Ejemplos con holgorio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero ¿qué importaba un decaimiento momentáneo, si al día siguiente tuvimos una fiesta divertidísima? Después de batirse uno como un frenético, no venía mal un poco de holgorio y bullanga precisamente cuando faltaba tiempo para enterrar los muchos muertos, y acomodar en las casas el inmenso número de heridos.
En el bautismo hubo un holgorio que déjelo usted estar.
Bonifacio ocultaba a su mujer que andaba en aquellos tratos, que era el alma de la proyectada fiesta, pero ella supo que el concierto se preparaba, y que su Bonis era factor del holgorio, que iba a ser cosa rica.
«Pero Nepomuceno, Körner, el primo Sebastián, Marta, las de Ferraz, Minghetti, no iban a parir, ¿por qué no se atrevía con ellos? ¿Por qué no echaba de casa a los parásitos? ¿Por qué no ponía orden en los gastos, y orden en las costumbres de su hogar, inundado por aquel holgorio perpetuo?.
¡Válgame Dios, qué triscar el suyo y dar corcovos y sacudir el rabo! ¡Qué mugir los unos, y relinchar los otros, y balar aquestos, y rebuznar por allí, y bramar por el otro lado! ¡Qué embestir los chicos a los grandes, y hacerse éstos los temerosos y los débiles por chanza y pasatiempo! ¡Qué revolcarse los burros, y galopar los potros sin punto de sosiego, como si el lobo los persiguiera! ¡Qué derramarse por la cuesta abajo el compacto rebaño, y entrar en la cañada, largo, angosto y serpeante, verdadero río de lana tomando la forma de su lecho! ¡Qué gallardearse a lo mejor el becerrillo negro con humos de toro, junto a la apuesta novilla, y escarbar el suelo, y bajar la cabeza, y mirar en derredor con fiera vista, y hacer la rosca con el rabo, sin qué ni para qué, puesto que ningún rival le disputaba el campo! ¡Qué perder el tiempo en estos alardes que no eran agradecidos ni siquiera observados! Hasta el manso y trabajado buey olvidaba su esclava condición, sus años y sus fatigas, para tomar parte en el general holgorio con tal cual amago de corcovo mal hecho y aun ciertos asomos de galanteo a la vaca de su vecino.
Y Anchoriz, que tan buen amigo de esta clase era, tan fiel a la amistad en el holgorio y tan decidido a no acompañar a nadie en el sentimiento, ¿qué pensaba de la amistad de los demás respecto de él? ¿Sería un escéptico? ¿Negaríase toda esperanza de que los demás fueran con él más caritativos que él con los demás? No, no pensaba en eso.
Vea yo al marqués, créame él, y ya tenemos holgorio para rato.
Ignorábase dónde había ido a parar, y Chamijo no dio con sus huellas aunque hiciere prolijas averiguaciones en el mundo del holgorio: para unos, en ello andaba la mano del virrey, para otros, la muy larga y terrible de la Santa Inquisición.
Pocos árboles, unos verdes y melenudos, como bañistas que salieran de zambullirse, otros, escasos de follaje, negros y retorcidos, como muertos de sed, salpicaban la campiña, cortada a veces por la faja caprichosa y fresca de la vegetación, siguiendo el curso de un arroyo, pero sin interés, con una majestad vaga, y mucho más para mí, que, medio adormecido, pensaba confusamente en mis compañeros, en Teresa, un poco en mi madre desconsolada y un mucho en la vida de desenfrenado holgorio que llevara durante tantos años en Los Sunchos.
De vuelta en mi capital, de nuevo al frente de la policía, y dando los últimos toques al negocio de la chacra, reanudé mi vida de holgorio, jugando todas las noches en el club, aprovechando las oportunidades amorosas que se me ofrecían, no tanto en las altas esferas cuanto en los bajos fondos, más accesibles y mucho menos comprometedores, y mis rumbosidades y mis maneras de gran señor molestaron a mucha gente.
Concluida la ceremonia, los concurrentes –don Ciriaco el primero– estuvieron de fiesta y holgorio, sin acordarse para nada del pequeño miserable que dormitaba tirado dentro de un cajón con un cuero de oveja por colchón, sin una pequeña almohada en que reposar su enorme cabeza de idiota.
Hicieron fiestas en mi honor y me regalaron una doncella joven para mi holgorio, se llamaba Atarbelia, morenita ella, bien formada.

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