Ejemplos con humillantes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La víctima espera que se le asignen tareas que encuentra no placenteras o humillantes.
Asimismo, nos dice, que todo suceso -por muy doloroso que sea- es digno de alabanza a Dios cuando esto ocurre libre de pecado, él está muy seguro de que el dolor y las tribulaciones humillantes son como las perlas preciosas que nos acercan a los querubines para ponernos en contacto con Dios.
Lo que interesaba a Buñuel de este asunto es la posibilidad de hacer una película de catástrofe, de naufragio, como el evocado por La balsa de la Medusa de Gericault, solo que en un lujoso interior burgués, con el comportamiento refinado de la aristocracia llevado a sus más humillantes límites de degradación.
Las condiciones impuestas a Cartago fueron humillantes.
Durante la conquista se produjo una inmensa disminución de los pobladores por muerte en combates y por huida de otros, luego de haber sido sometidos a tratamientos humillantes por los españoles.
Les cabe sin embargo el mérito de haber divulgado la literatura popular entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad, siendo escasa la retribución que daba a sus dibujantes y guionistas, desfavorecidos además por contratos humillantes y leoninos que usurpaban la propiedad intelectual de sus creaciones e imponían frenéticos ritmos de trabajo en menosprecio de la calidad general resultante, de forma que era norma habitual que entre la editorial y sus trabajadores hubiese pleitos costosos e interminables.
Hubo fracasos económicos, humillantes derrotas electorales, escándalos sexuales y corrupción.
Hitler y el Partido Nazi llegan al poder en Alemania con sus prédicas antisemitas y comienzan una persecución con medidas discriminatorias y humillantes contra los judíos, prohibiéndoles el ingreso a ciertas carreras, obligándolos a utilizar una marca distintiva, difundiendo propaganda antisemita, impulsando pogromos, despojándolos de sus propiedades y confinándolos a guettos.
Los vecinos de esta población tuvieron numerosos problemas con este personaje, puesto que fue el modelo de señor feudal e intolerante que tomaba préstamos forzosos, aumentaba los impuestos y les sometía a servicios humillantes.
McC afirma que este fue uno de los primeros casos de Ellery Queen, cuando aún no había logrado cristalizar su método analítico-deductivo, lo cual justifica los humillantes tropiezos en las diversas explicaciones de los crímenes, y que el asunto sólo aparece revelado en forma de novela cuando sus protagonistas ya se han retirado a Italia para descansar en medio de sus laureles , dato que la posterior evolución del personaje en las sucesivas novelas de la serie, desmiente totalmente.
Sus parientes más cercanos decidieron evitar el tema, mientras que otros miembros de su familia hacían chistes humillantes.
Felipe, por su parte, vivió uno de los episodios más humillantes de la historia bélica de España.
La APsaA ha criticado específicamente a NARTH, afirmando que esa organización no se adhiere a nuestra política de no discriminación y sus actividades son humillantes para nuestros miembros gays y lesbianas.
Don Pedro, sin embargo, procuró no imponer más condiciones humillantes para su hermano y sus partidarios, procurando así solucionar todos los conflictos y evitar el agravamiento de discusiones entre los portugueses.
Y encima de los golpes, humillantes para su dignidad de bravo, la certeza del encierro en el Seminario, la negra sotana, semejante a las faldas de las mujeres, y el pelo cortado al rape, perdiendo para siempre aquellos bucles que asomaban arrogantes bajo las alas de su sombrero, la tonsura, que haría reír o infundiría un frío respeto a las , y ¡adiós bailes y noviazgos! ¡adiós cuchillo!.
Se debía haber continuado el sistema de conciliación inaugurado por don Jaime el Conquistador, y se tomaron medidas humillantes y vejatorias, que dieron por resultado la exasperación de los ánimos, las situaciones violentas y, por fin, la expulsión, que se realizó de la manera más cruel, pues muchos murieron de hambre y de sufrimientos en los desiertos de África, si es que no eran robados y muertos en el camino.
dejémonos de generosidades humillantes.
También saben las mujeres hovas comprender su situación, que designan respectivamente a sus vecinas las mujeres de los negros del Senegal, civilizados militarmente por los franceses, con el nombre de mulas, porque estas infelices viven sujetas a los trabajos más rudos y humillantes.
-le digo- ¿Qué tal si nomás te engañan y te dejan toda amolada y con un hijo? ¿Con qué preparación vas a afrontar tu problema, porque quién te va a mantener? Tal vez en tu casa, pero ¿siquiera piensas en los reproches que te harán? ¿Y si nadie te apoya? Vas a tener que trabajar en empleos mal pagados y a veces humillantes.
Así, día tras día, a pesar de algunos calma, cal-ma, la furia que se iba acrecentando en unos por las constantes muestras de humillantes ac-tos que las computadoras realizaban en contra de los hombres, nombrados por ellos en tono despectivo, se aproximaba a la explosión.
No hay para qué compararlas ni admito comparaciones humillantes.
Todos hablaban, todos gritaban a un tiempo, gesticulando con los brazos por sobre las cabezas, y entre la alborotada batahola discerníanse frases de este porte: ¡dictadura! ¡anticonstitucional! ¡excesos humillantes! ¡tiranía! ¡demencia! ¡loco de atar! ¡a su casa! ¡al manicomio! ¡muera! ¡abajo!.
Tal vez yo no debería quejarme de mi suerte, pero creo que pocas vidas han sido más humillantes que la mía.
El traje, la casa, el lenguaje, el ademán, el modo de entender la amistad, el amor y las demás relaciones sociales, las nociones de respeto, honor, patriotismo, derecho, deber, lo que, en una palabra, constituye el ambiente humano, está repleto de contradicciones humillantes, pintarrajeado con los grotescos residuos de un pasado semisalvaje, mutilado en fin de todo lo que signifique unidad y armonía.
De manera que Sedán inauguró para nosotros, los alemanes, no un período de bienestar, sino de esclavitud, excepciones humillantes, exclusivismos odiosos, empobrecimientos, tiranías, explotaciones y corrupciones.
Mas luego se hizo superior a sentimientos tan humillantes para él, y, elevándose, mediante su filosofía crematística o plutónica, a más altas esferas, pensó, y acabó por decir, a media voz, desde la cúspide de su desprecio sincero:.
La Gorgheggi miró en rededor, se aseguró de que no había testigos, le brillaron los ojos con el fuego de una lujuria espiritual, alambicada, y, cogiendo entre sus manos finas y muy blancas la cabeza hermosa de aquel Apolo bonachón y romántico, algo envejecido por los dolores de una vida prosaica, de tormentos humillantes, le hizo apoyar la frente sobre el propio seno, contra el cual apretó con vehemencia al pobre enamorado, después, le buscó los labios con los suyos temblorosos.
Esto contribuye a pervertir el gusto, porque hay muchas gentes en Madrid que, como no pueden distinguir de teatros franceses, en habiendo leído esas mentiras y en viendo impreso París no encuentran palabras con que ponderar aquellas composiciones, y como el objeto principal de un buen español debe ser, aun con medios algo fuertes, desarraigar estas preocupaciones humillantes y falsas y encender cada vez más el orgullo nacional, que el señor Larra y todos los que se jactan de pertenecer a una patria tienen y quieren comunicar a sus compatriotas, y que jamás pudieron poseer los que prefieren el vil precio de una traducción cualquiera al honor de la literatura española, ni los que, despedazando a su madre patria, no se contentan con traernos las costumbres, los vicios de afuera, sino que aún pretenden introducir a docenas las palabras inútiles extranjeras en su habla, para no dejar a su patria, según una bonita expresión de un autor de nuestros días, ni lengua con que se queje de ellos.
Pero mi conducta personal no podía ni debía ser un argumento contra las humillantes objeciones del bárbaro.
Quejábame del presidente, de Montt, de los Viales, para que no escapase uno solo de mi justicia, y a los escritores y al público en masa, los ponía overos, con verdades horribles, humillantes, suficientes para amotinar una ciudad, ponerla demente de cólera, y hacerla pedir la cabeza del osado que tales injurias la hacía.

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