visitas importunas, las preguntas indiscretas, las impertinentes lástimas y las molestas compasiones que la habían asediado cuando la muerte de Velarde, catástrofe también espantosa, que sin saber explicarse el porqué parecíale en estos momentos más terrible que le pareció en aquellos primeros instantes.
A la guardia que hacía Gracia en el cuarto del enfermo, se agregó desde el segundo día el bondadoso párroco, que sabía distraer a Calpena sin molestarle con habladurías importunas.
Inocencio, qué bien le sienta a usted el nombre que tiene! Pero no se nos venga acá con humildades importunas.
el nombre que tiene! Pero no se nos venga acá con humildades importunas.
¿Por qué reunía a su primo y a su amiga en su pensamiento? Su espíritu no se atrevía a fijarse en esa idea, y sin embargo, las reflexiones importunas volvían.
-Apartad, señores, de vosotros estas lágrimas importunas, apartad el llanto, que es ajeno de mis virtudes, porque yo me vengué del cruel matador de mi marido, yo he punido y castigado al ladrón y malvado robador de mis bodas, ya es tiempo que con esta espada busque el camino para irme adonde estaba mi Lepolemo.
Si destas soledades te importunas,.
Sin duda las cosas importunas dichas por Bou al visitar las salas habían ofendido a la joven, que se suponía heredera y lo era sin duda de tan ilustre familia.
«¡Soñaba! la fortaleza de la vigilia desvanecíase por la noche, y sin que ella pudiese remediarlo, la mortificaban visiones y sensaciones importunas, que a tener responsabilidad de ellas serían pecado cierto.
-Sin reparar en el corro de bolos en que acaban de gritar cincuenta bocas a la vez ¡''eseeé''! al hacer un ''emboque'' uno de los jugadores, abriéndonos paso a través de la batería formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y a los lados de él, a la sombra de un castaño, son la delicia de los bebedores, echándonos por la derecha para no turbar el sueño pacífico de los jamelgos de un cura y un señor de aldea, que están amarrados al ''cabezón'' del mismo carro, quizá por casualidad, quizá porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo, guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo, que atraviesa la feria llevando a las ancas la parienta más joven e inmediata que encontró en su pueblo cuando volvió de Andalucía, y cuyo chal de amarillo crespón, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extraño contraste con su reluciente y pasmada fisonomía, sin responder a las voces de las importunas fruteras, de los ''agualojeros'', rosquilleros y otros análogos industriales que nos asedian al paso, sin fijarnos, en fin, en ese maremágnum alegre y estimulante que el cuadro presenta a primera vista, salgamos a aquella braña donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos.

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