Ejemplos con hago

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas de montar o zapatos higuelife.
Boscoso, adula, o como otros vulgares dicen, alude al boscan, que es una piel, al bosque o monte, porque hago botas de monte, y al oso, porque se engrasa el material con unto de oso.
Equitativo, porque hago botas de montar, o sea de equitación, porque están hechas sobre seguro, como en la Equitativa, y porque la ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas, y así manifactura un escarpín para la reina de Escocia, como un zueco ferrado para el sacamantecas, o un zapato de hebilla para el camarlengo, total, equis.
¿Qué va a ser de mí? ¿Qué va a ser de esa pobre neñina inocente? Porque yo, bien lo sabe Dios, perdono, hago como que no sé.
Mi clientela alaba, en el calzado que yo hago, la resistencia y flexibilidad del asiento, lo suave y duradero del material, lo cómodo y bien conformado del corte, y por eso, nada más que por eso, me pagan bien.
Bueno, ¿qué hago? Como no me parta en dos.
Cuando me junte con mi Restituto, en el celestial coliseo, estoy segura que lo primero que me va a decir es: no creas que ahora aplaudo la afinación de los divinos coros, lo que hago es aplaudirte por lo que has hecho.
Como yo la mirase con sorpresa, al verla por primera vez en aquella guisa, ella, con sus graciosas despachaderas, me dijo: ¿Qué miras ahí, papanatas? ¿Es que nunca has visto una mujer en la cama y sin vestir? ¿O es que te parece mal que las viejas cuidemos de sostener y realzar los restos de belleza que nos quedan? Y no vayas a figurarte, ya que como cura serás malicioso, que sois como mulas resabiadas, y los resabios del mal pensar los habéis adquirido en el confesonario, en donde de la gente no aprendéis sino lo malo y lo feo, y eso que no os lo dicen todo, no vayas a figurarte que me pongo estos moños por vanidad, ¡a buena hora! Lo hago por decoro, y por algo más.
Y además lo hago, y lo he hecho toda mi vida, por imponerme una obligación molesta, ya que ninguna otra tenía, un acto de paciencia y disciplina, una mortificación, como vosotros decís.
Pero te aseguro que es la primera vez que hago esto.
Todo esto es verdad, y, sin embargo, estimando a más que nadie, no acabo de convencerme de que Pereda y yo nos equivocásemos tan de medio a medio, y sea montañesismo, sean recuerdos infantiles, vuelvo siempre con amor los ojos hacia el poeta de y de , y por más esfuerzos que hago, no puedo simpatizar con y sus amigos, ni con el señor de Valenzuela, como simpatizo con don Silvestre Seturas o con don Robustiano Tres-Solares.
¡Aunque sea el preste Juan de las Indias! ¡Yo no hago esas tonterías!.
Hago un cuarto de rotación sobre el giratorio paquidermo, y ahora observo a la niña desde otra perspectiva: la filológica.
Yo también hago pensamiento de llegarme por aquellas puertas, que siempre fueron de mucha caridad.
Es una restitución que os hago, ya que sois tan miserables que no sabéis recobrar lo que debía ser vuestro.
¡Aunque me quede sin nada! ¡Al fin, para lo que yo he de vivir! Al fin no hago más que pagar lo que a los amos les debo.
¡Cómo me río ahora, al copiar estas páginas, de mis romanticismos de entonces! ¡Cómo me burlo de aquellos raptos amorosos, de aquellos éxtasis quijotescos! Pero ¡ay! no lo hago impunemente, que me hiero en el pecho, me desgarro el corazón como si me arrastrara yo sobre él un haz de espinas.
¡Pobre de tí! ¡Eres muy buena, muy buena! ¿Qué obligación tienes de velar mi sueño? ¡Me da pena llamarte, sí, me da pena! Si lo hago es porque no quiero despertar a Pepa.
Hago punto omiso de cuanto hay en ella contra la Religión.
Señor:repliquées cierto que hago versos, pero no vivo entregado a tan grata ocupación.
¡Si yo lo hago con mucho gusto! Usted ya no está para eso.
No, no, el día que yo no quiera hacerlo, no lo hago.
Pero ¡qué he de hacer! No necesito que él me lo diga, comprendo muy bien que hago falta.
Bueno, es cierto, hago falta allá pero aquí ¿quién cuidará de tu tia? ¿Doña Pepita? La pobrecita ya no puede.
Al fin del día estoy muy cansada, pero yo no te olvido y a todas horas pienso en tí, y además te dedico un rato todas las noches, y a esa hora no hago más que recordarte y ver tu retrato.
Tampoco creas si elijo un estado distinto del que prefieren todas las mujeres, que lo hago por despecho o atraída por una falsa vocación.
No hago versos, ni vivo entregado a los delirios de la fantasía.
¡Se escapó! ¡Figúrate lo que harán esas malditas cuando estén solas! Se comen más palomas y gallinas que yo, rompen los huevos, y resulta que hago gastos para mantenerlas regaladamente.
¡Conflicto grave! Pero ¿qué hago yo en vista de esto? ¡Ay! no lo sabes tú bien.
Todos los milagros posibles se reducen a los que yo hago cuando se me antoja en mi gabinete con una pila de Bunsen, un hilo inductor y una aguja imantada.

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