Ejemplos con impiedades

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se escondió en España e Italia, donde pasó seis o siete años antes de volver a Francia, donde hizo estudios de derecho y vivió de la pluma, entre todo tipo de desórdenes amorosos e impiedades.
Su secretario, José Isnardy, abrió en El Liberal Africano una violenta campaña contra la Iglesia, y Vélez, obispo de Ceuta, contesto a los ataques con una enérgica Pastoral, refutando una por una sus impiedades.
Enumera los proyectos avanzadísimos, las impiedades de la prensa gaditana, el asunto del Diccionario crítico-burlesco de Gallardo, la abolición del Tribunal de la Inquisición, el atropello contra el Cabildo de Cádiz, la expulsión del Nuncio de Su Santidad, la pretendida extinción de los Regulares y los proyectos desamortizadores.
Y hablaba a continuación de la Papisa Juana , tremenda señora que Pablo Valls había visto siempre de lejos, por ser para ella la personificación de todas las impiedades revolucionarias y todos los pecados de su raza.
Y ella que, cuando amenaza con lo innoble del rasero nivelador, justifica las protestas airadas y las amargas melancolías de los que creyeron sacrificados por su triunfo toda distinción intelectual, todo ensueño de arte, toda delicadeza de la vida, tendrá, aún más que las viejas aristocracias, inviolables seguros para el cultivo de las flores del alma que se marchitan y perecen en el ambiente de la vulgaridad y entre las impiedades del tumulto.
¿Quiénes han traído a este país la mala peste de la libertad y todas sus impiedades? La gente del otro lado del Ebro, los : y don Carlos no es más que un , tan liberal como los que hoy reinan, y además tiene los escándalos de su vida impropia de un católico.
Goicochea, temiendo nuevas impiedades del doctor, desvió el curso de la conversación.
Levantaban nada más que una punta del velo que ocultaba este cúmulo de impiedades, para aplastarlas con el santo peso de las buenas doctrinas.
Del gran sofoco y amargura que a Nuestro Señor causaban aquellas impiedades, rompió su divino cuerpo en sudor copioso de sangre.
Los primeros sermones que pronunció fueron de hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos, y los campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó, experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida.
Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades.
Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a mancharse de lujuria, pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas.
¿Es posible ¡hija mía! que hiera el demonio con tan abominable ceguedad los ojos de algunas almas? ¿Se comprende que la copia, la imagen, la semejanza, renieguen del original divino, que les presta el único valor y noble ser que tienen? Si ello es cierto, si el Comendador está obcecado en sus impiedades, ármate de prudencia y pide al cielo que te salve.
Las órdenes militares y la leyenda de Santiago en Clavijo son en el fondo impiedades y nada más.
-¿Y el ejemplo de su padre? Entre mis enseñanzas y tus impiedades, ¿qué pensarían cuando la razón se sazonara en ellos?.
Y estas distracciones de bohemio incorregible, estas impiedades de borracho, alegraban a la gente.
Luego que le dejaron desnudo lo arrojaron a un calabozo, donde, desesperado e inquieto: “¡Por Júpiter- exclamó-, que está muy frío vuestro baño!” Allí mismo, luchando por seis días con el hambre, y suspirando hasta la última hora por alargar la vida, pagó la pena que merecían sus impiedades.
Del gran sofoco y amargura que a Nuestro Señor causaban aquellas impiedades, rompió su divino cuerpo en sudor copioso de sangre.
El uno y el otro no son más que un cúmulo de absurdos e impiedades.
Pero vino la Patria con todo su cortejo de impiedades, y desde entonces da grima morirse, pues lleva uno al mudar de barrio la certidumbre de que no lo han de llorar en regla.
-¡Calla, salteador! ¡calla, blasfemo! -dijo con furia no menos profunda el viejo airado-: vendrá una hora en que comprenderéis, renegado, la justicia del cielo, y tendréis el galardón de las impiedades de que sois presa.
Soy yo la que me he de gozar en el tormento que te está reservado por la mano del justo de los justos, del que conoce tus crímenes ¡renegado! del que te tiene que pedir cuenta de las falsías, de las traiciones, de las impiedades, de los sacrilegios que has cometido hasta blasfemando de su nombre, y arrastrando tus hábitos sacerdotales por la orgía, para después gozarte en el martirio de los que son mejores que tú.
Alarmóse un tanto el gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador, creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los mismos salvajes unitarios, cuyas impiedades, según los predicadores federales, habían traído sobre el país la inundación de la cólera divina, tomó activas providencias, desparramó sus esbirros por la población, y por último, bien informado, promulgó un decreto tranquilizador de las conciencias y de los estómagos, encabezado por un considerando muy sabio y piadoso para que a todo trance y arremetiendo por agua y todo, se trajese ganado a los corrales.

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