Ejemplos con imagináis

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

-«Señor, os engañan acerca del espíritu reinante en Francia, y en las ciudades y en el ejército. El que en París llamáis el ogro de Córcega, el que se llama todavía en Nevers el usurpador, se llama ya en Lyón Bonaparte, y el emperador en Grenoble. Os lo imagináis fugitivo, acosado, y en realidad vuela como el águila de sus banderas. Sus soldados, que creéis muertos de hambre y de fatiga, dispuestos a desertar, multiplícanse como los copos de nieve en torno del alud que cae. Partid, señor, abandonad Francia a su verdadero dueño, al que no la ha comprado, sino conquistado, partid, señor, y no porque estéis en peligro, que él es bastante poderoso para no tocaros el pelo de la ropa, sino porque sería una mengua para un nieto de San Luis, deber la vida al hombre de Arcolea, de Marengo de Austerlitz.» Dile esto, Gerardo..., o mejor será que no le digas nada. Disimula tu viaje a todo el mundo, no te vanaglories de lo que has venido a hacer, ni de lo que hiciste en París, si has bebido los vientos a la venida, devóralos a la vuelta, entra en tu casa de modo que nadie lo sospeche y en particular sé desde ahora humilde, inofensivo, astuto, porque te juro que obraremos como aquel que conoce a sus enemigos y es fuerte de suyo. Andad, andad, mi querido Gerardo, que con obedecer las órdenes paternales, o mejor dicho, si queréis, con atender a los consejos de un amigo, os sostendremos en vuestro destino. Así podréis -añadió Noirtier sonriendo-, salvarme por segunda vez si la rueda de la fortuna política vuelve a levantaros y a bajarme a mí. Adiós, mi querido Gerardo: en el primer viaje que hagáis, venid a parar en mi casa.
-¿No os imagináis -dijo Montecristo- a un Otelo o a un abate de Ganges cualquiera, descendiendo a pasos lentos, en una noche sombría y tempestuosa, esta escalera con alguna lúgubre carga que trata de sustraer a las miradas de los hombres, ya que no lo pudo hacer a las de Dios?.
-Tío y señor, ¿ese creéis que sea el premio reservado por el Altísimo a la batalla de dos siglos que habéis sostenido por el honor de su nombre? ¿Tan apartado le imagináis de vuestra casa?.
¿Imagináis que doña Beatriz encuentra gran ventura en brazos del conde?.
¿Qué imagináis, don Álvaro, de haberos yo llamado de esta suerte?.
En una de estas ocasiones dijo uno de los que militaban con los Corintios: “¿Es posible que una ciudad como ésta, tan grande y tan abastada de bienes, habéis de querer barbarizarla vosotros siendo Griegos y establecer cerca de nosotros a esos malvados e inhumanos Cartagineses, respecto de los cuales habíamos de desear que mediaran muchas Sicilias entre ellos y la Grecia? ¿O acaso imagináis que habiendo movido su ejército desde las columnas de Heracles y el mar Atlántico, no han de haber venido aquí sino a exponerse para el establecimiento de Hícetes? El cual, si pensara como buen general, no desecharía a los de su metrópoli, ni atraería sobre la patria a los que no pueden menos de ser sus enemigos, sino que alcanzaría cuanto honor y poder le estuviese bien, haciéndose recomendable a los Corintios y a Timoleón”.
¿Acaso imagináis que se muere tan fácilmente? Habéis tenido disgustos y no volveréis a tenerlos.
¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano.
-¡El poder, la gloria, la riqueza no son más que vanidad de vanidades! Y si imagináis, señor arzobispo, que por altivez no aceptaba vuestro amparo, desde hoy abandonaré la escuela para vivir en vuestra casa.
¿Y os imagináis que a continuación podréis controlar el uso que hace de vuestros regalos? ¿Os permitís criticar esto, desaprobar aquello, calcular sus gastos y pedirle cuentas? ¿Qué cuentas queréis que os rinda? ¿Habéis extendido la factura de lo que le habéis dado? ¿Vuestra contabilidad está en déficit? Y bien: no tenéis títulos contra él, la cuenta que queréis presentar no tiene base, no se os debe nada.
-¡Qué cándidos sois! ¿Creéis que soy el único ejemplar de mi clase en la comedia humana? ¿Imagináis que no se representan en el mundo miles y miles de farsas más repugnantes, más infames, más grotescas que esta farsa que yo represento?¡Quizá menos artificiosas, porque eso ha dependido de las circunstancias, pero en el fondo, de la misma familia que la mía: farsa y farsa! ¿Cuántos hombres mienten, cuántos hombres fingen, cuántos adulan, cuántos se arrastran? ¡Contadlos si podéis! ¡Lo que hay es que vosotros veis el artificio por dentro y en el mundo se ve por fuera y parece natural! ¡Ah! Si en el teatro social viviéramos todos entre bastidores, ¡cómo nos despreciaríamos los unos a los otros!.
¿Os imagináis haber venido aquí para regodearos? ¿No haríais mejor en derramar abundantes lágrimas y poner cara compungida, como conviene al caso? Y esto diciendo, dirigiose a la criada:—Myrrina, trae inmediatamente una lámpara y aceite y una vez hayas encerrado al guardián sal de la habitación.
-Estaban casados, ¿sabéis? -explicó Wendy-, ¿y qué os imagináis que tenían?.

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