Ejemplos con huérfano

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aceptó Juana la pretensión de buen grado, y se celebró en su día la boda, con la posible solemnidad, y como Simón, huérfano de padres años hacía, y sin pizca de parentela en el mundo, poseía en su pueblo, por herencia, una casuca con su poco de balcón a la plaza, trasladóse a ella el flamante matrimonio.
Huérfano de tradiciones muy hondas que le orienten, ese pueblo no ha sabido substituir la idealidad inspiradora del pasado con una alta y desinteresada concepción del porvenir.
Ahora se había enamorado con entusiasmos de jovenzuelo de una dama elegante y hermosa, de una extranjera que le hacía olvidar sus negocios, abandonar su barco y permanecer lejos, como si renunciase a su familia para siempre Y el pobre Esteban, huérfano por el olvido de su padre, iba en busca de él con la impetuosidad aventurera heredada de sus ascendientes, y la muerte, una muerte horrible, le salía al encuentro en su camino.
Pero el alcalde, aunque con el mayor pesar, me dijo que no tenía más que un mal informe que añadir a los buenos que me había comunicado, y era sobre un muchacho huérfano, antes trabajador y juicioso, pero entonces muy perdido, y que además estaba causando al pueblo el grave mal de arrastrar a otros muchachos de su edad por el camino del vicio.
Pablo era un joven huérfano de este pueblo, y desde su niñez había quedado a cargo de una tía muy anciana, que murió hace cuatro años.
Le respondí, que en efecto la carrera de las letras me agradaba más, que desde pequeño soñaba yo con ser sacerdote, y que si no hubiese tenido la desgracia de quedar huérfano de padre y madre en España, habría quizás logrado los medios de alcanzar allá la realización de mis deseos.
Había en sus grandes ojos azules algo que recordaba el cielo, algo a la vez triste y sereno, candoroso y profundo, que comunicaba a todo su ser cierto poderoso y triste encanto, semejante al que infunde en el alma la inocente sonrisa de un niño huérfano.
Andrés no tenía familia, no conoció a sus padres, le dejaron huérfano en muy temprana edad, y pasó la infancia en el campo, desempeñando rudísimas labores, al servicio de gentes que lo trataban mal.
Pero al fin era su primo, y trataba con tanto cariño al huérfano Juanito, con tales cosas sabía alegrar al pequeñín, que éste no podía pasar sin el tío Rafael.
¿No piensas que me calumnias, que calumnias a tu Rodolfo? Huérfano, desgraciado, pobre, el mundo era para mí un valle de dolores, quise cerrar mi corazón a todo afecto, no amar ni ser amado, cuando te conocí y te amé.
Oyeme: este pobre corazón mío, no había amado nunca: llegué a esta casa y me hablaron de tí, me dijeron que eras huérfano, huérfano como yo, y me fuiste simpático, y me dijeron que eras bueno, muy bueno, y me interesé por tí, leí tus cartas, vi tu retrato, y hallé que eras como yo te había soñado, viniste, y me estremecí al oir tu voz, me hablaste ¿te acuerdas? y se ahogó la voz en mi garganta, y palpitó mi corazón trémulo de amor.
¿Eres huérfana? También soy huérfano.
Cuando silban las balas, y los hombres caen como espigas sobre el campo del honor, cuando cada detonación que suena deja a una madre sin hijo, a un hijo huérfano, a una esposa viuda o a un hermano sin hermano.
Aunque expuso estas ideas con mucha discreción, Fortunata se entristeció, porque se le había metido en la cabeza desde la noche antes aquel tema de recoger un niño huérfano, y encariñada con ella, le costaba mucho trabajo desecharla.
Don Pedro Moscoso de Cabreira y Pardo de la Lage quedó huérfano de padre muy niño aún.
Sólo habia sido fácil notar que, cuando oyó al huérfano declarar su cariño en términos tan vehementes y decir lo de la conformidad de la madre y del Cura, bajó los párpados y se mordió los labios, como para ocultar y reprimir sus emociones.
Trinidad de su discurso, que puede decirse fué el que más trabajo le costó hilvanar en toda su vida, llamó a Capítulo al atribulado huérfano, precisamente el dia que cumplió éste diez y seis años, y, prévia una larga oracion en que se encomendó a la Vírgen y a San Antonio de Padua, le fué exponiendo todas aquellas razones, en términos muy claros, aunque no muy precisos, acabando por abrazarle y llorar, que era su argumento-aquíles en los grandes apuros.
Rodrigo Venegas o al pobre huérfano, pues entónces el acto heroico se habria convertido, a los ojos de los maldicientes, en una audaz especulacion, en un servicio pagado, en un atrevido medio de ahorrarse dinero o de procurárselo a su hijo.
Porque ya hay que decirlo: con quien verdaderamente luchaba el huérfano en aquellos parajes selváticos, sin conseguir el deseado triunfo, era con su involuntario é indestructible cariño a Soledad, como tambien habia luchado con él inútilmente en la Iglesia de Santa María, bajo la proteccion del Niño de la Bola.
Siguió, pues, respetando aquella nueva manía de su pupilo, y hasta justificando que el pobre huérfano buscase una madre en la soledad y una aliada en la naturaleza, como habia buscado un hermano en el Niño Jesus.
Reinó, pues, en la Plaza un profundo silencio, que el huérfano comparó con el de la muerte, y Soledad siguió avanzando, sin reir, sin hablar, y con un aire de gravedad y compostura que infundió mayor pesadumbre al que lo motivaba, cual si, olvidado de su propia fiereza, viese en él una segunda injusticia.
Un vuelco le dió el corazon al avisado huérfano, cuyo instinto de cazador y antigua costumbre de regirse en la Sierra por indicios y conjeturas le advirtieron que iba a presentarse ante sus ojos la hija de.
Á la tarde siguiente, observó el huérfano que detras de las mencionadas cortinillas se movia una sombra.
Desde aquel dia el huérfano habló ya algunas palabras, muy pocas en verdad, con el Cura y con el ama de gobierno, para significarles gratitud, amor y obediencia, pero ninguna referente a sus inolvidables infortunios, todo lo cual consideraron de buen agüero D.
—¡No habia, pues, derramado ni una sola lágrima durante la agonía de aquel sér tan querido, ni al besar su frio rostro, despues que hubo muerto, ni al ver cómo se lo llevaban para siempre, ni al abandonar la casa en que habia nacido, ni al hallarse albergado por caridad en la ajena!—Algunas personas elogiaron su valor: otras criticaron su insensibilidad: las madres de familia lo compadecieron profundamente, adivinando por instinto la cruel tragedia que habia quedado encerrada en el corazon del huérfano, por falta de un sér tierno y piadoso que llorase a su lado.
, que así se llamaba el huérfano, era, la funesta mañana en que su padre lo dejó dormido para ir a lanzarse al fuego que devoraba la casa de D.
¿Qué habia sido entretanto del pobre huérfano, del desheredado de diez años, del niño en cuyo lujoso catre soñaba con los prometidos juguetes la millonaria de ocho abriles?.
Rodrigo, se contentaria con reintegrarse de los diez o doce mil duros que efectivamente le habia prestado y con una ganancia regular y módica, dejando el resto de los bienes para el pobre huérfano, de edad de diez años, que se quedaba solo en el mundo, sin más amparo que la misericordia de los buenos.
—Yo, señor español, soy Lorenzo Bentibolli, si no de los mas ricos, de los mas principales desta ciudad, ser esta verdad tan notoria servirá de disculpa de alabarme yo propio: quedé huérfano algunos años ha, y quedó en mi poder una mi hermana, tan hermosa, que a no tocarme tanto, quizá os la alabara de manera, que me faltaran encarecimientos por no poder ningunos corresponder del todo a su belleza: ser yo honrado, y ella muchacha y hermosa, me hacian andar solícito en guardarla, pero todas mis prevenciones y diligencias las ha defraudado la voluntad arrojada de mi hermana Cornelia, que este es su nombre: finalmente por acortar, por no cansaros este que pudiera ser cuento largo, digo que el duque de Ferrara, Alfonso de Este, con ojos de lince venció a los de Argos, derribó y triunfó de mi industria, venciendo a mi hermana, y anoche me la llevó y sacó de casa de una parienta nuestra, y aun dicen que recien parida: anoche lo supe, y anoche le salí a buscar, y creo que le hallé y acuchillé, pero fué socorrido de algun ángel, que no consintió que con su sangre sacase la mancha de mi agravio: hame dicho mi parienta, que es la que todo esto me ha dicho, que el duque engañó a mi hermana debajo de palabra de recebirla por mujer: esto yo no lo creo, por ser desigual el matrimonio en cuanto a los bienes de fortuna, que en los de naturaleza el mundo sabe la calidad de los Bentibollis de Bolonia: lo que creo es que él se atuvo a lo que se atienen los poderosos, que quieren atropellar una doncella temerosa y recatada, poniéndole a la vista el dulce nombre de esposo, haciéndola creer que por ciertos respetos no se desposaba luego: mentiras aparentes de verdades, pero falsas y mal intencionadas.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba