Ejemplos con ijadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

—Pues así lo quiere el señor Andres Caballero, dijo otro jitano, muera la sin culpa, y Dios sabe si me pesa así por su mocedad, pues aun no ha cerrado, cosa no usada entre mulas de alquiler, como porque debe ser andariega, pues no tiene costras en las ijadas, ni llagas de la espuela.
Quiero creerte, y digo que no contenta mi fortuna de haberme quitado de mis estudios, y de la vida que en ellos pasaba tan regocijada y compuesta, y haberme puesto atraillado tras de una puerta, y de haber trocado la liberalidad de los estudiantes en la mezquindad de la negra, ordenó de sobresaltarme en lo que ya por quietud y descanso tenia: mira, Cipion, ten por cierto y averiguado, como yo lo tengo, que al desdichado las desdichas le buscan y le hallan, aunque se esconda en los últimos rincones de la tierra: dígolo porque la negra de casa estaba enamorada de un negro, asimismo esclavo de casa, el cual negro dormia en el zaguan que es entre la puerta de la calle y la de en medio, detras de la cual yo estaba, y no se podian juntar sino de noche, y para esto habian hurtado o contrahecho las llaves, y así las mas de las noches bajaba la negra, y tapándome la boca con algun pedazo de carne o queso, abria al negro con quien se daba buen tiempo, facilitándolo mi silencio, y a costa de muchas cosas que la negra hurtaba: algunos dias me estragaron la conciencia las dádivas de la negra, pareciéndome que sin ellas se me apretarian las ijadas, y daria de mastin en galgo, pero en efecto, llevado de mi buen natural, quise responder a lo que a mi amo debia, pues tiraba sus gajes y comia su pan, como lo deben hacer no solo los perros honrados, a quienes se les da renombre de agradecidos, sino todos aquellos que sirven.
Pero vuelve los ojos a estotra parte y verás delante y en la frente destotro ejército al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a cuarteles, azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice: Miau, que es el principio del nombre de su dama, que, según se dice, es la sin par Miulina, hija del duque Alfeñiquén del Algarbe, el otro, que carga y oprime los lomos de aquella poderosa alfana, que trae las armas como nieve blancas y el escudo blanco y sin empresa alguna, es un caballero novel, de nación francés, llamado Pierres Papín, señor de las baronías de Utrique, el otro, que bate las ijadas con los herrados carcaños a aquella pintada y ligera cebra, y trae las armas de los veros azules, es el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo del Bosque, que trae por empresa en el escudo una esparraguera, con una letra en castellano que dice así: Rastrea mi suerte.
Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse, y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.
Don Quijote, que le pareció que ya su enemigo venía volando, arrimó reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante, y le hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conoció haber corrido algo, porque todas las demás siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera.
-Escucha, mal caballero, detén un poco las riendas, no fatigues las ijadas de tu mal regida bestia.
Después vino otro, et dixo esso mismo de los cabellos del lomo, et otro, de las ijadas.
El furioso Cleomenes, al verse con la cuchilla en la mano, empezó por sus piernas una horrorosa carnicería, haciendo desde el tobillo hasta los muslos unas largas incisiones, continuólas después del mismo modo desde los muslos hasta las ijadas y lomos, ni paró hasta acabar consigo llevando su destrozo sobre el vientre.
tirándoles piedras, tan certeros, que se las clavaban en las ijadas y ríñones, y a muchos les.

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