Ejemplos con hombrón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El hombrón, pataleando, con la boca llena de blasfemias y los puños crispados, trataba de levantarse, y Carmen medía, con mirada de loca, la altura de la ventana.
Sobrecogida, no pudo evitar un ligero grito al esquivar su cuerpo inmaculado de las manazas brutales del hombrón.
Mal lo habría pasado el audaz Iberito si en aquel punto no apareciese junto a él un hombrón formidable, que se levantó de uno de los poyos de la cocina, y avanzaba con el contoneo de quien anda con un pie y una pata de palo.
El hombrón palideció como si despertase junto a un peligro é hizo un movimiento con sus manazas pretendiendo apartar en el espacio las palabras de su primo.
Entonces comenzó la historia del poderoso Sánchez Morueta, aquella transformación de cuento mágico, atropellándose los negocios fabulosos, las caricias de la buena suerte, como si les faltase tiempo para enriquecer a aquel hombrón que veía llegar los millones sin el más leve estremecimiento en su rostro impasible.
Y el temible hombrón reía como un niño al pensar en el disgusto que esta visita podía dar a los del cabildo.
¡Un hombrón tan hermoso y con un porvenir tan brillante! Yo le hubiese hecho magistrado, presidente del Supremo, ministro, ¡qué sé yo! Y en veinticuatro horas se me muere, como si el cielo quisiera castigarme.
Batiste, escudriñando la taberna, se fijó en el dueño, hombrón despechugado, pero con una gorra de orejeras encasquetada en pleno estío sobre su rostro enorme, mofletudo, amoratado.
Ni cinco minutos tuvieron que esperar, porque al punto entraron dos madres que ya estaban avisadas, y casi pisándoles los talones entró el señor capellán, un hombrón muy campechano y que de todo se reía.
¡Si vieses qué feo te pones! ¿Quién ha visto llorar a un hombrón como un castillo?.
El que esto aseguraba era un hombrón, un animal de esos que aparecen en las tempestades populares, sin que se sepa bien quien los trajo, y en todas ellas dejan señal sangrienta de su paso.
Sin dejar de mirarla, el hombrón prosiguió así:.
Creo que, con ánimo de ver al gigante de la Castañalera ante todo, fui a la cocina, en la que no cabía la gente, que supliqué a los «sobrantes» que se retiraran a descansar a sus casas, ya que, desgraciadamente, no eran necesarios allí sus buenos servicios, y hasta que conseguí en gran parte lo que pretendía, recuerdo que hallé a Mari-Pepa y a su hija convenciendo al hombrón de que las cosas habían parado en lo que acababan de parar porque no había otro camino para ellas, y de que, como ya no tenía remedio lo sucedido y él se hallaba bien cenado y en buena compañía, érale muy conveniente, para descansar y endulzar los pensamientos, acostarse en la cama que se le tenía preparada y bien lejos de los ruidos de «lo otro», que no costó gran trabajo convencerle, que se dejó conducir a un cercano dormitorio, que se acostó, que le hicimos la tertulia hasta que le acometió el sueño, y que se durmió como un tronco y le dejamos roncando.
Tona respondió que sobraba con lo que había arrimado a la lumbre, siempre que cada cual comiera «como Dios mandaba», y mi tío, mientras el hombrón recibía con carraspeos la condicional que la sirviente había echado hacia allá con los ojos, dio por rematada la historia y mandó que se tratara de otra más divertida.
Vaya -añadió mirando alternativamente al Cura y al hombrón del otro banco-, aquí le tenéis ya: éste es mi sobrino Marcelo, el hijo de mi difunto hermano Juan Antonio.
de vida de este hombrón, dijo señalando a Fernández,.
Es un hombrón de siete pies y sus polvos, con todo el diámetro proporcionado á su altura, y ninguno sería más temible armado con una maza de Fraga ó de cualquiera otra parte.
Silverio, un hombrón de diez y nueve años, acercó un banco al mío.
Mal lo habría pasado el audaz Iberito si en aquel punto no apareciese junto a él un hombrón formidable, que se levantó de uno de los poyos de la cocina, y avanzaba con el contoneo de quien anda con un pie y una pata de palo.
Por la pista del caballo, averiguó el camino que llevaban los que huían a toda brida, y, furioso el hombrón, de cada paso adelantaba una legua.
¡Era bien tonta en afligirse así! ¡Ave María Purísima! ¡No parece sino que aquel hombrón no tenía más que llegar y matarla! Había Gobierno, gracias a Dios, y Audiencia y serenos, se podía acudir a los celadores, al alcalde.
A mí se me partía el alma de ver llorar a un hombrón tan recio.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba