Ejemplos con hermosuras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero como estos libros iban firmados por sus respectivos héroes, y cada uno callaba mi nombre, Castillejo apreció su historia como la mejor de todas, paladeando las hermosuras de mi estilo lo mismo que si le perteneciesen.
Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid, ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar, pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes.
Las mujeres se transformaban con una valorización creciente, apareciendo más seductoras a cada puesta de sol, como si el trópico comunicase nueva savia a las hermosuras decaídas, como si la proa del navío, al partir las olas buscando las soledades del Ecuador, se aproximase a la legendaria Fontana de Juventud soñada por los conquistadores.
La de esta o la de aquella le importaban poco, y él, en la mujer, veía más el símbolo de las hermosuras ideadas que un ser real.
Y como si te conocen, han de quererte como yo te quiero, ¡no me regañes Juan! ¡yo no quisiera que tú conocieses a nadie! ¡Yo te querría mudo, yo te querría ciego: así no me verías más que a mí, que le cerraría el paso a todo el mundo, y estaría siempre ahí, y como dentro de ti, a tus pies donde quisiera estar ahora! ¿Tú me perdonas, Juan? Luego, yo no soy soberbia, y no creo que yo solo soy hermosa: ¡tú dices que yo soy hermosa! yo sé que fuera de mí hay muchas cosas y muchas personas bellas y grandes, yo sé que no están en mí todas las hermosuras de la tierra, y como a ti te caben en el alma todas, y eres tan bueno que te he visto recoger las flores pisadas en las calles y ponerlas con mucho cuidado donde nadie las pise, creo, Juan, que yo no te basto, que cualquier cosa o persona hermosa, te gustaría tanto como yo, y odio un libro si lo lees, y un amigo si lo vas a ver, y una mujer si dicen que es bella y puedes verla tú.
Lo restante del día lo empleábamos en largos y deleitosos paseos: ya nos extendíamos hasta Cabo Mayor, y desde lo alto del faro contemplábamos el mar en toda su majestad y bravura, o bien, después de recrearnos en las hermosuras del Sardinero, íbamos a coger azucenas y clavellinas silvestres a la península de la Cerda.
Muy necesitado me sentía de respirar aire campestre, y de espaciar mi vista por las hermosuras que prodigó Allah en este rincón del África, sin duda destinado a que en él tuvieran su Paraíso Terrenal los predilectos.
¡Bonita empresa, singular aventura se preparaba, digna de los Amadises y Esplandianes, por donde había de resultar que las hermosuras morales de la edad de la caballería, en la nuestra prosaica y materialista gallardamente se renovaban!.
Porque, considerando la estrecheza de estar siempre ocupado en contemplar la hermosura de un cuerpo solo, debió sentir deseo de ensancharse algo y de salir de término tan angosto, y para ello debió también juntar en su mente muchas hermosuras, y, reduciéndolas a una sola, formar aquella que sobre toda la naturaleza se extiende y derrama.
Estas hermosuras se ocultarían completamente a la vista de y cuando estuviera concluida la iglesia en que se trabajaba constantemente.
Por su talle delicado y su figura y cara porcelanescas, revelaba ser una de esas hermosuras a quienes la Naturaleza concede poco tiempo de esplendor, y que se ajan pronto, en cuanto les toca la primera pena de la vida o la maternidad.
Sin embargo, tienes en casa fama de ser un terrible conquistador de hermosuras.
Después, en las noches sucesivas, empezó a contar las maravillosas aventuras de sus viajes, y yo le oía con más religiosidad que si fuera el primer predicador del mundo narrando las hermosuras del cielo.
Desdichada de aquella, respondió ella, a quien se la da el cielo para mayor desgracia suya, pero, señor, no es tiempo este de alabar hermosuras, sino de remediar desdichas: por quien sois que me dejeis aquí encerrada y no permitais que ninguno me vea, y volved luego al mismo lugar que me topastes, y mirad si riñe alguna gente, y no favorezcais a ninguno de los que riñeren, sino poned paz, que cualquier daño de las partes ha de resultar en acrecentar el mio.
¡Oh vosotros, pasajeros y viandantes, caballeros, escuderos, gente de a pie y de a caballo que por este camino pasáis, o habéis de pasar en estos dos días siguientes! Sabed que don Quijote de la Mancha, caballero andante, está aquí puesto para defender que a todas las hermosuras y cortesías del mundo exceden las que se encierran en las ninfas habitadoras destos prados y bosques, dejando a un lado a la señora de mi alma Dulcinea del Toboso.
Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad, que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar, porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos.
Teresa del Berrocal, yo alabándote, me dijo: Tal piensa que adora a un ángel, y viene a adorar a un jimio, merced a los muchos dijes y a los cabellos postizos, y a hipócritas hermosuras, que engañan al Amor mismo.
Y con lágrimas en los ojos, entregó la carta a la vieja, diciéndole: Te molesto inútilmente, ¡ay de mí! ¡Comprendo de sobra que sólo me resta morir! Y la vieja dijo: Abandona esos tristes presentimientos, y contémplate, ¡oh hermoso joven! ¿No eres el mismo sol? ¿Y no es ella la luna? ¿Cómo dudas que yo, que me he pasado toda la vida en intrigas de amor, no sepa unir vuestras hermosuras? ¡Tranquiliza tu alma, y calma las zozobras que te desconsuelan! ¡Pronto te traeré buenas noticias!.
«Esto ha sido reinar, hijas mías, mi tiempo era el gran tiempo de las nobles hermosuras del regio pisar, del donaire y de la gracia que impera sobre la cabeza y sobre el corazón.
José estaba absorto: no veía ni podía pensar que las mujeres de la escena eran vulgares hermosuras bien recargadas de afeites, porque estaba demasiado sobrexcitado y sentía ya en su sistema nervioso el efecto de la impresión que le habían producido con las lascivas miradas que enviaban a la platea y la desvergonzada mímica de sus movimientos.
Además de estas hermosuras incomparables del color de los minerales, me cautivaban y excitaban mi fantasía los peregrinos caprichos que en ellos satisface la naturaleza, citaba la luz fosfórica del cuarzo cambiante u ojo de gato, las arenillas doradas de la venturina, los curiosos listones del ónice y sardónice, las vetas y dibujos varios de la familia de las calcedonias.
En primer término está la negrura de los coches que esplende y quiebra los últimos reflejos solares, los caballos orgullosos con el brillo de sus arneses, y con sus cuellos estirados e inmóviles de brutos heráldicos, los cocheros taciturnos, en su quietud de indiferentes luciendo sobre las largas libreas los botones metálicos flamantes, y en el fondo de los carruajes, reclinadas como odaliscas, erguidas como reinas, las mujeres rubias de los ojos soñadores, las que tienen cabelleras negras y rostros pálidos, las rosadas adolescentes que ríen con alegría de pájaro primaveral, bellezas lánguidas, hermosuras audaces, castos lirios albos y tentaciones ardientes.
Y, a propósito: no hay trovador novel ni poeta melenudo que se haya creído dispensado de echar un parrafito a las orillas del manso Guadalquivir, o del ''aurífero'' Darro, o a las aguas del histórico Guadalete, sembrando aquí o allá bosques y florestas, frondosidad y fragancia, césped y lirios, que así existen donde los colocan los vates, como yo soy arzobispo, en cambio, cuando alguno de aquellos ingenios ha pisado el suelo de la Montaña, en lugar de cantar lo que ella le mostraba, en lugar de darle lo que se le quita para engalanar ajenas hermosuras, se ha ocupado en escribir a la «civilización» si los moradores de aquende comen borona, andan descalzos y gastan los calzones más o menos remendados, como si se tratara de un aduar de Marruecos o de la isla de Annobón.
Y a su lado, la fisonomía inconfundible del Espadón, y, formándolo una corte deslumbradora, las hermosuras célebres de su período, cuyos trajes y adornos son polvo, y cuyas joyas, dispersas, lucen acaso hoy en las orejas y escote de las héteras famosas.
-¡Ay, mi señor don Marcelo, qué a oscuras ha vivido una en estos andurriales, sin saber pizca de las pompas con que se regalan en el mundo las gentes poderosas! ¡Mire que tienen demontres estas hermosuras tan relumbrantes que nunca se soñaron aquí! ¿Qué te paez, hija mía? Padre, ¿qué le paez? ¡Mire que campa de veras!.
sentidos con la contemplación de hermosuras pintadas, así intentaré.
¡Oh, qué número dellos echaban la culpa de su perdición a sus deseos, cuya fuerza o cuyo pincel los mintió las hermosuras! Los más estaban destruidos por penséque, según me dijo un diablo.
Pregunté que por qué los querían echar del infierno a aquellos solos, y dijo un demonio porque eran de grandísimo provecho para la población del infierno en el mundo las damas con sus caras y con sus mentirosas hermosuras y buenos pareceres, y los letrados con buenas caras y malos pareceres, y que así los echaban porque trujesen gente.
¡Oh Fidias! Tú eres para mí soberbio y augusto como un semidiós, en el recinto de la eterna belleza, rey ante un ejército de hermosuras que a tus ojos arrojan el magnífico Kiton, mostrando la esplendidez de la forma en sus cuerpos de rosa y de nieve.

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