Ejemplos con hombros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A la mañana siguiente, con la cabeza que tan pronto le pesaba al modo de una bola de granito, como sentía que se le escapaba de sobre los hombros, cual vedija de humo, Belarmino salió a la puerta del establecimiento para despejarse.
En el Áticame dijo aquel día de sobremesa don Amaranto, ostentando didácticamente un tenedor de peltre, al modo de férulase iba a buscar la sabiduría al mercado o bajo el pórtico de Júpiter Liberador, donde Sócrates, con palabra ligera y gesto sonriente, parteaba, como avezada comadrona, el alumbramiento de las ideas, al huerto umbrátil de Academo, donde Platón, de hombros anchos y labios melifluos, empollaba en las almas jóvenes los alados anhelos con que volasen de lo sensible a lo absoluto, en el Liceo, donde el seco Estagirita desmontaba en piezas la máquina del mundo, y mostraba sus relaciones, ensambladuras y modo de funcionar.
Antes de salir a la calle pasa a otro gabinete frontero al suyo, con la aparatosa sala por medio, y allí encuentra, ordinariamente solas, y rara vez con , a una señora tan gruesa como él, dura de semblante y rica aunque charramente vestida, y a una joven como de veintidós años, ancha de hombros y caderas, bien destacada de pecho, de ojos y cabellos negros como el azabache, de blancos dientes y moreno cutis, bien proporcionada y airosa de talle, y vestida con todo el rigor de la moda, una buena moza en toda la extensión de la palabra.
Para él, dentro de lo humano, todos los hombres eran capaces de todo, y si cuando le tocó la suerte de soldado alguien le hubiera dicho en broma adiós, mi general , él, encogiéndose de hombros, de seguro habría contestado muy serio para sus adentros: ¿Quién sabe?.
Tal es mi misión: andar, andar de un lado a otro, con una grave responsabilidad sobre los hombros.
Aludían al desierto de indiferencia en que se mueven así el gobernante como el sacerdote, a la sobriedad que practican o deben practicar, a la pesada carga que conducen a hombros, y, finalmente, la joroba simbolizaba la responsabilidad que llevan adherida a la propia espina dorsal, y que en el gobernante es doble, para con Dios y para con los hombres, y en el sacerdote sencilla, sólo para con Dios.
Al día siguiente salió en hombros, de la enfermería de la cárcel, para desaparecer en la fosa común.
El sacristán levantaba los hombros con desprecio.
De seguro que el se regocijaba también, viendo en esto un pequeño triunfo de la religión, que obligaba a sus enemigos a llevarla en hombros.
Cuando le anunciaban, que pronto se restablecerían los conventos, levantaba los hombros con indiferencia.
Su cadáver había sido conducido desde Italia a España, entre rezos y cánticos, llevado en hombros por poblaciones enteras que salían al camino para ganar las indulgencias concedidas por el Papa.
Aquel gorro característico que justificaba su mote ya no se detenía en sus orejas, aprovechando la creciente delgadez, bajaba hasta los hombros como un fúnebre apagaluz de su existencia.
Siempre en ellas, la cabeza metida entre los hombros y el espinazo doblegado, embriagándose en su labor, y la barraca de presentaba un aspecto coquetón y risueño, como jamás lo había tenido en poder de su antiguo ocupante.
Roseta alzó los hombros con expresión de indiferencia.
Y pugnaba con la madre por apartarla del ataúd, por obligarla a que entrase en el y no presenciase el terrible momento de la salida, cuando el , levantado en hombros, alzase el vuelo con las blancas alas de su mortaja para no volver más.
El mancebo levantó los hombros y me señaló un asiento.
Visanteta sin perder su ceñuda seriedad, levantó los hombros, hizo un gesto de resignación, como diciendo: Que ocurra lo que Dios quiera , y volviendo la espalda al señorito, se fue hacia el comedor.
El muchacho salió de la casa, llevando sobre sus hombros una verdadera olla de grillos.
Intentaba sonreír como sí tomase a broma las palabras de Juanito, pero estaba ruborizada, se había detenido mirando al suelo, y tan turbados estaban los dos en medio de la calle, que el paraguas los dejaba al descubierto y la lluvia caía sobre sus hombros.
Y los dos borrachos, agarrados fraternalmente de los hombros, con las húmedas nances casi juntas, asomábanse a la puerta del cafetín con risita maligna al pensar que molestaban al dueño.
Bajo su frente calva, adornada con las dos puntitas lustrosas del peinado, había algo, así como bajo los hombros de su americana había algo también: mucho pelote para suavizar lo puntiagudo de sus clavículas, que agujereaban la pobre piel.
Porras me detuvo al paso, y, poniendo sus manos en mis hombros, me dijo dulcemente:.
Tía Pepa muy rebozada con el pañolón, la doncella, caído sobre los hombros el abrigo, dejaba ver su hermosa frente.
¡Nunca más hermosa! Vestía ligero traje de muselina, y estaba graciosamente envuelta en un rebozo que cruzándose flojo y llena de pliegues en el pecho de la joven dejaba caer hacia atrás, sobre los hombros, las flecadas puntas.
Venía cansadísimo, fatigado, como perro jadeante, apoyándose en el bastón de puño de oro, arrollada sobre los hombros la española capa, echado hacia la nuca el sombrero de copa.
Pero no escarmienta, y sigue disparatando a su gusto en esa Voz de Villaverde que no es voz ni cosa que lo valga, sino un papelucho asqueroso, indigno de una ciudad que, como la muestra, es patria de tantos hombros ilustres, como el General de la Vega, y mi respetable y siempre respetado maestro el ilustrísimo Sr.
A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana.
Poco a poco iba cayendo el chal de los hombros de las mujeres hermosas, porque la sociedad se empeñaba en parecer grave, y para ser grave nada mejor que envolverse en tintas de tristeza.
Usaba un sombrero chato, de copa muy baja y con las alas planas, el cual pertenecía a una época que se había borrado ya de la memoria de los sombreros, y una capa de paño verde, que no se le caía de los hombros sino en lo que va de Julio a Septiembre.
La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural.

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