Ejemplos con histerismo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Heredero del genio de la raza eslava, movido por sentimientos impetuosos y demasiado vecinos de los instintos primitivos, Zakunine padecía, además, de ese histerismo que, según la ciencia moderna de las enfermedades nerviosas ha comprobado, no es solamente un doloroso privilegio del sexo femenino.
En los primeros días, tuvo Aura más de un acceso nervioso con gran disloque muscular, llanto interminable, gemidos y otras manifestaciones de desorden cerebral o de histerismo.
Al cuarto día el hombre no vivía, perdió el apetito, el sueño, fue atacado de una especie de histerismo, que llevaba trazas de trocarse en locura.
Allí van las virginales deidades indias, moradoras de los lagos, que con el calor de sus pechos entibian el agua que ha de regar la flor del loto, las impúdicas danzadoras egipcias y malacitanas, que acuden a Roma para divertimiento de Césares, las doncellas corintias consagradas a Palas, que asisten a las Panateneas, las sacerdotisas galas que lanzan a los bárbaros contra el antiguo mundo, las damas de las cortes de amor que tiñen en la púrpura de su sangre la flor que ha de premiar a su poeta, las cortesanas del Renacimiento, que el arte convierte en imágenes de dolorosas, las monjas españolas, devoradas de histerismo religioso, las damas galantes de la Francia borbónica, que sin traicionar al amor supieron hacer de cada hombre un amante, y, por último, la mujer moderna, cuyo tipo varía, desde la Hermana de la Caridad que riega con sus piadosas lágrimas las llagas del herido, hasta la pecadora de oficio que, vendiéndose al rico y regalándose al pobre, ofrece a todos la ilusión del amor.
Ya fingían el dolor de cabeza, ya remedaban el traqueteo epiléptico, ya jugaban al histerismo, a la litiasis, a la difteria, a la artritis.
El histerismo -añadió-, como Proteo, toma infinidad de formas.
Los políticos oportunistas e hipócritas quienes quieren cubrir su cobardia y su interés egoísta con los encajes de una civilización que desconocen, haciendo alarde de sensiblería y de histerismo creen sentar plaza de hermanos, cuando en realidad se encuentran moralmente al nivel de tres animales inferiores: la hiena, el cocodrilo y el ratón, porque les gusta comer cadáveres, porque lloran y porque son el azote de los graneros públicos.
Realmente tenía un alma enferma de cocota en un cuerpo delirante de histerismo.
No gritó, no se rebeló contra la autoridad paterna, ni le dio por el histerismo, como lo haría más de una damisela romántica, de esas que leen novelas.
A la sazón asombraba a París con sus excesos, sus desnudeces, su hermosura y su histerismo, la ex ilustre y ex princesa de Caraman Chimay.
De este vulgar incidente se enteró Susana y fue presa de extraños síncopes, que a la larga se hicieron crónicos, degenerando, con todos sus horrores convulsivos y con todos sus morales desgarramientos, en un verdadero casó de histerismo.
-Y al decir genésico -continuó el joven sabio- digo herencia de exaltación, histerismo rabioso, que suelen transmitir los padres a los hijos, y que termina en esa ferocidad mental que algunos alienistas célebres estudian sobre el cráneo de los odiadores de impulsión.
Lo seré, no lo niego, pero la causa de mi locura no es sólo mi histerismo.
Y Lucerito, palpitante, estremecida, vibrando entre sus brazos, lloraba y reía a un tiempo presa de un ataque de histerismo y de sensualidad morbosa exasperada.
Lo tradicional es que las madres, en casos tales, informen a los novios de cuantas cosas de las hijas se refieren a condiciones de carácter, de riqueza, y de tal o cuál grave y más o menos ostensible enfermedad, si la tuviese, y no cabe negar que es eso lo que menos hace falta, por ser lo más sabido de antemano por el novio, así, estando él harto de ver las rarezas del genio de la chica, o, por ejemplo, que cojea, dícele la madre: «debo advertirle, señor mío, que, según el médico, sufre mi hija de histerismo» o «que es coja, a causa de un tumor blanco que padeció cuando pequeña».
Si se ha dicho ''mens sana in corpore sano'', bien se dirá «carácter débil en cuerpo enfermizo», y los trastornos, puede decirse los estragos, del histerismo serían tan raros como hoy son frecuentes si se atendiese a la educación física de la mujer.
Además, hemos dejado de creer que el histerismo es un crimen.
—Pues eso —dijo Nazarín— no es brujería ni nada de demonios ¡es una enfermedad muy común y muy bien estudiada, que se llama histerismo.
Aunque cultivando otro género, el histerismo de la flaca Linda Bonmartini tiene muchos puntos de contacto con el histerismo de la gorda Teresa Humbert, la mentira, el infundio, la intriga, la incoherencia en los relatos, la contradicción en la confesiones, la resistencia opuesta a decir la verdad, arrancada poco a poco y a pedazos, como se arranca un feto con un fórceps, y el decir hoy una cosa, estableciéndola como la verdad del hecho, para desmentirla al día siguiente y volver a afirmarla al otro día, son iguales en ambos casos.
Esa Lucía, cuya boca, cínica y canalla, ha resultado ser cementerio de amantes momentáneos, esa Lucía perversa y viciosa de nacimiento, que de niña cometió el pecado de bestialidad en cuadras y corrales, y de moza actuó de prostituta en todas partes, esa Lucía que tiene la lujuria siniestra, y pagaba con besos locos al hombre que mató por satisfacer sus concupiscencias de mala pécora, enferma de lugubreces eróticas, ese Branchery, Hércules de feria, chulapo por temperamento, asesino por vocación, que alió monstruosamente sus músculos al histerismo de ella en el altar del matrimonio, para explotar a mansalva amores pasajeros, ese Parrot, inconscientemente ameno al oír su sentencia de muerte, como inconscientemente ameno estuvo ayudando a matar, ese Gasol, que se prestaba a actuar de sepulturero de asesinados, y ese mudo Lacampagne, que mimó en la Audiencia la escena del asesinato de Mouget y con un gesto solemne puso a Dios por testigo de que eran ciertas las revelaciones que hizo sobre las tragedias de Langon.
En los citados casos, como en otros análogos, el amante es instrumento y ludibrio de un histerismo traidor, que, a solas y en la sombra, se ríe del sujeto sugestionado, y es que, así como los sátiros a lo Soleilland necesitan para amar el dolor sangriento, la agonía y la muerte del ser amado, las histéricas como la Sra.
Y con la bordelesa y la rusa tiene no pocas semejanzas de histerismo la yanqui Glacia, causante de la muerte de Carkins a mano airada de Roy, idiota de amor por ella, de quien dejan suponer los últimos telegramas de Nueva-York que tenía relaciones anormales con su propio hermano, Carkins, y que las tuvo en París con el difunto Sha de Persia, aunque ella declara que éstas fueron puramente artísticas, como si aquel animal hubiera podido tener relaciones artísticas con nadie, si no se entiende por arte las curiosidades malsanas que la historia le atribuye.
«Volver a aquella amistad ¿era un sueño? El impulso que la había arrojado dentro de la capilla ¿era voz de lo alto o capricho del histerismo, de aquella maldita enfermedad que a veces era lo más íntimo de su deseo y de su pensamiento, ella misma?».

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